Opinión
Las tres derrotas de Álvaro Gómez Hurtado
Tuve la fortuna de conocer al doctor Álvaro Gómez Hurtado en una manifestación que se realizó en la imponente plaza de Bolívar de Tunja, a finales de marzo de 1974, cuando adelantaba su primera campaña presidencial, compitiendo con Alfonso López Michelsen, candidato del liberalismo, y María Eugenia Rojas de Moreno Díaz, “La nena”, aspirante de la Anapo, el partido creado por su progenitor Gustavo Rojas Pinilla, a quien la fauna capitalina lo había bautizado con el mote de “Gurropin”, un acrónimo formado con las tres sílabas iniciales de su nombre. Recuerdo que la tribuna armada para los oradores, quedaba casi en frente de la estatua pedestre del Libertador Simón Bolívar que custodia la histórica plaza de la capital boyacense. Recuerdo que este lugar estaba a reventar, y los colores azul y blanco de las banderas que ondeaban los asistentes, armonizaban hermosamente con el ambiente vespertino y los nubarrones que adornaban el espacio sideral. Recuerdo, también, que, en su fogosa intervención, el candidato oficial invocó varias veces el pensamiento del “Padre de la patria”, y era interrumpido constantemente por los largos aplausos y los “vivas” ardientes de la muchedumbre emocionada.
El doctor Gómez Hurtado había sido proclamado candidato único del partico conservador en la Convención Nacional de esa colectividad, que se realizó en Bogotá el 15 de septiembre de 1973, donde había derrotado a Belisario Betancur, el otro firme aspirante a la candidatura. En ese momento, traía en sus espaldas una trayectoria política de más de treinta años, que había iniciado en 1942, primero, como concejal de Bogotá, después, en la cámara de Representantes y, más tarde, como senador de la república en varias oportunidades. Se había desempeñado, asimismo, como embajador en Suiza en 1943, en Italia en 1953 y años más tarde, en Estados Unidos, en 1983, en el gobierno de Belisario Betancur. Su nombre figuraba en la lista de los “50 presidenciables” que había seleccionado la cúpula conservadora, quince años antes, para ocupar uno de los dos periodos del Frente Nacional, 1958-1974, que le correspondían a ese Partido. En esa lista figuraron también dos prestigiosos políticos costeños: Antonio Escobar Camargo de Plato, Magdalena, y Raimundo Emiliani Román, cartagenero, quien, algunos años más tarde, fue el autor de la Ley Emiliani o Ley 51 de 1983, que establece los lunes festivos.
En la plaza de Bolívar de Tunja, también tuve la oportunidad de presenciar la manifestación de Alfonso López Michelsen, quien estuvo acompañado por Víctor Mosquera Chaux, Julio Cesar Turbay Ayala y otras figuras del liberalismo, y la desbordante concentración que aclamó a María Eugenia Rojas, llamada “La Capitana”, asistida por su padre, el general Rojas Pinilla, quien había nacido en esta ciudad el 12 de marzo de 1900. Era, con toda seguridad, una inmensa expresión de respaldo, porque el pueblo boyacense aspiraba a que una nieta de ese departamento llegara a la jefatura del Estado. La campaña electoral se cerró una semana antes de las elecciones y los candidatos más opcionados siguieron haciendo sus contactos en recintos cerrados. El doctor Álvaro Gómez Hurtado sufrió su primera derrota en las elecciones realizadas el domingo 21 de abril de 1974. Ese día resultó vencedor el candidato liberal, quien sólo traía a sus espaldas una trayectoria de 14 años en la vida política. “La Capitana” ocupó el tercer lugar. Esa noche, por los canales televisivos existentes, el doctor Gómez, muy sereno en su alocución, hizo un balance de su actividad proselitista, aceptó la derrota y felicitó al triunfador.
Yo había ingresado a la Universidad de Tunja en 1972, y al año siguiente había cumplido la mayoría de edad, en ese entonces 21 años, razón que me permitió votar por primera vez en 1974. Y lo hice por el doctor Álvaro Gómez Hurtado. Desde esa época desperté mi admiración por el gran jefe conservador y seguí paso a paso su desempeñó en el panorama político de la Nación, hasta el día de su asesinato, ocurrido en Bogotá el 2 de noviembre de 1992 en las horas de la mañana. Ese día, acababa de salir de la Universidad Sergio Arboleda, de la cual había sido fundador y era copropietario, donde dictaba las cátedras de “Cultura y civilización” e “Historia política y constitucional de Colombia” en los últimos semestres de la Facultad de Derecho. Fue el primogénito del presidente Laureano Gómez Castro y doña María Hurtado Cajiao. Había cursado el bachillerato en el Colegio San Bartolomé, era abogado de la Universidad Javeriana y ejercía el periodismo en El Siglo, periódico fundado por su padre en 1936 y en algunas revistas nacionales y extranjeras. El día del execrable crimen que acabó con su vida, frisaba 76 años de edad. Había nacido en el antiguo barrio La Candelaria de Bogotá el 8 de mayo de 1919.
Para la disputa presidencial de 1978, el doctor Álvaro Gómez se abstuvo de participar en las elecciones y apoyó, siguiendo la línea del partido, a Belisario Betancur, quien había sido designado candidato único del conservatismo, en la convención que se celebró en diciembre de 1977, y fue derrotado por el liberal Julio Cesar Turbay Ayala en las votaciones que tuvieron lugar el domingo 4 de junio de 1978. Y, como ha sido costumbre en casi todas las elecciones, en ese momento se rumoró que Turbay Ayala había ganado gracias a un enorme fraude electoral, teniendo en cuenta que a las 8 de la noche, los datos favorecían el candidato conservador. En la contienda para ocupar la Casa de Nariño en 1982, nuevamente el conservatismo elige candidato único a Belisario Betancur, teniendo en cuenta la alta votación obtenida en las elecciones de 1978: 2.366.620 sufragios. El doctor Álvaro Gómez apoya al candidato y lo acompaña en todo el recorrido de la contienda electoral. En las elecciones realizadas el 30 de mayo de 1982, Betancur resulta ganador con 3.189.278 votos, derrotando a Alfonso López Michelsen del partido liberal, Luis Carlos Galán del Nuevo Liberalismo y Gerardo Molina de la Unión Patriótica.
Con dos periodos presidenciales de descanso, de 1978 a 1986, el doctor Álvaro Gómez Hurtado nuevamente empuña las banderas del partido conservador para aspirar a la presidencia de la República en el periodo 1986-1990. Con el respaldo del expresidente Misael Pastrana Borrero y otras figuras prestantes del conservatismo, entre ellas, Hugo Escobar Sierra, Álvaro Leiva Durán y Felio Andrade Manrique, es elegido como candidato único en la Asamblea Nacional Conservadora celebrada en noviembre de 1985. Inicialmente, el doctor Álvaro Gómez tuvo tres contendores en la campaña electoral: Virgilio Barco Vargas por el Partido Liberal, Luis Carlos Galán por el Nuevo Liberalismo y Jaime Pardo Leal por la Unión Patriótica. Por primera vez, en esa campaña se iniciaron los debates televisivos entre los candidatos. Una foto histórica muestra a los doctores Álvaro Gómez y Luis Carlos Galán dándose las manos apenas culminaron el debate, un histórico enfrentamiento que generó muchos comentarios. El candidato liberal no quiso presentarse en las cámaras. Faltando un mes para las elecciones, Luis Carlos Galán retiró su candidatura y se unió al candidato oficial. Quería despejar, por supuesto, su camino para 1990.
El doctor Álvaro Gómez Hurtado sufrió su segunda derrota en las elecciones realizadas el domingo 25 de mayo de 1986. En ellas resultó ganador Virgilio Barco Vargas, quien fue respaldado por 4.214.510 votos liberales, cifra considerada en ese momento como la más alta obtenida por un candidato presidencial. En estos votos se encontraban, lógicamente, los aportados por el excandidato Luis Carlos Galán. En esta oportunidad, nuevamente, consagré mi voto al doctor Gómez Hurtado, y recuerdo con mucha lucidez algunos momentos palpados el día de las elecciones. Como ya me encontraba vinculado al Instituto Simón Araújo de Sincelejo, me tocó ejercer de jurado en un puesto de votación. Recuerdo las turbas liberales agitando el “trapo rojo” y coreando la frase “Dale rojo dale”, que había puesto de moda el candidato liberal. Recuerdo la maquinaria turbolopista arriando gente de las veredas con el propósito de derrotar al “hijo de Laureano Gómez”. Esta era la única consigna. Esa misma noche, el doctor Gómez se dirigió al país por televisión. Agradeció el respaldo de los casi 2.600.000 votos obtenidos, felicitó al ganador y le anunció que durante su mandato le haría una “oposición reflexiva”.
Pero, no fue fácil para el doctor Álvaro Gómez ejercer una oposición reflexiva en un gobierno donde la mayoría de los días estuvieron manchados de rojo con la sangre de los cientos de colombianos que fueron asesinados con las balas de los narcotraficantes. En efecto, le tocó a Virgilio Barco hacerle frente a la embestida feroz que arremetió contra su gobierno el llamado Cartel de Medellín, orientado por los temibles capos Pablo Escobar Gaviria y José Gonzalo Rodríguez Gacha “El Mexicano”. La racha de crímenes comenzó con el asesinato de don Guillermo Cano Isaza, director de El Espectador, el 17 de diciembre de 1986, Jaime Pardo Leal, excandidato presidencial, el 11 de octubre de 1987, y Carlos Mauro Hoyos, procurador general de la Nación, el 25 de enero de 1988. En 1989 los asesinatos empezaron con José Antequera, dirigente de la UP, 3 de marzo, Antonio Roldán Betancur, gobernador de Antioquia, 4 de julio, Luis Carlos Galán, precandidato presidencial, 18 de agosto, y Jorge Enrique Pulido, periodista, el 29 de octubre. A esto se suman los atentados dinamiteros contra: periódico El Espectador, 2 de septiembre, diario Vanguardia Liberal de Bucaramanga, 16 de octubre, un avión de Avianca en pleno vuelo, 27 de noviembre, y el edificio del DAS en Bogotá, 6 de diciembre.
El 22 de julio de 1989, casi un mes antes del asesinato de Luis Carlos Galán, se realizó en Bogotá la convención del partido liberal para escoger los precandidatos a la presidencia, quienes debían someterse a una consulta popular en las elecciones legislativas que se realizarían el 11 de marzo de 1990. El abanico de seleccionados estuvo encabezado por Luis Carlos Galán, el más opcionado para triunfar, Alberto Santofimio Botero, Jaime Castro Castro, Hernando Durán Dussán, William Jaramillo Gómez y Ernesto Samper Pizano, quien ya estaba recuperado de las graves heridas que había sufrido en el atentado del 3 de marzo, en el aeropuerto El Dorado, donde murió José Antequera. Con el asesinato de Luis Carlos Galán, las banderas del Nuevo Liberalismo pasaron a manos de Cesar Gaviria Trujillo, a quien Galán había designado, unos días antes, jefe de su campaña presidencial. Gaviria participó en la consulta y, lógicamente, resultó ganador. También, el 12 de diciembre, se celebró una convención del partido conservador para escoger el candidato a la presidencia, y ante la ausencia del doctor Álvaro Gómez, quien se negó a asistir, fue aclamado por unanimidad el político caleño Rodrigo Llorada Caicedo.
El 28 de mayo de 1988, cuando salía de misa y se dirigía a su residencia, situada a tres cuadras de la iglesia, el doctor Álvaro Gómez fue secuestrado en plena calle por un comando del M-19, que lo ocultó, sin ningún problema, en la capital de la República. El 20 de julio, después de 52 días de arresto, fue liberado con un mensaje de la guerrilla para el gobierno barquista: proponían un cese al fuego por 60 días y diálogos de paz en el extranjero. Durante su secuestro, además de escribir cartas para Margarita Escobar, su querida esposa, dibujar caballos en plena acción, su pasión favorita, y leer libros de historia y filosofía, el doctor Gómez tuvo tiempo suficiente para meditar, reflexionar y analizar a fondo la situación de Colombia. Sabía de sobra que se requería urgente realizar un “acuerdo sobre lo fundamental”, para clarificar las posiciones encontradas y ponerle punto final a los numerosos conflictos internos del país. Comenzó a madurar la idea de apartarse del conservatismo tradicional, y fundar un movimiento político con principios renovados, para aspirar nuevamente a la presidencia de Colombia en 1990. Esta sería su tercera aspiración y no le importaban en lo más mínimo las dos derrotas anteriores.
Y así lo hizo: a finales de febrero de 1990, cuando faltaban apenas tres meses para las votaciones, el país fue sorprendido con la noticia de que el doctor Álvaro Gómez Hurtado acababa de fundar el partido “Salvación Nacional” para ser candidato a la presidencia de la República. Diseñó el logo del movimiento con un tercio de círculo formado con azul, rojo y verde, sosteniendo el título del partido. Inmediatamente, inició una serie de charlas, conferencias y encuentros con líderes universitarios de la Capital. Además, adelantó un recorrido por todas las principales ciudades del país. Estando en plena campaña, le tocó vivir los asesinatos de los también candidatos Bernardo Jaramillo Ossa de la Unión Patriótica, el 22 de marzo, y Carlos Pizarro Leongómez, el 26 de abril, quien, el 9 de marzo, había sido proclamado candidato por la Alianza Democrática M-19, tras la entrega de las armas de este movimiento guerrillero, en el municipio de Toribio, montañas del Cauca. La candidatura de Pizarro Leongómez fue remplazada por Antonio Navarro Woolf, quien era el segundo en la línea de mando de la AD M-19. Como caso curioso, Navarro Woolf dispuso sólo de tres semanas para adelantar su campaña proselitista.
Y en medio de la zozobra que vivía el país por las acciones terroristas, llegó el fin de la campaña electoral. En las elecciones presidenciales, realizadas el domingo 27 de mayo de 1990, el doctor Álvaro Gómez Hurtado vivió su tercera derrota electoral. Ese día sufragué nuevamente por el doctor Álvaro Gómez. Cesar Gaviria Trujillo, disfrazado con la sombra de Luis Carlos Galán, resultó vencedor. Obtuvo una votación muy inferior a la obtenida por Virgilio Barco cuatro años antes. El doctor Gómez, quien solo había realizado una campaña de dos meses, obtuvo el segundo puesto con el 24% de los votos. Y para sorpresa del país, Antonio Navarro Woolf se alzó con el 13% de los electores. Rodrigo Lloreda Caicedo, del Partido Social Conservador, como se llamaba entonces, fue el gran derrotado y solo alcanzó a sumar el 12% de la votación. Esa misma noche, el doctor Gómez saboreó la derrota y felicitó al “galanista” vencedor. Varios días después, una entrevista televisiva con un reconocido periodista, éste le preguntó: “Doctor, ¿usted considera que el partido conservador perdió a causa de su disidencia?”. El doctor Gómez lo miró fijamente y moviendo las manos en círculo, le respondió: “No puede ser, el Partido Conservador no perdió, porque el Partido Conservador no existe”.
Eddie José Daniels García
Sobre el autor
Eddie José Dániels García
Reflejos cotidianos
Eddie José Daniels García, Talaigua, Bolívar. Licenciado en Español y Literatura, UPTC, Tunja, Docente del Simón Araújo, Sincelejo y Catedrático, ensayista e Investigador universitario. Cultiva y ejerce pedagogía en la poesía clásica española, la historia de Colombia y regional, la pureza del lenguaje; es columnista, prologuista, conferencista y habitual líder en debates y charlas didácticas sobre la Literatura en la prensa, revistas y encuentros literarios y culturales en toda la Costa del caribe colombiano. Los escritos de Dániels García llaman la atención por la abundancia de hechos y apuntes históricos, políticos y literarios que plantea, sin complejidades innecesarias en su lenguaje claro y didáctico bien reconocido por la crítica estilística costeña, por su esencialidad en la acción y en la descripción de una humanidad y ambiente que destaca la propia vida regional.
3 Comentarios
Buen artículo
Excelentes datos. Siempre he pensado que, si Álvaro Gómez hubiera sido presidente, Colombia sería mejor.
Me parece importante leer escritos como este....donde cada detalle ilustra un episodio historico lo cual situa al lector en una perspectiva contextualizada....
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