Opinión
Una amable lección indígena
Desde la semana pasada, se movieron las redes, periódicos, revistas, noticieros de televisión, editoriales, la política, sindicatos, izquierda, derecha y tibios, se polarizó el ambiente y entre los dimes y diretes que se suscitaron, el tema principal era La Minga. Pero, ¿qué es la Minga? ¿Cuál es su origen?
Nuestros indígenas tenían una forma comunitaria de resolver los problemas comunes o particulares de sus miembros, uno de ellos era la Minga que no era otra cosa que un rasgo de pertenencia y solidaridad donde se daba la mutua colaboración y la hermandad de una comunidad. En quechua, la palabra "minga" o "minka" hace referencia a la reunión de diversos actores, saberes y herramientas en busca de un objetivo común. Es una institución precolombina que sirve para todo: desde la construcción de un puente hasta la preparación de un almuerzo.
Ahora bien, debido a la desatención del gobierno nacional, la dilación en el cumplimiento de acuerdos, los asesinatos selectivos y sistemáticos de los lideres y autoridades indígenas, la estigmatización, el constreñimiento, los ataques continuos, los enfrentamientos armados en sus territorios por parte de grupos armados ilegales, llámense guerrillas, bacrim, disidencias y además, los grupos armados legales como policía, ejercito, los Hermanos Mayores no tuvieron otro opción que organizar la Minga para llamar la atención del gobierno y del pueblo colombiano para que centren el foco en la oleada violenta de exterminio que les acosa desde siempre.
Citaron al gobierno, concretamente al presidente Duque, para que dialogara o debatiera con sus mayores y autoridades la problemática que les aqueja, pero el gobierno, como siempre se hizo el desentendido para atenderlos, lo que les llevó a tomar la decisión de marchar en Minga hasta Cali con la esperanza de ser atendidos. La prepotencia del gobierno y sus asesores menospreciaron la invitación, desconociendo que los indígenas querían hablar con “el jefe del circo y no con los payasos”, pero Duque hizo lo contrario, envió a sus ministros y los indígenas no aceptaron dicho diálogo y anunciaron su viaje a Bogotá si no eran atendidos en Cali por el mismo Duque. De nuevo menospreciaron lo dicho por la Minga y, ante tal situación, decidieron marchar hacia la Capital del país.
A partir de ahí se incendiaron las redes, la derecha daba a entender que ese viaje de ocho mil indígenas y su estadía en Bogotá debía costar por lo menos medio billón de pesos, como si los indígenas licitaran con coimas como lo hace el gobierno, desconociendo que el gobierno tenía la obligación de asumir los costos logísticos de estadía y bioseguridad. Duque y sus asesores negaron esta responsabilidad y Claudia López como alcaldesa de Bogotá debió tomar la iniciativa y asumir dichos costos con dineros de la ciudad.
Salió Sergio Fajardo al ruedo a decir con suficiencia mal disimulada que, si él fuera presidente no hubiera dejado que llegaran a Bogotá, pues hubiera ido a Cali a dialogar. La palera que recibió en las redes por su oportunismo lo retiró del ruedo y no asomó más las narices con el tema de la Minga. El gobierno, su aparato de inteligencia advertía de la infiltración de la Minga por parte del ELN y la FARC, la derecha de desgañitaba haciendo el coro. Luego que Bogotá iba a ser vandalizada, pronosticaban los altos mandos del ejército y policía y la derecha repetía el discurso. Todo esto despertó en las mentes enfermas, que, si las hay, llenas de odio hacia todo pensamiento democrático que nazca del pueblo, el insulto racista, la discriminación, el ninguneo y la ofensa hacia los indígenas. Pero también es justo decirlo, la mayoría del pueblo colombiano se solidarizó de alguna manera. Incluso hubo memes geniales donde se le castigaba a los racistas por sus despropósitos, recuerdo uno que me pareció genialísimo que decía: “Amor, usted con esa cara de artesanía precolombina, no le queda bien andar insultando a los indígenas”.
Finalmente debo decir que nuestros indígenas nos dieron una clase avanzada de civilidad, pues no permitieron el ingreso de un infiltrado, entre otras cosas un policía. Castigaron con el fuete a un ladrón. Recogieron todos sus desechos, dejando calles, plazas y sitios donde estuvieron tan limpio que hasta la misma prensa tuvo que reconocerlo. Marcharon siempre con el tapabocas, tan difícil a nosotros los “civilizados” usarlo. En fin, el comportamiento indígena debe ser un ejemplo a seguir por “los civilizados” cuando tengan marchas o concentraciones masiva.
Diógenes Armando Pino Ávila
@Tagoto
Sobre el autor
Diógenes Armando Pino Ávila
Caletreando
Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).
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