Opinión
¿Centro comercial o cultural?

La reciente adjudicación del faraónico Centro Cultural de la Música Vallenata presenta una serie de dudas e inquietudes, parecidas a las que debió plantear la construcción del Parque de la Leyenda Vallenata, otra monumental obra que no pasó del coliseo que sirve de escenario para las rondas finales y los grandes conciertos del Festival. ¿Dónde están las colecciones que alimentarán el museo y el centro de documentación? ¿No debió pensarse primero en el contenido que en el continente? ¿Será, realmente, este espacio un aporte significativo para la Salvaguardia de la música vallenata tradicional? ¿Por qué se enfatiza más en las formas qué en el fondo al presentar la obra? ¿Se necesita todo ese cemento?
Desde mediados de la década de 1990, se decía que en el parque habría un anfiteatro de investigación, una sala de cine, una videoteca, una biblioteca y una fonoteca, dedicadas exclusivamente a la preservación y difusión de la música vallenanta y, además, se colocarían los bustos de los reyes vallenatos desaparecidos, todo lo cual quedó en veremos. Antecedente poco esperanzador para esta nueva obra descomunal y multimillonaria.
En el CCMV se habla, además de los locales comerciales destinados para tienda, banco y cafetería, de un gran salón de eventos y el Museo del vallenato, enfatizando en las posibilidades de configuración y reconfiguración de la primera, además de su dotación con las más modernas tecnologías de audio y video, por encima de la propuesta museográfica que habrían desarrollado de acuerdo al PES del Vallenato, de la cual hablan escuetamente, nuevamente enfatizando en las herramientas tecnológicas que permitirían a los usuarios aproximarse a la historia y comprensión de los elementos característicos, musicales y literarios del vallenato, sin mencionar los proyectos y productos de investigación que alimentarían la línea museológica de la entidad, más allá de un centro de documentación que estaría en el piso 4. ¿Notan el énfasis en la forma y no en el fondo? ¿Qué en esa exposición de la gobernación no se ocupa de lo realmente importante?
Se vende al CCMV como el edificio que “recoja y explique a propios y a extraños que es este bien inmaterial que es el Vallenato, la música vallenata”, pero esto se realiza enfatizando en el supuesto impacto económico de 34 mil millones de pesos derivados de las actividades comerciales asociadas a él. ¿Es éste un centro comercial o cultural? Si, la iniciativa debe ser sostenible en el tiempo. Si, es necesario incentivar el turismo en la ciudad. Si, es necesario dinamizar la economía. Pero nada de esto incide directamente en la salvaguardia del vallenato tradicional, que debe ser la consigna primaria del asunto. Es mucha, demasiada plata invertida en infraestructura física que podría destinarse a financiar proyectos de investigación por toda la costa e incluso más allá, porque hay otras regiones de Colombia que han contribuido grandemente al posicionamiento de la música vallenata sin que se les reconozca su importancia, como Bogotá. Entonces sí, cuando tengamos montañas de documentos pensemos en un centro de documentación y hasta en un museo. Esto, sin pensar en que ese mismo dinero puede ser invertido en otras cosas prioritarias para la ciudad y el departamento, que todos conocemos y no es necesario enunciar.
Los Festivales han hecho las veces de depósitos de la memoria del vallenato tradicional, pero, si ni siquiera el de Valledupar, que es el referente, tiene documentada y disponible para la comunidad toda su historia, ¿qué podemos esperar de los más pequeños y desfinanciados?
Hace años se suspendió el Encuentro nacional de investigadores de la música vallenata y, ni con el PES en vigencia, ha surgido un evento que supla su falta. No se conocen los trabajos de investigación y documentación que hayan surgido del seno del Clúster de la música vallenata y la mayoría de las acciones que se han promocionado en torno a la implementación del PES tienen más que ver con el turismo que con la exégesis de la manifestación. Aun así, no se conocen planes robustos de turismo cultural, con ecomuseos y rutas asociadas a la vida y obra de los juglares u otro tipo de productos patrimoniales que muestren un verdadero interés en esa salvaguardia.
Se dice que el CCMV va a jalonar el desarrollo de la ciudad y el departamento, dejando en sus manos una tarea que no han logrado siquiera las minas con todo el dinero que produce. ¿Se creerá, honestamente, que este sitio logrará eso? Aparte de que ésa no es su función, no creo que pueda lograrlo, no solo. Suponiendo que ése sea el producto estrella para vender en la ciudad -que no lo es-, ¿Cuáles son los demás productos asociados a él que pueden permitir mantener un flujo interesante de turistas durante todo el año? Si es verdad que se le desea apostar al turismo en torno a la música vallenata se necesita mucho más que este centro para poder convertir al territorio de la música vallenata en un gran atractivo turístico nacional e internacional.
Sé que en torno al Parque de la leyenda hay un lío que dificulta hacer inversiones, pero iniciar otro mega proyecto en vez de solucionar lo que corresponda con aquél y llevarlo a feliz término no parece lo más sensato al margen de las intrincadas cuestiones legales. ¿Por qué no se optó por repotenciar ese Parque que, entre otras cosas, es un espacio subutilizado?
Son muchas las preguntas planteadas que, probablemente, nadie responderá, sin embargo, espero haber suscitado con ellas muchas reflexiones en los defensores de la música vallenata y al comunidad en general, quienes deben velar porque, ahora sí, se pueda tener las dinámicas necesarias para el estudio, documentación y salvaguardia de su patrimonio, algo que va más allá del concreto y las despampanantes infraestructuras que, fácilmente, pueden quedar como otro cascaron hueco que poco a poco empezará a caerse.
Luis Carlos Ramírez Lascarro
Sobre el autor

Luis Carlos Ramirez Lascarro
A tres tabacos
Luis Carlos Ramírez Lascarro (Guamal, Magdalena, Colombia, 1984). Historiador y gestor patrimonial, egresado de la Universidad del Magdalena y Maestrante en Escrituras audiovisuales en la misma universidad.
Autor de los libros: Confidencia: Cantos de dolor y de muerte (2025); Evolución y tensiones de las marchas procesionales de los pueblos de la Depresión Momposina: Guamal y Mompox (en coautoría con Xavier Ávila, 2024), La cumbia en Guamal, Magdalena (en coautoría con David Ramírez, 2023), El acordeón de Juancho (2020) y Semana Santa de Guamal, Magdalena, una reseña histórica (en coautoría con Alberto Ávila Bagarozza, 2020).
Ha escrito las obras teatrales Flores de María (2020), montada por el colectivo Maderos Teatro de Valledupar, y Cruselfa (2020), monólogo coescrito con Luis Mario Jiménez, quien también lo representa. Su trabajo poético ha sido incluido en antologías como: Quemarlo todo (2021), Contagio poesía (2020), Antología Nacional de Relata (2013), Tocando el viento (2012), Con otra voz y Poemas inolvidables (2011), Polen para fecundar manantiales (2008) y Poesía social sin banderas (2005), y en narrativa, figura en Elipsis internacional y Diez años no son tanto (2021).
Como articulista y editor ha colaborado con las revistas Hojalata, María mulata (2020), Heterotopías (2022) y Atarraya cultural (2023), y ha participado en todos los números de la revista La gota fría (No. 1, 2018; No. 2, 2020; No. 3, 2021; No. 4, 2022; No. 5, 2023; No. 6, 2024 y No.7, 2025).
Entre los eventos en los que ha sido conferencista invitado se destacan: Ciclo de conferencias “Hablando del Magdalena” de Cajamag (2024), con el conversatorio Conversando nuestra historia guamalera; Conversatorio Aproximaciones históricas a las marchas procesionales de los pueblos de la Depresión Momposina: Guamal y Mompox (2024); Primer Congreso de Historia y Patrimonio Universidad del Magdalena (2023), con la ponencia: La instrumentalización de las fuentes históricas en la construcción del discurso hegemónico de la vallenatología; el VI Encuentro Nacional de Investigadores de la Música Vallenata (2017), con Julio Erazo Cuevas, el juglar guamalero; y el Foro Vallenato Clásico (2016), en el marco del 49º Festival de la Leyenda Vallenata, con Zuletazos clásicos.
Ha ejercido como corrector estilístico y ortotipográfico en El vallenato en Bogotá, su redención y popularidad (2021) y Poesía romántica en el canto vallenato: Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino (2020), donde además participó como prologuista.
Realizó la postulación del maestro cañamillero Aurelio Fernández Guerrero a la convocatoria Trayectorias 2024 del Ministerio de Cultura, en la cual resultó ganador; participó como Asesor externo en la elaboración del PES de la Cumbia tradicional del Caribe colombiano (2023) y lideró la postulación de las Procesiones de semana santa de Guamal, Magdalena a la LRPCI del ámbito departamental (2021), obteniendo la aprobación para la realización del PES en 2023, el cual está en proceso.
Sus artículos han sido citados en estudios académicos como la tesis Rafael Manjarrez: el vínculo entre la tradición y la modernidad (2021); el libro Poesía romántica en el canto vallenato: Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino (2020) y la tesis El vallenato de “protesta”: La obra musical de Máximo Jiménez (2017).
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