Opinión
Editorial: Alientos para la integración entre costa Caribe y Pacífico
Anclada en una posición privilegiada del continente sudamericano, Colombia es el único país en disponer de dos miradas al mar. Dos caras que le invitan a relacionarse naturalmente, por sinergia, con dos mundos diferentes: el occidental y el extremo oriental.
Es también un país de mezclas y matices repartidas entre dos costas donde las influencias afrodescendientes e indígenas son notables, y donde en las últimas décadas se ha tratado de rescatar la identidad de cada uno de sus grupos étnicos.
Sin embargo, la distancia comunicativa e identitaria entre las dos “caras” de Colombia sigue siendo abismal en un sentido cultural. Las dos Costas parecen moverse de manera radicalmente independiente, cada una afrontando sus dificultades y las realidades económicas a su manera, buscando formas de afirmar su identidad al mismo tiempo que construyen unos nexos inevitables con la nación colombiana.
Entender la realidad social y cultural de un chocoano puede, en muchas ocasiones, ser algo inconcebible para un Vallenato y viceversa. Somos hermanos que han vivido en la misma casa pero sin mantener una conversación clara. Compartimos la misma madre, pero sin haber hablado de las alegrías y la confianza que nos genera tenerla.
Esa incomunicación tiene sus riesgos. Vivir apartado del otro, desconociendo sus peculiaridades y retos, nos vuelve insensibles y menos solidarios. Por eso, hemos de celebrar cada paso dado en la dirección de una integración plena entre ambas costas, cada esfuerzo y cada espacio generado en los ámbitos públicos y privados.
Un evento como el IV Encuentro de Narradores Orales del Caribe organizado este fin de semana en Valledupar (y en otras tres ciudades del Caribe) es un paso en firme en esa dirección de visibilizar los diferentes cuenteros de Colombia.
El homenaje a la ciudad de Buenaventura (Chocó) nos permite acercarnos a un modo de ver y entender el mundo, de vivir y contar la vida, que, finalmente, no dista mucho del nuestro.
Y eso es justamente lo bonito de crear puentes: darse cuenta de que, finalmente, tenemos mucho en común, reímos y lloramos con asuntos muy parecidos, compartimos una historia y unas raíces, y formamos parte de una nación donde las diferencias suman fuerzas.
En este encuentro de Narradores Orales hemos podido ver que la locuacidad y el humor de los cuenteros del Pacífico –como Alexander Mosquera y Carlos Rodríguez– se compaginan maravillosamente con la creatividad y la expresividad del caribeño Moisés Perea.
Así pues, esperamos que estas iniciativas sigan repitiéndose con frecuencia para disfrutar de la excelencia artística de regiones vecinas e incentivar el crecimiento de nuestras propias artes.
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