Opinión
Los grupos en whatsapp y el mal humor
Desde el comienzo de los tiempos, el hombre sintió la necesidad de comunicarse, y, de hecho, lo aprendió a hacer no sin tremendo esfuerzo y modificaciones anatómicas que, probablemente, duraron varias generaciones lo que implica muchos, muchos años o cientos de ellos. Pasar todo el proceso de hominización que se dio hace 5 o 7 millones de años tuvo unos pasos siempre ascendentes, para bien de la especie, partiendo de la posibilidad de erguirse en las patas traseras dejando libre las delanteras que se perfeccionaron con el uso de herramientas.
El descubrimiento del fuego, la cocción de alimentos, la evolución de sus manos junto a la de su cerebro, debieron conllevar a esa necesidad de comunicación que le impulsó la modificación de sus cuerdas bucales y salir del sonido gutural al sonido articulado que llamamos voz. La invención del lenguaje y de una simbología rudimentaria de petroglifos, murales en las paredes de las cuevas y qué sé yo tantas maneras ingeniosas de comunicación.
Desde el lenguaje de señas, pasar del petroglifo a los frescos de las cavernas y transitar por señales de humo, toques de tambor hasta llegar a las cartas, el sistema morse de puntos y rayas que dieron desarrollo a la telegrafía, el envío de ondas que trasportaban la voz, la invención de la radio, la cámara fotográfica, el teléfono, la grabadora, la televisión, el fax, hasta llegar a este estadio de la civilización de hombres intercomunicados, por el teléfono, el celular, la computadora, la Internet, el wifi, los satélites, todo esto indica una proeza que dice mucho de la naturaleza humana en cuanto a innovación se refiere.
Hoy en día, se dice de la ciencia y la tecnología que en los últimos treinta años tuvo un desarrollo inusitado comparado a los últimos cien años de la historia del hombre. En este punto hay que mencionar a Bill Gates, Steve Jobs, Steve Wosniak, Mark Zuckenberg y tantos otros que impulsaron al ser humano hacia una línea de comunicación nunca imaginada para llegar a las redes sociales, primero como novedad (Facebook, Whatsapp, Instagram, Twitter, otras que existen y las que vendrán, y pasar de la novedad y curiosidad inicial a la necesidad actual de utilizar dichas redes para estar al tanto de la familia, los amigos, noticias, novedades y desarrollo de actividades que la sociedad de hoy hacen perentorias.
Vemos cómo millones y millones de usuarios utilizan la tecnología y las redes para interactuar con amigos, familiares, empresas, trabajos, compras en línea, transacciones bancarias, pagos de facturas, reclamos, solicitudes, etc. Lo anterior complementado con que últimamente existen grupos que se conforman en las redes sociales por intereses, aficiones, gustos, profesiones y otro sinnúmero de motivaciones válidas en estos tiempos. Yo participo en algunos grupos, de los cuales he venido mermando gradualmente mi participación, por muchas razones, una de ellas la adicción que se crea con ellos, la que le quita demasiado tiempo a la persona, haciendo que actividades cotidianas pasen a segundo plano.
La otra razón para ir abandonado dichos grupos, obedece a que realmente no hay grupos homogéneos, son en su mayoría grupos plurales constituidos por miembros con posiciones encontradas, lo que suscita controversias que muchas veces salen del plano social y tienden a pasar al plano personal, máxime cuando los integrantes del mismo se atreven a compartir noticias, artículos u opiniones sobre la política y sus actores. Hay susceptibilidades a flor de piel, en algunos porque son portadores de una concepción política que no admite contradictores, otros que en el fondo no le toca sus intereses y pensamientos pero que posan en dichos grupos de ser políticamente correctos y se ofenden con la opinión contraria, no aceptando que cada uno de los miembros del grupo piensan diferente.
Los hay que no miran lo que se comparte, pues les resbala la opinión ajena, otros leemos lo publicado y, si lo consideramos pertinente, opinamos en favor o en contra, naturalmente con mucho respeto a los miembros del grupo. En otros casos, leemos, pero no opinamos por considerar que no es de interés. Lo más curioso de éstos grupos son los miembros que nunca opinan pero que esperan las opiniones de otros para descalificarlas y exigir un respeto que nunca se les falta, porque como nunca opina no hay posibilidad de roce o discordia con ellos.
Lo extraño de todo esto es que la mayoría de grupos, por calificados que sean sus miembros terminan siendo un comité de aplausos de otros miembros que tienen ascendencia sobre los que no opinan y con ello crean una especie de tribunal de aplausos y censura contra los que osan opinar contrario al pensamiento del que se erige como líder de unas huestes que no opinan pero censuran. Finalmente he optado, no por retirarme, sino por ir bajando el nivel de opinión al punto de solo compartir videos graciosos y memes ingeniosos para ir apagando poco a poco mi participación sin que sea una huida.
Diógenes Armando Pino Ávila
@Tagoto
Sobre el autor
Diógenes Armando Pino Ávila
Caletreando
Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).
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