Opinión

Una culpa colectiva

Diógenes Armando Pino Ávila

21/08/2020 - 05:05

 

Una culpa colectiva

Nos llegó como una peste bíblica el famoso Covid-19, en principio hubo el mayor pánico mundial que se ha vivido en los últimos años, los medios informaban a diario como si fuera un reality show y contabilizaban las muertes una a una, los científicos sorprendidos aventuraban opiniones y conceptos que al día siguiente eran revaluados por nuevas opiniones y nuevos conceptos en una especie de competencia por encontrar la forma más efectiva de controlar el mal.

Días después, la OMS –organización rectora de la salud en el mundo– se atrevió a catalogarla como pandemia, apreciación que sólo emitió cuando los focos de infección comenzaron a parecer en todos los continentes. A partir de ahí viene el sentido de responsabilidad social de los gobiernos, entre mantener abierta la economía fiel a los postulados del capitalismo salvaje, sin importar la vida de los ciudadanos, o salvar la vida bajo los imperativos éticos del humanismo.

Cuando el virus escala en su afectación y la gente muere a granel, y hay saturación de las UCIs, y donde los médicos agobiados por tremenda carga laboral y emocional se les viene encima el tener que escoger a quién permitir que viva y a quién no, casos de Italia y España, es cuando los gobiernos decretan cuarentena. En América, vemos lejana y ajena la desgracia de esos países. Los aeropuertos de nuestros países continúan abiertos como una puerta expedita para el contagio, pues la apuesta en nuestros países se hacía entre izquierda y derecha, como si el mal tuviera que ver con la ideología de las víctimas, la mayoría se alineó con el gobierno del gigante del norte, donde la prepotencia de Mr. Trump se oponía a las medidas sanitarias que los científicos estaban recomendando. Es más, se fue en contravía recomendando hasta fármacos para controlar la enfermedad, contrariando a los científicos que con sólidas razones y estudios prevenían que lo recomendado por el loco del norte era inocuo para el virus, pero con un grado de letalidad moderada para las personas que hicieran la ingesta.

En esta saga de terror, le siguieron a Trump todos los gobiernos de la ultraderecha latinoamericana, siendo el más adepto el loco del sur, el señor Bolsonaro de Brasil y, en su orden, le siguieron los otros gobiernos, Ecuador, Bolivia y por supuesto Colombia, países con gobernantes débiles que impostan posturas duras, copias del norte, para descrestar a sus seguidores locales, en una ramplonería total que ha puesto en peligro la vida del colectivo.

A partir de ahí viene un tinte marcadamente ideológico en los gobiernos, los que se alinean en el salvamento de vidas y los que prefieren seguir su patrón del norte en un juego macabro por la tozudez de los gobernantes, que esperanzados miraban más con el deseo que con la razón a los infectados de Cuba y Venezuela, siempre negando las cifras oficiales de esos dos gobiernos, argumentando que estaban maquilladas. Imagino yo la bilis segregada por Duque al ver que nuestro país se hundía ante la arremetida del virus, mientras que en esos dos países las estadísticas les favorecían. Aquí cabe aclarar que, no por ideología, Cuba y Venezuela la sacaban barata, no o sí, lo que si está claro es que Cuba nos lleva años luz en prevención de enfermedades, pues ellos le apuestan a la medicina en casa bajo el concepto universal de que preferible prevenir que curar. El caso de Venezuela se deriva otro tanto de Cuba, pues los médicos cubanos en esa labor criticada y vilipendiada han impulsado la prevención en el pueblo venezolano y la practica de medicina en casa, hoy por hoy ha sido el escudo protector contra la pandemia en el país bolivariano.

Acá en Colombia, todavía a esta hora, el señor presidente fungiendo de presentador de televisión lleva meses y millones de pesos apareciendo en la televisión, diciendo al pueblo colombiano que todo está bien. Acá en nuestro país se dejaron coger la delantera de los otros países en la compra de respiradores mecánicos, pues apropiaron 117 billones de pesos (una cantidad con quince cifras $117.000.000.000.000) que fue feriada entre banqueros y empresarios amigos del gobierno, y al mismo tiempo no había suficientes camas UCI ni respiradores, pues el Invima le negaba el permiso a las Universidades para producirlos con talento colombiano.

Por acá, en los pueblos y veredas de la Costa Caribe Colombiana, la gente juega a la inmortalidad, salen a la calle sin tapabocas, parrandean los fines de semana y encubren a los infectados, pues tienen la creencia que el Covid es una enfermedad vergonzante para la familia y que hay que ocultarla. En algunos corregimientos y veredas de mi pueblo, comenzaron poniendo puestos de control para la entrada de los foráneos y dejaban entrar y salir a los locales y se emparrandaban al igual que en la cabecera municipal, al punto que no sabemos cuantos asintomáticos deambulan por nuestras calles y todos estamos expuestos al contagio y a la muerte. La culpa es colectiva.

 

Diógenes Armando Pino Ávila

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Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

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Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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