Opinión
Los trofeos del profesor Armenta
Quizá la mayor restricción epidemiológica dada para cualquier mortal en la presente y vigente (valga la redundancia) pandemia, ha sido el aislamiento social, situación embarazosa, obligante a desaparecer de la vista de personas apegadas a nuestras querencias y sentimientos, incondicionales en un sitio privilegiado del corazón, También corre la posibilidad de que no las reconozcamos debido al imprescindible tapabocas, el disfraz de moda, diseñado, como no, en todos los estilos, colores y modelos insólitos y llamativos, como unos fascinantes vestidos vaporosos de una agradable temporada veraniega.
Fue de verdad muy placentero volver a ver, después de mucho tiempo, a nuestro querido profesor del bachillerato, Efraím Armenta López, no solo el maestro de los “dolores de cabeza”, Geometría Analítica y su prima hermana Trigonometría, sino el orientador paciente, y consejero eximio de la organización, el orden, metodología, y la actitud innata para la resolución de dificultades cotidianas, semejantes a la predicción dada por las funciones matemáticas Seno, Coseno, Tangente, Cotangente, artilugios mágicos, plasmables en el “planito cartesiano”, portador de los ejes X e Y, de grata e infinita recordación.
En una interminable fila, a la puerta de una entidad bancaria, el recordado profesor Armenta, ágil, lúcido, con su característico cabello indomable y terco para dejarse peinar, obtuvo el fácil acceso haciendo uso de su salvoconducto merecido, la “tercera edad”; en el interior del establecimiento, el reconocimiento mutuo fue reconfortado por una breve, pero inolvidable conversación, matizada por los agradables recuerdos y vivencias en la formación académica del Loperena. Fue inevitable mencionar las fatídicas jornadas matinales de los días viernes, a primera hora, donde una evaluación previa era inmancable e indigerible como una pócima enigmática y depurativa, ¨prescrita ¨por los curanderos de antaño; la charla casual derivó hacia la mención del plano cartesiano, los axiomas, los postulados, el teorema de Pitágoras, el de los ángulos alternos internos, el de los opuestos por el vértice, incluidos todos en sus textos favoritos de German Bruño, Aurelio Baldor y Landaverde. Le recordé acerca de los elementos didácticos utilizados en los programas académicos descritos.
Con inusitado orgullo y sabedor del deber cumplido en beneficio de dos generaciones de acuciosos estudiantes de la región, especialmente loperenos, me expresó con su sonrisa bonachona y espontánea lo siguiente: “Vea, Yaguna, nunca fui amigo del apego a cosas intrascendentes, pero, aunque usted no lo crea, en mi residencia guardo como verdaderos trofeos la regla milimetrada, el transportador y un gran compas (todos de madera), como testigos insignes de una bella época, entregando todo de mí, de la mejor manera, contribuyendo a la cultura y formación de las juventudes del departamento del Cesar y la Guajira. Fueron muchas las vivencias al lado de una pléyade de estudiantes, que no se, me parece que poseían un sentido de la responsabilidad y entereza especial, ante los deberes y compromisos. Allí están los trofeos, quizá más importantes que los títulos; fueron en realidad mis herramientas fundamentales en mi arduo trabajo de generar conocimientos y preparación para la vida. En algún momento, en una situación futura, estoy seguro, serán de utilidad”.
Álvaro Yaguna Nuñez
1 Comentarios
Te felicito Álvaro, por tu columna donde exaltas a personas como el profesor Armenta, quienes contribuyeron en la formación de una generación cargada de rectitud y valores. Al escribir sobre estos personajes estas rescatando la historiagrafia de Valledupar y rindes un homenaje a individuos que calladamente contribuyeron en la búsqueda de tener una patria mejor
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