Opinión
El viejo traje del alcalde
En el famoso cuento corto de Hans Christian Andersen “El nuevo traje del emperador”, unos estafadores venden la idea de hacer un traje con la tela más extraordinaria del mundo a un emperador encaprichado con la opulencia textil. Éste termina caminando entre una multitud de repente horrorizada, cargando su orgullo desnudo y derramando pesadas gotas de soberbia por todo el trayecto. Así, justamente, se le ve caminar al actual alcalde de Valledupar, Mello Castro.
A más de un año de lo que debió ser su posesión, en la ciudad todavía no se nota la presencia de un andamiaje institucional que marque el rumbo a un camino de progreso. Tanto así que ya inscribieron un comité que busca revocar su mandato. El Mello Castro inició armando un gabinete como a colcha de retazos, el cual, a la fecha de hoy, sigue siendo desconocido por la mayoría de los habitantes de la ciudad. Hagan el ejercicio en casa ¿Quiénes son los secretarios? ¿Asesores de despacho? ¿Quién está en Fonvisocial, en la Terminal o Mercabastos, por ejemplo? Y lo de desconocido es proporcional a lo que han hecho en su cargo, es tanto así que ya varios se fueron, renunciaron, y a otros los renunciaron, marcharon sin que el mayor porcentaje de la población vallenata se diera por enterado de que ahí estaban.
Muchos hablan de un año perdido y no necesariamente por la pandemia, ya que muchos mandatarios han demostrado que, a pesar de la adversidad que trajo este visitante inesperado, se puede también avanzar. Mientras se esté preparado y bien rodeado, sacar adelante un plan de desarrollo acorde a la circunstancia, no es utópico. El pésimo manejo que se le dio a las exiguas ayudas destinadas a algunas poblaciones vulnerables fue dando luces del desorden en que se había metido Valledupar. Después, con la reapertura económica y la implementación de la nueva normalidad, quedó más que claro que no tienen ideas frescas y, si las tienen, las han sabido guardar, porque la ciudad va por inercia rodando en un caos en movilidad, desempleo (20% en noviembre), educación (desconectada) e inseguridad (¡Boom!) -por tocar algunos de los problemas más álgidos.
Y como cosa de “No te lo puedo creer”, en la ceremonia del 471 aniversario de la ciudad, el alcalde condecoró al coronel de la policía por su excelente trabajo, adefesio, en una ciudad en la que la delincuencia se apoderó de todo, donde los atracos se pierden de cálculos, robos a tutiplén, donde la tranquilidad se la han hurtado hasta a la familia del mandatario y el pronunciamiento del burgomaestre es entregar un premio para decir que todo va de las mil maravillas, una falta de respeto para un pueblo que no tiene tranquilidad ni en la terraza de su casa, ni dentro.
Parece que el alcalde vive en una ciudad que el mismo se inventó donde todo es color de rosa o los que lo rodean sólo lo dejan ver la esquina de un supuesto paraíso que gobierna; es que cuando los estafadores del cuento explicaron que lo especial de la tela que se utilizaría para el traje era que se volvía invisible ante los ojos necios y de quienes no merecieran su cargo, ahí fue donde se formó el nudo de la confusión y se empavonó todo con la mescolanza de beneficios, pues, al lado de un mandatario siempre hay dos clase de personas, los que están por lealtad, una especie de mutualismo, y los que están más por beneficios propios, parásitos, pero para desgracia estos dos tipos tienen en común que, antes de actuar, piensan en ellos primero, honrando a la naturaleza y a la teoría de Darwin. Por eso, si el alcalde sigue mirando con un ojo cargado de soberbia y con el otro cargado de arrogancia, no existirá lazarillo que le funcione y terminará perdido.
Es poco lo que se le ha visto del gobierno de Castro González. Muchos, me incluyo, nos hacemos una pregunta: ¿De verdad ya se posesionó? Es que, aparte de cambiarles el nombre a la construcción de parques con sinónimos para confundir a la gente y así no sentirse más defraudado por todos los discursos simplistas de campaña que dio contra los parques construidos por el alcalde saliente, y la reaparición de las llaves de las grúas para quitar motocicletas, no hay nada más. Todas sus arengas se le están cayendo a pedazos.
Imperdonable la demora para implementar la operación tapahuecos en la ciudad de los cráteres. Tuvo que cobrarse una vida humana para que le dieran inicio. La falta de articulación con el SIVA – que igual que él, no ha ido- en las obras del centro histórico y la negligencia ante el Instituto de arqueología y antropología nacional, mantienen a los comerciantes en la olla y a los transeúntes en el laberinto del fauno.
Cuando en el desfile del emperador, en medio de los elogios, se escuchó a un niño decir: “¡Pero si está desnudo!”, se invirtieron todos los papeles. Sin embargo, el emperador decidió seguir cargando su orgullo y terminar el desfile como si nada hubiera pasado, en él siempre reinaba su ego y perdía la lógica, por eso el título de este artículo dice que el traje del alcalde ya es un traje viejo, pues el pueblo ya lo descubrió, hace meses le va gritando que va desnudo. Lo demás depende del mandatario, tiene tres años para ver si arrastra o progresa. Por el bien de la ciudad, esperemos que se ponga el traje de alcalde.
Andy Romero Calderón
Sobre el autor
Andy Romero Calderon
Vallenato de Guacoche
Vallenato de cédula, guacochero de nacimiento. Ingeniero de sistemas de la Universidad Popular del Cesar. Me gusta la buena crítica y política, sin caer en sus vicios y hasta donde los argumentos me dejen llegar. Amante de la buena música y no de un género en específico. El silencio es, después de la palabra, el segundo poder del mundo.
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