Opinión
Las historias que mamá contaba

Mi madre, a sus más de ochenta años, tenía en su mente un cúmulo de recuerdos. Hablaba de ellos con la facilidad de quien los había atesorado como un bien preciado. Los de mi padre, sus hermanos, algunos sobrinos, y sus padres, eran los de su predilección, quienes habían cumplido su ciclo de vida.
De papá, que murió hace más de veinte años, debía tener un universo de recuerdos, de alguno de ellos me hizo depositarios, entre ellos que sólo a él amó en la vida.
Su padre había muerto muchos años atrás, y quizá lo que más recordaba eran las circunstancias que rodearon este hecho. Sin embargo, creo que esta información hace parte de mis recuerdos, más que los de ella, producto de las respuestas que desde niño obtuve cada vez que pregunté por él.
De su madre ahondaba en relatos, fue un personaje fundamental en su vida, su guía, quien tomaba las decisiones, a quien respetaba y amó entrañablemente. Con razón mi abuelo, afectado en su salud, dejó en sus manos la conducción de la familia. Entiendo que lo hizo con amor y mano de hierro, porque mamá, hasta los últimos días de su vida, reía mientras contaba sobre los pretinazos que mi abuela repartió entre sus numerosos hijos.
Recordaba a sus hermanos, sabía con precisión las fechas de nacimiento, parecía que a ella le hubieran asignado el papel de notaria para que diera fe sobre algunos hechos de la vida de estos y de la muerte de cada uno.
También de los sobrinos, especialmente a los que pese a ser menores que ella se le adelantaron en el viaje hacia el más allá. Para cuando se produjo la muerte de uno de sus hijos, y tres de sus sobrinos, ya ella no estaba, lo que le hubiera producido un dolor indescriptible, porque sufrió con cada hecho que enlutó a la familia.
De la sensibilidad de mi madre por el pasado de su familia fui testigo. Ella y yo nacimos con esa capacidad, la que me llevó a ir detrás de sus recuerdos, aunque creo que no fui lo suficientemente acucioso, tanto que me arrepiento de no aprovechar el tiempo que tuve a su lado y de mis tíos, para escudriñar más sobre nuestras familias.
Mamá encontró en mí el cómplice para transferir parte de ese universo de información que fue guardando en su mente. Hizo de mi un interesado por el pasado y yo de ella un informante de datos que iba conociendo con otras fuentes, tanto que, cada vez que me informó de algo sobre el pasado de la familia, recuerdo que debo llamarla para contarle, olvidándome que hace más de dos años no nos acompaña.
Los domingos, cuando estaba a su lado, ella acostumbraba a quedarse un poco más tarde en la cama, y en algunas oportunidades se refirió a la voz de una mujer que pregonaba por las calles un producto alimenticio que vendía. La escuchaba y recordaba a su hermana Mercedes, quien años atrás había muerto, porque cada fin de semana le compraba sus productos. Y mientras ella me refería, yo escuchaba el cantar de un pájaro, fijando ese sonido en mi mente, para cuando ella ya no estuviera me ahogara en deseos de levantarme a su lado para escucharla contándome sus historias.
Álvaro Rojano Osorio
Sobre el autor

Álvaro Rojano Osorio
El telégrafo del río
Autor de los libros “Municipio de Pedraza, aproximaciones historicas" (Barranquilla, 2002), “La Tambora viva, música de la depresion momposina” (Barranquilla, 2013), “La música del Bajo Magdalena, subregión río” (Barranquilla, 2017), libro ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el portafolio de estímulos 2017, “El río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena” (Santa Marta, 2019), “Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en Bajo Magdalena” (Barranquilla, 2019), “Pedraza: fundación, poblamiento y vida cultural” (Santa Marta, 2021).
Coautor de los libros: “Cuentos de la Bahía dos” (Santa Marta, 2017). “Magdalena, territorio de paz” (Santa Marta 2018). Investigador y escritor del libro “El travestismo en el Caribe colombiano, danzas, disfraces y expresiones religiosas”, puiblicado por la editorial La Iguana Ciega de Barranquilla. Ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el Portafolio de Estímulos 2020 con la obra “Abel Antonio Villa, el padre del acordeón” (Santa Marta, 2021).
Ganador en 2021 del estímulo “Narraciones sobre el río Magdalena”, otorgado por el Ministerio de Cultura.
2 Comentarios
De tal palo está la astilla y todo es así.la sangre...
Excelente crónica,me gusta lo que escribes porque son vivencias reales.La genética no falla.
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