Opinión
La verdad pelá

El sueño de una “Ciudad de Piedra” mejor, vive en el pecho de cada cartagenero. El habitante del “Corralito de piedra” no renuncia, guarda en algún lugar de su interior la esperanza que un día sus derechos serán sacados del fango. Es un dolor y una pena vieja que toca a la gente de los barrios populares, independientemente de la presencia devastadora en la ciudad del Covid-19, nunca han tenido certeza de la vida buena o de los alimentos que comerán con su familia mañana. Podemos estar hablando que en esa incertidumbre diaria viven cuatrocientos cincuenta mil habitantes de Ciudad de piedra que se las ingenian para sacarle el jugo a la supervivencia más rancia y que, desde hace unos doscientos años expresan su alegría con zozobra cotidiana. Vivir de lo que se hace diariamente ubica al sobreviviente en el terreno de lo incierto y, ese constante vivir de lo que puede lograr para subsistir diariamente, trae al seno de la sociedad en pobreza, repercusiones de todo tipo y orden: familiares, en el entorno que se habita y sobre todo en la salud mental.
Pero el cartagenero siempre se ha inventado sus propios paliativos en las barriadas: los juegos de baraja, dominó, seven eleven, el famoso rancón o el parqués. Y es, indudablemente, la música la que capitaliza a su favor una realidad que le supera. La música es una cierta vía de escape. El hecho de ser un puerto naviero le dio a la ciudad música en todos los niveles, ¿Qué sería de Ciudad de Piedra sin la música? El arte en el peor de los momentos, interviene, salva, remedia y cuida lo mejor de los seres humanos.
Comprender la psicología popular no es tan monogolla como los expertos del pensamiento moderno suponen. Hay algo donde no van a llegar jamás. Siempre tendrán esas conclusiones fáciles y mezquinas que deja tranquila sus consciencias, porque en el fondo, la sociedad sabe que es culpable del crecimiento de una pobreza galopante. Cuando hablamos de las causas de la pobreza los doctos de pacotilla caen redonditos en lo absurdo de plantear llanamente, que la misma es mental. “La pobreza es mental, el cartagenero es pobre porque quiere”, gritó cuando estuvo encargada como alcaldesa la siniestra Yolanda Wong. Abundan seres como ellas en Ciudad de Piedra, que creen que la gente es feliz con el estómago vacío o viviendo hacinados en unas casas con tampoco espacio que, la intimidad deja de ser de uno, y se convierte en asunto de todos. Vivir en esos espacios con todo lo que implica, se asemeja a una odisea, pero esa gente tiene alma, eso no se puede olvidar o soslayar.
La conclusión repetida por los dueños y señores de Ciudad de Piedra, desdibuja y hace chorrear la tinta de sus títulos profesionales. Perdieron varios años de sus vidas en un claustro universitario para, al final, no saber que una vida sin derechos garantizados sabe a mierda. No son capaces de estudiar algo que está un poco más que diagnosticado y sobre-diagnosticado como las causas letales de la pobreza. Por piedad me atrevo a recordarles que la Constitución Política de Colombia plantea así, de cuajo y sin anestesia, que el nuestro es un Estado social de Derecho, es decir, que a los ciudadanos se les debe garantizar la educación, la salud, empleo, el techo, la vivienda, la recreación y la cultura, que negar esos derechos, como ha sucedido por siglos, es condenarlos conscientemente a vivir en condiciones subnormales, casualmente como sucede con esa masa dura y viva que habita en los barrios marginales de Ciudad de Piedra. Ojalá que los doctos lo comprendan. Ellos tampoco entienden que esa es la verdad pelá.
Uriel Cassiani
Sobre el autor

Uriel Cassiani
Garras de leopardo
Poeta y escritor, gestor cultural, activista social y humano de las comunidades afros. Representante Legal de la Corporación Socio Cultural de Afrodescendientes Ataole, que agencia proyectos pedagógicos, culturales, artísticos y productivos en el Caribe Colombiano. Cofundador del Taller literario Mundo Alterno (2001), Integrante de los talleres de poesía Luis Carlos López (2001) y Siembra (2002).
En 2010 publicó Ceremonias para criaturas de Agua Dulce. En 2011 publicó el poemario Alguna vez fuimos árboles o pájaros o sombras. Editorial Pluma de Mompox. Entre sus trabajos inéditos están los libros: Dosis personal (Poesía) Música para bandidos (Novela) Las fugas probadas de la memoria (Cuentos). Un Brebaje para Orika (Novela).
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