Opinión
Que me juzgue mi madre
Reforma a la Justicia. En virtud del Artículo 1087985 de la Constitución Política de Colombia –que expresa que “Todo colombiano tendrá libertad de elegir quien juzgue sus delitos”–, y de mi buen nombre, declaro incompetencia legal, moral, sentimental y de cualquier otra índole, a cualquier tribunal colombiano. No habrá juez de la república ni magistrado de ninguna corporación judicial, que pueda poner en duda mi honorabilidad. Y como soy un verdadero demócrata, amante de la igualdad, emplazo a mis compatriotas a que tomen la misma decisión. Y para ser más justo aún, propongo que en mi país ya no existan los delitos, que por fin acabemos, de una vez por todas, el cuentecito ese de las demandas, las denuncias, y esa majadería de andar buscando pruebas y testigos. Es más, vivamos "como Dios quiera" y hasta donde podamos resistir.
En cuanto a la jurisdicción de mis actos, me acojo al espacio habitacional de mi viejita querida. ¿Para qué desgastarnos con abogados y tribunales aburridos a donde nadie quiere ir? ¡No! Tomemos una decisión con la mano firme y el corazón grande: ¡que cada quien se defienda como pueda! De esa forma, estoy seguro, en unos años estaremos orgullosos de que nuestras calles sean mejores que el viejo oeste norteamericano. Ya me imagino con dos pistolas en el cinto, montado a caballo y vestido como Clint Eastwood, desafiando a cualquiera que no me mire bien: “ciudadano, te doy 3 minutos para abandonar este pueblo, de lo contrario atento a mis pistolas”, y para todo el que no se someta “plomo es lo que le vendría”. La justicia sería “en vivo y en directo”, en la calle, no en una sala de audiencias, y la buena puntería, definitivamente, determinaría el nuevo país que queremos.
No pecaré de deshonestidad intelectual, reconozco que esta maravillosa propuesta me la han inspirado dilectos funcionarios del Estado y políticos muy inteligentes de las respetadas, queridas, admiradas y bendecidas bancadas de la ultra derecha colombiana. Son ellos los que merecen todos los aplausos y créditos, hasta la Cruz de Boyacá. Casi puedo verlos entrar con sus carrotanques al Congreso, con sus 300 escoltas, y sus respectivas miniuzis, o yendo a sus haciendas protegidos por aviones Sukhoi. Dentro de ese grupo de notables, ese ex magistrado que es uno de los grandes filósofos de esta iniciativa, injuriado por sus emprendimientos rurales ¿lo recuerdan?: “A mi mujer no me le tocan un pelo, a ella no me la toca nadien, nadien”, es que yo digo: ¿Qué tanto es matar por acumular unas tierritas? Por eso cada madre colombiana debe levantar su voz: “¡A nuestros hijos los juzgamos nosotras!”. Por fin resolveríamos los problemas de la justicia, por eso ¡abajo los jueces prechavistas, los acuerdos en La Habana, los magistrados que persiguen a la gente de bien!
Doy el crédito a los verdaderos autores de esta propuesta política, no vaya a ser que tenga problemas con Palomita de Castaño y me rete al primer duelo público de esta nueva era republicana. Yo con mis dos pistolitas (de juguetes, no me alcanzó para más), y ella con sus drones, AK47, misiles y su principal arma de guerra: sus gritos, ¡convirtiéndome en un buen muerto por copión!
Se cumplirá por fin el sabio mandato presidencial, el que la hace la paga:
Aquel robó: pum pum
Aquel mintió: pum pum
Por infiel: pum pum
Por no ir a la iglesia: pum pum
Por no ser heterosexual: pum pum
Por no pertenecer a mi partido: pum pum
Allá va un sospechoso: pum pum
Por conformar grupos paramilitares: ah no, ¡a esos no!
Y así, los problemas resueltos. Unámonos a una gran celebración nacional, se valen disparos al aire. Imagino a todos los países pidiéndonos la fórmula, y yo dando entrevistas y conferencias en todas las universidades del mundo.
Y qué importa si les robé la idea, ése es un delito que hace mucho tiempo no existe en mi país.
Leonardy Pérez
Activista cultural
Sobre el autor
Leonardy Pérez Aguilar
El sembrador de poesía
Leonardy Pérez Aguilar. Padre de cinco hijos y dos nietos, oriundo de la Jagua de Ibírico (César, Colombia). Activista cultural, defensor y promotor de los DDHH. Amante de la vida, la naturaleza, y de cada cosa que el creador nos ha delegado para amar y cuida. Frustrado bailarín y cantante, apasionado de las artes y la poesía, y sobre todo: un ferviente soberbio contra la injusticia e indeclinable soñador.
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