Opinión
El padre Florez y la Marsellesa
En varias oportunidades, he manifestado que el año 1972 fue un despertar integral, un inicio ascendente y reconfortante en las actividades académicas y su relación con la visión del conocimiento y experiencias del entorno lopereno.
Con los compañeros José Luis Castro Fragozo, Gustavo Morales Fuentes, Jaime Arango Monroy y Elber Castilla García, comenzamos a interactuar alrededor de los libros y novedades literarias del momento; tres (3) obras, creo, nos marcaron un hito referente en nuestra inquieta y solicita adolescencia: Cien Años De Soledad, de García Márquez, El Padrino, de Mario Puzzo, y El Día Del Chacal, de Frederick Forsyth, estas dos últimas llevadas al cine en forma magistral, nos despertaron “la fiebre” literaria en un peregrinaje expedito de luces hacia el aprendizaje buscado; la sala de cine del Teatro Cesar, se convirtió en un sitio de expectación y laboratorio de detalles, ante los ínfimos pormenores dados en el transcurso de las tramas. Recuerdo, por ejemplo, que en El día Del Chacal, se nos convirtieron en enigmas y misterios significativos el cómo, cuándo y dónde serían las respuestas al pistolero rubio inglés, contratado por la Organización del Ejército Secreto (OAS- movimiento de izquierda en Francia), para asesinar al presidente Charles De Gaulle, quien a su juicio, había traicionado a la Patria y a los hombres que en 1958 lo habían llamado nuevamente al poder al ceder Argelia a los nacionalistas argelinos.
En dicha obra fue mencionada muchas veces La Marsellesa, himno nacional de la república francesa, considerado, al lado del de Colombia, como uno de los emblemas patrios más hermosos y representativos; inquietos por la traducción y significado patriota del himno de los franceses, alguna vez requerimos a Diego Florez, sacerdote de la orden Dominica, excelso orientador de las asignaturas de Religión y Francés, en cuarto y quinto de Bachillerato, respectivamente. El padre Florez, como cariñosamente y respetuosamente lo tratamos siempre, era un consagrado a sus actividades académicas y con un gusto especial –para mi increíble– de aficionado acérrimo a los gallos de pelea, coloquialmente, gallos finos. Con una actitud solemne y de mucha sapiencia, nos dijo, en el recordado camellón, a la entrada del colegio, lo siguiente: La Marsellesa fue quizá una de las armas contundentes del patriotismo francés, esgrimido principalmente en la época de la ocupación nazi; agrega: en la producción cinematográfica Casablanca, escenificada en Marruecos, al lado del Mediterráneo, un rebelde checoslovaco, Víctor Lazlo, simpatizante de la lucha anti- nazi, agredió en un sitio público a la comandancia alemana, que de ofensores activos pasaron a ofendidos y humillados, al ordenar a una agrupación musical, entonar La Marsellesa. Era un lema combativo y efectivo, en la defensa, reitero de la patria gala, no ocupada por las legiones enemigas provenientes de Normandía.
Agregó a su explicación el sapiente Padre Florez: es una pieza musical con una llamativa y atrayente historia; fue compuesta un 25 de abril de 1792 por el militar Rouget de Lisle. Surge este himno debido a la situación política delicada de Francia, inmersa en cambios sociales trascendentales, no apoyados por muchos sectores del Viejo Continente; en ese momento crucial, las legiones marsellesas deciden marchar hacia Paris, a apoyar la causa emancipadora. En resumen, el cantico subversivo encarna el cumulo de ideas de resistencia contra el intervencionismo nazi y el Antiguo Régimen obsoleto y anti popular; en este punto de inflexión, el prelado tararea: “Allons, enfants de la patrie, le jour de gloire est arrivé”. Seguidamente traduce: “Muchachos, hijos de la patria, que ha llegado el día de la gloria”. Finalizó el clérigo, señalando: Indudablemente fue un canto revolucionario, considerado hostil y beligerante como para ser un himno nacional, pero la historia de los pueblos es real y las acciones de ellos por ciertos motivos, son justificados, en los procesos de liberación y emancipación. Eso fue, a grandes rasgos lo ocurrido en el país galo de aquel periodo.
Un poco desconcertado por la inquietud palpable nuestra, indagó: A ver, Yaguna, ¿a qué se debe ese interés por el origen de la Marsellesa? Yo, más desconcertado que él, respondí: “Padre, hay que crecer con el conocimiento de los que saben”. A propósito, padre Florez, lo invitamos esta semana, a cine. Lacónicamente indicó: Gracias, sería mejor una invitación al coliseo Gallístico.
Álvaro Yaguna Núñez
2 Comentarios
Excelente
Excelente artículo compadre. Lo felicito por su memoria prodigiosa.
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