Opinión
En blanco y negro
El paro contra la Reforma Tributaria, o por lo menos, ese fue el motivo visible, se hizo sentir en todo el país, en todos los pueblos y ciudades hizo presencia el pueblo de clase media, los obreros, trabajadores independientes, micro empresarios, estudiantes, liberales, conservadores, desprotegidos y demás sectores que sienten los rigores de la situación económica que vive el país.
Este paro de nuevo aviva la vieja discusión ideológica, que impetraron desde arriba en una matriz de opinión y que ha dividido la visión de país en blanco y negro ideologizando todo en derecha e izquierda y, cuando se calienta la discusión, se pasa de paracos a guerrilleros en un enfrentamiento de radicalismo verbal que iguala y a veces cruza la línea de la ofensa, el insulto, hasta escalar en la violencia que en nada favorece la estabilidad del país.
Esa matriz de opinión ideologizada es la negación de los múltiples gradientes de que, en realidad, está dividido el país, ya que en Colombia, en cuanto a clases sociales, tenemos a unas familias (se pueden contar con los dedos de una mano) que tienen la mayor riqueza del país, dueños de bancos, conglomerados de empresas, los medios, construcciones, grandes contrataciones y son los que financian a los aspirantes al gobierno que, después, devuelven sus favores con grandes exenciones de impuestos y privilegios que, a la postre, son cargados a la deuda a pagar con impuestos a la clase media y pobre del país.
Luego, viene una elite de los que tienen mucho, tal vez demasiado pero que no le alcanza para situarse a la par de los primeros, de éstos hacen parte algunos terratenientes, ganaderos, industriales, empresarios que aparecen en los medios generando discusiones y justificando la pobreza del pueblo. En esta escala siguen las familias de los expresidentes con fortunas heredadas del Estado, detentores aparentes del poder político que soportan el andamiaje de dominación y el control de opinión dirigida desde más arriba, son una especie de encomenderos, capataces de la finca en que han convertido al país.
Más abajo, bastante diría yo, se encuentran empresarios, ganaderos y terratenientes de pueblos y ciudades que, aún teniendo abundante capital, son vistos como miserables por los de más arriba y son utilizados para mantener el poder y privilegios a las élites y escogidos de esa cúpula social que realmente domina a Colombia. En este renglón han soportado la política departamental y de provincia, les encargaron el pago de la guerra, les involucraron en ella, les convirtieron en enemigos de los grupos alzados en armas, les convirtieron en financiadores de campañas, en fin, del trabajo sucio, el que cumplen esperanzados y convencidos de que serán de buen recibo con ascenso en esa cúspide estrecha de la pirámide social que dirige y gobierna.
En este orden siguen los profesionales y políticos de provincia que han logrado hacer fortuna, bien como profesionales, bien por herencia o por partición del botín de la corruptela que desangra al país, en estos, no todos, asumen la matriz de opinión implantada y piensan y actúan con la displicencia propia del arribista, ningunean a los de abajo y defienden a los de arriba en una pose de ego inflamado que desdice de su formación y de su conciencia de clase, muchos ni siquiera saben dónde están situados en la escala social. Otros lo saben y callan mientras que otros protestan y emiten opiniones al respecto
Continúan los empleados de empresas y entes gubernamentales que también piensan y dividen en razón al cargo y a los sueldos devengados, los hay quienes emulan a los dueños, los hay algunos que se creen por encima, y hay los que son conscientes de su lugar. Por último, el pueblo-pueblo, los desposeídos, los despreciados, los ninguneados, como decía Galeano, los que no tienen nada, los que solo tienen la esperanza de sobrevivir y superar la miseria del día para tener fuerza para batallar el siguiente, aquí los hay de las dos corrientes, los que están conformes con su estado y con los que lo explotan y los que desean un cambio y viven una esperanza de un mejor mañana para todos.
Desafortunadamente, en ese querer ser como los de arriba que es la otra matriz de opinión implantada se justifica lo que realmente sucede en este país tan mal gobernado, pero dirigido con la intención de dividirlo en blanco y negro, peor aún en toda la escala descrita anteriormente se piensa o se cree que piensan con el pensamiento de los de arriba, en tanto que el otro resto del país con claro sentimiento de la clase donde pertenece trata de defender un derecho conculcado históricamente y lucha contra la negación de los mismos, procurando sobrevivir en este maremágnum de intereses políticos e ideológicos en que está sumido Colombia.
Mientras, ¿Qué ocurre? El pueblo distraído por la tinta que riegan las mantarrayas de los medios que defienden el poder, se pelean unos contra otros, los de abajo, dejando el camino expedito para los que tienen algo de manejo en las diferentes esferas administrativas hagan su feria con los dineros públicos: Desde el alto gobierno se desfalca las arcas del Estado con contrataciones amañadas, adiciones contractuales, sobre facturación, contratos a medida y la plata fluye de las arcas del Estado hacia paraísos fiscales, mientras la miopía de los entes de control simulan no enterarse.
En las diferentes sectoriales ocurre lo mismo, pues copian el formato del alto gobierno y cada ministro, cada gerente practica a una menor escala el robo y la expoliación. Bajando a los entes territoriales la gente habla, señala, acusa y critica el mismo accionar de los de más arriba y encascada se llega a los entes municipales donde parece que ocurre otro tanto similar. No podría aseverar que en todas partes ocurre algo igual pero la percepción ciudadana apunta hacia allí, a un Estado postrado por el cáncer de la corrupción que hace metástasis en todo su órgano, asfixiando la democracia y acabando con la credibilidad pública.
Las oficinas públicas se han convertido en principados independientes donde el funcionario a cargo monta peajes y alcabalas, grabando con el pago de sumas por cumplir con su deber y el ciudadano que no accede sufre la despiadada forma de presión del rechazo de sus pretensiones o la exigencia a cuentagotas de los requisitos para contratar.
Te rechazan como proponente, subsanas y te piden un requisito, subsanas y te piden otro y así sucesivamente, hasta que, por último, te piden hasta la marca del papel “toilette” que usas en el baño, en una seguidilla de trabas y obstáculos en aras de cumplir la Ley pero desconociendo el principio de trasparencia, celeridad y eficiencia, pues en una revisión pueden pedir de una sola vez los requisitos o denegar de un tajo la pretensión del ciudadano sin someterlo al trato humillante, deleznable y vil de vaya y venga al otro día por varias semanas hasta que por dignidad ese ciudadano se ve precisado a claudicar retirando sus pretensiones de contratación o entrando por el lado fácil de plegarse a los caprichos del funcionario que ejerce como reyezuelo en ese feudo público de su dependencia.
Es necesario un cambio, es necesaria la concertación, es perentorio que se convoque una Constituyente que repiense al país, es necesaria una poda en la fronda del Congreso, es necesario reformar la política, el sistema por completo, es apenas oportuno derrocar el régimen como decía Álvaro Gómez. Es necesaria la renovación de los políticos enquistado que tanto daño han hecho, es necesario cambiar a los políticos viejos y jóvenes que no han dado la talla. ¡Hay que repensar al país!
Diógenes Armando Pino Ávila
@Tagoto
Sobre el autor
Diógenes Armando Pino Ávila
Caletreando
Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).
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