Opinión
Yo tuve una maestra

Yo tuve una maestra hace muchos años, pero todavía me acuerdo de ella. Era una hermosa jovencita y yo un niño de apenas seis años. Recuerdo que era diferente a las mujeres del pueblo, lucía siempre hermosa y su arreglo corporal era diferente al de las otras mujeres, su rostro lucía fresco, y su gran altura era cómplice de su belleza, todo le lucía y, por donde pasaba, dejaba un agradable aroma de mujer bonita. Recuerdo que un profesor la pretendía, y a ella no le disgustaban sus pretensiones, ella era vallenata y el llegó de la tierra del banano, era un hombre vivaz y, en poco tiempo, la conquistó. Más tarde se casaron y engendraron una linda familia.
Eneida Martínez nunca olvido al niño que le llevaba papelitos a su enamorado y Miguel Maldonado, donde me veía, me sonreía con picardías. Los años fueron trascurriendo y no volví a ver más Eneida. En una ocasión, que tomé un taxi, el chofer me reconoció, había sido un antiguo compañero, alumno también de Eneida. Enseguida empezó su conversación hablándome de la profesora Eneida y finalizó diciéndome que ella le había dicho cómo era yo de ingrato, que en mis escritos nunca la había nombrado. La verdad que sentí nostalgia, la recordé debajo de un paraguas, para protegerse del inclemente sol, vino a mi mente su hermosa figura y su amabilidad para tratarme. Yo mismo me vi detrás de ella, con mi maletín de cuero, con mi cabello rojizo y mis pecas que me avergonzaban, creo que lloré por dentro, y sólo le pregunté: ¿Sabes dónde vive Eneida? Con detalles, me indicó su dirección.
Faltaban pocos días para el lanzamiento de mi novela, “Gracias a Cupertino”, ya todas las invitaciones estaban repartidas, de modo que rompí un sobre de uno de los invitados, saqué la invitación y la metí en un nuevo sobre con la etiqueta, Señora Eneida Martínez.
El día del lanzamiento, cuando todo el mundo iba entrando, la vi. Era poco lo que había cambiado, aun lucía hermosa, hice como si no la hubiera visto y seguí directo hasta ponerme frente al auditorio. Primero di las gracias a todos por la asistencia y, después, concluí, con nosotros se encuentra una persona muy especial para mí, con quien aprendí mis primeras letras, Eneida por favor ponte de pie. Para ella esto fue una sorpresa. De repente, se volvió la invitada más importante del auditorio, bajé y le di un fuerte abrazo, sentí el latir de su corazón emocionado, alguien del público por molestar habló duro para que lo escucharan: el alumno se ve más viejo que la profesora.
En el día del maestro, quise recordar a la seño Eneida, y desde este encierro obligatorio le envío un gran abrazo.
Arnoldo Mestre Arzuaga
Sobre el autor

Arnoldo Mestre Arzuaga
La narrativa de Nondo
Arnoldo Mestre Arzuaga (Valledupar) es un abogado apasionado por la agricultura y la ganadería, pero también y sobre todo, un contador de historias que reflejan las costumbres, las tradiciones y los sucesos que muchos han olvidado y que otros ni siquiera conocieron. Ha publicado varias obras entre las que destacamos “Cuentos y Leyendas de mi valle”, “El hombre de las cachacas”, “El sastre innovador” y “Gracias a Cupertino”.
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