Opinión

Desempleo vs informalidad

He decidido hacer esta pequeña disertación sobre las circunstancias laborales de la mayoría de mis conciudadanos, teniendo en cuenta que nuestro querido departamento, es de los que registra siempre los desafortunados indicadores sociales más altos de pobreza y desempleo a nivel nacional.

Debo decir que lo hago bajo la comodidad de un techo, con acceso a Internet y con la garantía de alimentos para hoy, como no ocurre con muchos otros de mis compatriotas, desafortunadamente. Digo lo anterior para aclarar que las condiciones nunca serán las mismas de una persona a otra, que cada quien carga con su propia cruz, que muchas familias están viviendo a esta hora circunstancias verdaderamente dramáticas, por causa de falta de alimentos, otros derechos fundamentales incumplidos o por falta de servicios públicos domiciliarios eficientes, sumado al dolor por la pérdida de vidas humanas por esta enfermedad imprevista y que muchos opinamos y actuamos desde nuestro reducido ángulo individual y que es necesario tratar de mirar el panorama completo si queremos entender la magnitud de esta crisis y asumir acciones cívicas o políticas correspondientes. Es allí, donde en primer lugar, felicito a todas aquellas personas que de forma decente y honrada han empezado o fortalecido sus nuevos negocios o emprendimientos comerciales.

Es así como a través de las redes sociales u otros medios, incluyendo el puerta-a-puerta, podemos observar la oferta de todo tipo de comestibles, utensilios de aseo e higiene, vestuario, ofertas artísticas y artesanales, toda clase de servicios, dentro de las inmensas necesidades humanas, que, por pequeñas o grandes que sean, ya que ha sido una cuestión que ha afectado todas las esferas sociales, representa los medios de subsistencia para estos nuevos empresarios o vendedores. Insisto en felicitarlos porque reconozco que no es fácil transformar las costumbres comerciales de una comunidad de un día para otro, como ha tocado hacerlo bajo las afugias de esta pandemia. Mi llamado a la comunidad es a que seamos comprensivos para con estas personas, solidarios si es posible y considerados si sentimos algo de empatia. Ser amables no nos cuesta nada.

Las nuevas realidades nos imponen el enorme reto de ser mejores ciudadanos. Esta crisis humanitaria pone a prueba nuestra capacidad colectiva de resiliencia, de sentido colaborativo, de empatia y de compasión; es imposible ignorar la cruda realidad de la mayoría de hogares en nuestro país, en los cuales, al no haber ingresos económicos, no hay forma de adquirir los alimentos básicos, como está sucediendo. ¡Ni qué decir de nuestro departamento! 

A estas alturas se puede inferir que los gobiernos fueron incapaces de implementar políticas sociales coherentes, para encarar de manera eficiente esta crisis social y sanitaria. Me atrevo incluso a decir, que se actuó de mala fe, que no se hizo ni se intentó hacer lo pertinente para proteger la vida de los más vulnerables, como lo ordena nuestra Carta Magna. Hoy el hambre es una realidad dolorosamente inocultable. 

Las creatividades e iniciativas particulares demuestran que hay voluntad humana para resistir y sobreponernos, por eso es tan indispensable apoyarnos los unos a los otros, tanto moral como materialmente sea posible. 

Aquí sí caben los esloganes más usados en los procesos electorales: Juntos somos más, Es hora del cambio, Más oportunidades, Lo hicimos bien, lo haremos mejor, Con el corazón en la mano y un largo etcétera.

¡Demostrémoslo!

Leonardy Pérez Aguilar