Opinión
Editorial: En busca de la ciudad verde
Ante el crecimiento –muchas veces desbordado– de una ciudad como Valledupar, es preciso hablar de visión y también de una gran dosis de previsión.
De la misma forma que las viviendas y las vías de tránsito se multiplican, también resulta fundamental pensar en zonas públicas de ocio y encuentro, para las familias y la práctica de deportes. El bienestar y la oferta de actividades son palabras que deben entrar en el vocabulario del urbanismo local y cotidiano.
Por todos estos motivos, la reciente noticia de la recuperación del parque Los Algarrobillos por la policía comunitaria en Valledupar merece una cierta reflexión. Es cierto que la capital del Cesar tiene fama de ciudad arborizada, que uno de sus símbolos más conocidos es el cañahuate o el palo de mango, especialmente en algunas avenidas convertidas en lugares emblemáticos, pero a excepción de estos puntos de interés, Valledupar carece de lugares para pasear, compartir y disfrutar en pareja o en familia.
La ciudad verde que tanto nos dedicamos a ensalzar necesita los espacios amigables que contribuyen a la creación de un espíritu verde y a la cultura ciudadana que otras metrópolis exponen con orgullo.
Así pues, celebramos hoy la decisión de recuperar parques que han quedado en total abandono, afectados por males tan preocupantes como la drogadicción o la delincuencia común, y a veces considerados como hervideros de malos hábitos.
Tal y como lo exponen los informes de Naciones Unidades, las ciudades se han convertido en el principal espacio de convivencia. Más del cincuenta por ciento de la población mundial vive en las zonas urbanas y la ciudad de Valledupar ilustra el cambio que ha conocido Colombia en los últimos diez años (con los desplazamientos forzosos) y Latinoamérica (con un éxodo rural masivo).
Ante estos cambios drásticos, uno de los retos más importantes reside en crear espacios que permitan la socialización y el entretenimiento para niños y mayores, pero también zonas que ayuden a contrarrestar la contaminación ambiental y sonora, e incentivar una conciencia ciudadana.
Los parques alientan, sin duda, ese bienestar tan anhelado. Sus efectos se reflejan en varios ámbitos como la conciencia ambiental o ecológica, el sentimiento de seguridad, el proceso de construcción de identidad sociocultural, la salud mental y física de los ciudadanos.
Algunas ciudades como Bogotá, Londres o Berlín, se han convertido en ejemplos claros para nuestra región, pero antes de seguirlos es imprescindible entender la importancia de valorar lo que tenemos.
Ése es el trasfondo de esa recuperación que inicia el municipio en este mes de octubre y que esperamos se extienda a muchos otros parques con el apoyo activo de los ciudadanos que, al fin y al cabo, son los verdaderos beneficiados.
0 Comentarios
Le puede interesar
Celebremos, pero mesuradamente
Algunos sacaron los bombos y platillos, o mejor la caja, la guacharaca y el acordeón para celebrar el hecho de haber obtenido, despué...
Bombardear niños es un crimen, reclutarlos también
Seguimos como siempre. Nuestro país se debate en un discurso entre guerreristas y pacifistas, en que siempre pierde el pueblo. Los...
Su-Frida esperanza
Pasa el Festival y como aquel embriagado de risas, cantos y notas de acordeón, ves que se diluye con los días el efecto de la póci...
Aparicio y Porroco
El señor Aparicio llegó a Tamalameque atraído por las oportunidades que daba el pueblo siendo un Puerto importante sobre el Río...
¿Quién haría el Festival Vallenato? Zapatero a tus zapatos
Ahora que culminó el pleito jurídico por la Acción Popular que fue instaurada por la Procuraduría General de la Nación en contra d...