Opinión
El espejismo de la calle
Llevo 36 días de encierro con los inconvenientes que ello trae aparejado, la tensión del confinamiento es una presión que hay que soportar estoicamente; es normal en condiciones como ésta que la persona sienta que se asfixia dentro de su propio hogar, que sienta la ansiedad de salir a la calle, normal que la persona que no está enseñada al encierro se ponga de mal humor por bobadas que en otra circunstancia toleraba o le causaban gracia.
Uno de los aspectos comunes que sufren las personas en confinamiento es sentir que sus espacios vitales son invadidos por los que le rodean, llámense hijos, padres, hermanos o cónyuge. Sentir como una agresión en contra de tu intimidad el que tus parientes o quienes conviven contigo entren a tu oficina, estudio, aposento o sitio preferido por ti en tu casa. Sentir malhumor porque interrumpan tu lectura por una pregunta simple que en otro momento hubieras respondido riéndote. Sentir que te hace falta renovar tu vestuario, pues no encuentras nada que ponerte para estar dentro de casa.
Hay un aspecto psicológico, una especie de compulsión que se sufre por hacer lo prohibido, por ello sentimos la fuerte sensación de querer salir a la calle, a retomar rutinas abandonadas en estos días de confinamiento, pero algo, el sentido común (el menos común de los sentidos) te dice que no salgas y tu refrenas tus deseos de trasgredir tu encierro, sin embargo, hay en tu interior algo, una voz que te alienta a salir a la calle y te pone de señuelo pensamientos como: ¿Dónde estarán los amigos, el parche? Y tú mismo te respondes poniendo a esos amigos en escenarios de libertad, respondiéndote más con las ganas que con la razón: Están en el bar tomando unas cervezas, jugando dominó, en la cancha jugando microfutbol, en fin, una serie de escenarios imaginarios de acuerdo a tus aficiones que te conminan a salir de casa.
El deseo de salir se vuelve obsesivo, es persistente y en su terquedad debilita tu consciencia y tiende a abandonar el seno de tu hogar para aventurarte a la calle, para según tu pensamiento respirar aire puro y tener la sensación de libertad. En efecto, abandonas la seguridad de tu hogar, sales das vuelta por el barrio, por las calles, vas a los sitios donde tú y tus amigos acostumbran a reunirse y encuentras a uno o dos amigos tuyos, inconscientes igual a ti, que sintieron las mismas ganas de salir y salieron sin importar las consecuencias de sus irresponsabilidad, luego regresas a tú hogar con el sentimiento de culpa y la frustración de ver que lo que imaginabas de la farra, del juego, de los amigos reunidos no era más que fantasía, un espejismo creado por tu mente.
Es hora de que todos tomemos consciencia que esta pandemia, es mundial, que este virus es mortal, que el coronavirus no tiene miramientos con raza, religión, condición social ni edad, que esta terrible amenaza ataca por igual al cristiano o al evangélico, al de izquierda y al de derecha, al pobre y al rico, al cachaco y al costeño, al guerrillero y al paraco, y que tú no eres cuerpo glorioso que no pueda atacarte, peor aún que tú seas el caballo de troya que lleve dentro de sí ese virus para infectar a tus abuelos, padres, hermanos, esposa o esposo, y también a tus hijos. Debemos tomar todas las precauciones y seguir todas las recomendaciones que las autoridades de salud vienen dando, ninguna precaución por rigurosa es mala, hay que lavarse las manos, desinfectar las suelas del calzado que usemos para salir, al llegar a casa despojarnos de la ropa y bañarnos con abundante jabón, limpiar con alcohol u otro antibacterial el timbre de la calle, las manijas de la puerta, las llaves de tu vehículo, delimitar una zona de desinfección en tu casa, no hacer ni recibir visitas a tus familiares y amigos, en fin todas las recomendaciones que da la OMS y las autoridades nacionales y locales de salud.
Por último no olvidar lo que dicen las autoridades, epidemiólogos, infectólogos, virólogos, en fin ese equipo científico profesional que conoce del tema, en el sentido que lo grave no ha pasado, es más que ni siquiera ha llegado, que lo peor vendrá en dos oleadas que ellos han llamado picos, donde se dispara el contagio y las muertes y, según sus estudios, estos tendrán varias oleadas, la primera se espera para la segunda semana de mayo y otro, el más fuerte para finales de junio. Que no hay ninguna curva aplanada, ni que si se aplana se acaba el problema, que lo que se busca es que el país se prepare con más camas, con más equipamientos, para que el sistema de salud no colapse.
Sabido esto la responsabilidad de la vida o de la muerte de tus amigos y seres queridos depende de ti, de tu deseo de cuidarte y cuidar a los tuyos. No olvidar que la salud, la vida de todos está muy unida a la salud y a tu propia vida. ¡Quédate en casa!
Diógenes Armando Pino Ávila
@Tagoto
Sobre el autor
Diógenes Armando Pino Ávila
Caletreando
Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).
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