Opinión
Tenemos que ser escritores
Apreciados compatriotas: Si desean seguir encontrando rastros de lo que hoy somos, es necesario revivir la historia. Algunas cosas han cambiado en estos once años; ahora pienso, leo y escribo sustentada en lo que hallo en Internet, es decir, estoy enredada en las redes y pesco y me pescan.
Mis libros ya leídos los he ido donando para dejar de lado la vanidad de mostrar a los esporádicos visitantes cuán ilustrada creo ser. Estoy lista para emprender la campaña #FabricaLectoresDonaTusLibros, así, como se destaca en Twitter.
“Hoy es junio 3 de 2001, escribo en un artefacto del siglo pasado, escucho música de dos siglos atrás, y mi país, Colombia, retrocede cinco décadas por culpa de los ladrones elegantes que, al ser pillados en flagrancia, piden cárceles especiales, con clima artificial, bien amobladas, y sobre todo, que no les quiten el acceso a los medios de comunicación porque sin ellos dejarían de existir, es decir, de tramar perversidades, de conseguir fondos del Estado para seguir con el ritmo de vida celestial que han llevado desde la cuna; pues son herederos para siempre jamás de todo lo que pisen sus pies rosados.
El problema de Colombia es de siglos de hambre, de injusticia, de infamia constante; ahora se acelera por los miles de millones de dólares que circulan y que secundan la compra de armas último modelo.
Las diferencias de clase (entre la media y la alta) se hacen menos notorias porque a los ricos les tocó disfrazarse de necesitados, camuflarse entre nosotros, comer a escondidas, ser presos en sus casas citadinas a pesar de ser señores feudales, porque en su campos la guerra se ejerce por parte de -mínimo- cuatro ejércitos de hombres y ¡mujeres! que no lavan, ni amamantan, ni cocinan: asesinan.
Los que no logramos escapar vía Internet, escribimos desde nuestro escritorio antiguo, somos prosistas por la fuerza del destino desgraciado, porque no podemos hablar con cualquiera pues todos somos enemigos de todos; se camufla el niño en su egoísmo, la mujer en el vestuario, el hombre en el deber…. para no mirar hacia los lados (como caballos). Hay que caminar recto, no sonreír, no emitir gestos con el cuerpo, tratar de ser invisibles, para, tal vez, sobrevivir hasta el próximo viernes.
Hoy, aquí en Colombia, somos como fieras atrapadas; los bandos en disputa han logrado dividirnos al fin; y vencidos nos vemos ¿o lo somos?
Así que el recurso que invoco como título de esta columna es simple y con sabor a eternidad: escribiremos para no enloquecer, dejaremos registrado día a día este dolor de patria. Al término de la contienda (porque todo tiene su comienzo y su final) tendremos miles de libros buenos o malos, que narrarán a nuestros hijos las causas reales (reclinadas en la ficción para que les guste) de nuestro retroceso como seres dignos, trabajadores, espirituales y amorosos; para que no tropiecen con las mismas piedras: ambición, envidia, pereza e ira”.
Y los protervos siguen ahí…sitiándonos.
yastao2@hotmail.com @yastao
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