Opinión
La Paz es mi pueblo
Suena demagogo decir que el crecimiento real de una comunidad incluye la formación completa de aquellos que la conforman. En realidad, más que buscar la aprobación con una vieja frase de cajón, esta oración encierra una verdad inminente, que trasciende la obviedad y se parquea en la esquina de las cosas importantes. Y es a esa esquina donde tendrían que ir los líderes políticos y las personas comunes de La Paz. No estaría de sobra que la lean y traten de entender qué significado tiene.
Ese municipio del Cesar que desde hace unos años se ha convertido en una especie de estación de servicio enorme, enfrenta un problema real que parece no ser notado por sus pobladores. Tanto así, que pocos parecen advertir que no hay un polideportivo útil. Un lugar destinado al crecimiento físico y mental de los niños y jóvenes. Una ausencia que promueve generaciones de individuos que se forman incompletos. Sin esa cuota que aporta la recreación sana, el deporte y la cultura.
Lastimosamente, la imagen que se está mostrando a nivel nacional de este pueblo hermoso de calles raras, es la de un lugar rustico donde la ilegalidad parece deambular por sus calles y la vida está al filo de un peligro constante. Una apreciación incompleta y fabricada por un desconocimiento notorio. De esa forma no se cuneta a las muchas personas trabajadoras, que todos los días intentan sacar a su familia adelante. Aunque envueltos en ese afán de conseguir un capital estable, se olvidan del poder que tiene la unión y permiten que esos políticos, a los que ellos mismos ponen en el poder, pasen de largo sin hacer obras que contribuyan con el desarrollo integral de los más jóvenes.
Las cosas no fueron siempre así, los pacíficos que tienen más de veinte años, recuerdan la época del poli deportivo José Abrahán Atuesta, un lugar donde se pasaban tardes de interacción juvenil. Ese terreno en el que los partidos de futbol veían morir el sol con una constante fragancia decembrina. Nadie sabe qué pasó. Poco a poco el interés de todos viró en otra dirección y la soledad se apoderó de ese espacio. Los estragos del tiempo aparecieron con su paso y la mortal indiferencia le dio la estocada final. Un relato triste que se refleja en estado real del viejo “Poli”.
Es hora de despertar. Señor alcalde Wilson Rincón, ojalá usted no sea uno más de los que pasan sin mirar para ese lado. Es importante que entienda esta invitación, revise que realidad están viviendo las generaciones actuales y que camino se puede esperar de su formación, carente de oportunidades sanas, de aparente destino al entretenimiento nocturno relacionado al alcohol y los problemas. Es bueno que revise que propuestas hay en este respecto y que intente tratarlo con la inmediatez que merece.
Sobre el autor
Pepe Morón Reales
Habemos PepeM
La Paz (Colombia, 1984). Después de interrumpir su carrera de medicina en la ciudad de Barranquilla, viajó a Bogotá a estudiar comunicación social. Ahí descubre su gusto por el teatro y comienza a introducirse, de a poco, en el mundo de las tablas. En el año 2007 se radica en Buenos Aires para formarse como periodista y combina su aprendizaje histriónico con su fascinación por la literatura.
En el 2009 participa en el concurso de Argentores y Metrovía y abre su primer blog donde intenta mostrar algunos de sus trabajos. A mediados del mismo año comienza a escribir Muerte De Cruz, su primera novela y la publica a finales de 2010.
Los años siguientes se vinculó con Gramática Comunicaciones, encargados de redactar los suplementos de Pymes y arquitectura de los diarios Clarín y Nación.
En el año 2012 se radica nuevamente en Colombia y ahí se prepara para el lanzamiento de su segundo libro llamado El Juego del Ahorcado.
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