Opinión

Espejos para no pisar la mierda

Baldot

10/05/2022 - 10:33

 

Espejos para no pisar la mierda
Obra del artista Uvaldo Torres (Baldot)

 

Hay historias que se te revelan justo en tu propia cara como queriéndote mostrar el futuro, revelándote tu propio destino. Por ejemplo, la historia de mi padre trabajador, que, desde muy chico, recuerdo su modo de pensar. Nunca quiso aprender, ni dar estudios a sus hijos tal vez porque nació de padres analfabetas, que sólo le brindaron las ganas de marcharse para Venezuela en épocas de oro negro.

Mi padre, me acuerdo, aparecía en la casa en las madrugadas, yo que me levantaba a mear siendo un niño y mi madre que me llamaba “Uba, Uba, acércate a la cama, ven acá, toca aquí”. Yo pasaba la mano por la cabeza de mi padre -que por ser tan negro no se veía en la oscuridad de aquellas madrugadas acostado en la cama- y al instante sabía que era mi padre. Claro, no sin antes asustarme porque sus pelos enredados -grifos cucú, como decimos en el caribe colombiano- me recordaban al instante aquella tía política cuando tomaba mi mano y se la llevaba a su grandísima vagina y aquel temor que sentía yo porque pensaba que eso era una araña…

Sentía aquella sensación con el pelo de mi padre. Mi padre me mostraba las luces de su reloj moderno, chino tal vez u original. Eso pasó hace mucho tiempo, cuarenta y tantos años tal vez… Recuerdo la marca de aquel reloj Casio. Después, a los pocos días de visitarnos a mis hermanos y a mí, desaparecía en una madrugada de aquellos de la misma forma que había llegado. En esos días que había estado con nosotros, se divertía bebiendo ron con sus amigos, tomaban aguardiente hasta embriagarse, y yo que siempre me le acercaba, me sentaba en sus piernas. Él me ponía a servirle el trago y me daba un poquitico a probar, expresaba: “Tómese un trago pa´ que aprenda a tomar temprano”. Yo, feliz. Era muy niño. Pero claro, mi madre y él discutían por esas vainas. Él le decía: “Déjalo, Micha, pa´ que aprenda, no quiero un hijo maricón”.

Yo con nada me ponía a llorar, sobre todo el apodo que me tenían mis hermanos (“Dos pichas”) por tener una gran hernia en el ombligo. Mi padre me enseñó desde niño a enamorar, para él eso era un placer que yo fuese novio de todas las niñas del barrio. Hizo una alberca casi del tamaño de una piscina para que yo cada vez que me bañara e invitara siempre a las niñas y les metiera mano como el mismo me decía, un día se marchó para siempre dejándome solo con mi madre y sus putas enseñanzas. Hoy que supe de él ya es un hombre anciano que nunca aprendió una letra, por poco se me olvida que el desgraciado también me enseñó a pelear. Se divertía viendo a mi hermano cómo me daba en la jeta hasta sangrar, solo me dejó de llamar cacorro hasta que un día de pura suerte le gané a mi hermano que era un año mayor que yo. Ése día mi hermano tenía dolor en una de sus muelas y me acordé y le acerté un puño, que casi le sacó la muela, me dio dolor al verlo sangrar y llorar por culpa de los caprichos de aquel papá borracho, un pedazo de panela era lo único que le daba al ganador.

Lo mejor que hizo fue marcharse, claro, amándolo siempre, qué más hacía. Ésa fue mi vida desde que comencé en esta tierra… Y hoy que supe de él, ya él con sus ochenta y tantos años, enfermo, moribundo, y me da mucho coraje porque mi vida la he llevado parecida a la de él, mujeriego, tomador, pero eso sí yo sí he sido responsable con mis hijos. Nunca les ha faltado nada, a pesar de tantas borracheras y mujeres que he tenido; nunca les he dado un maldito trago, ni siquiera al único hijo varón que tengo.

Mi viejo acabado, pobre, así como comenzó su vida, iletrado, analfabeta, veo en él tal vez mi espejo, pero yo, que estudié la primaria, al menos sé leer y escribir, un poco mal, pero escribo y leo, me hice un boxeador sin corona casi que de papel para salir de la pobreza y nada que lo conseguí. Seguí siendo un hombre sin dinero, lo poco que conseguí me lo gasté en mi casa, con mi madre, mis hermanos, mujereando y parrandeando como la canción de Diomedes y, en esas mismas madrugadas, así llegué yo a mi casa como contrabandista de ese mismo país que mi padre adoptó.

Me hice pintor por amor al arte y por querer ser una persona menos ignorante, para que mis hijos no repitan lo mismo, ni siquiera le puse mi nombre a mi hijo, que es el mismo nombre de mi padre, para que conmigo se acabe de una vez por siempre lo mujeriego, lo borracho y lo ignorante y les pediría a mis hijos que jamás insistan en llamar por mi nombre uno de mis nietos hombres, no estudié, pero la vida que escogí me hizo pintor y un escritor de mi propia vida, a lo mejor seré grande, claro, los otros espejos son de un escultor y un amigo pintor que conocí tiene la misma edad que mi padre, talvez un poco más, con él me he tomado unos cuantos rones, hasta me he fumado unas que otras cositas con él, son mis amigos, buen pintor y buen escultor; el escultor habla francés, el otro lo habla también, aunque más el escultor que si lo pronuncia bien,  el pintor no habla inglés, el escultor sí que sabe ese difícil inglés,  pero ambos no sé qué les pasó, sus trabajos ya no se venden como ayer. Ayuda me piden los dos y yo me pregunto ahora que soy un pintor y que dejé atrás la vida del comerciante, de boxeador, del cocinero y todo lo que fui, como se refiere el Mono Olivella mi amigo del barrio “Uba ha sido de todo menos marica”: ¿Me he de preocupar?

Aún tengo la manía de estar tomando y jodiendo con pendejadas, puteando, visitando bares, claro he decidido bajarle a todo, mi mente ya no es la misma, se me están olvidando algunas cosas… En cualquier parte dejo olvidado cualquier vaina, casi no duermo, me despierto en las noches, escribo porque tengo ganas de escribir, esta vaina que es más difícil que pintar y me espera seguir pintando, viajado por el mundo entero porque me juré a mí mismo que viajaría sin parar hasta los sesenta y tantos años, llevando mis lienzos en los que he plasmado mi vida, mi historia, mis vivencias en ellos para que lleguen a los rincones del mundo. Disciplina, no quiero que me pase lo de estos pendejos que por estar jodiendo y malgastando dinero me toque comer mierda en la puta vejez y sin un puta millón de dólar en mis bolsillos debajo de mi colchón, sin tomarme un whisky, un ron, una cerveza, un tabaco, qué sé yo, tener o ni para pagar los servicios de una bella mujer de piel suave, con un buen culo, aunque no le haga nada.

 

Baldot

Sobre el autor

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Fintas literarias

Uvaldo Torres Rodríguez. “Baldot”. Artista que expresa su vida, su historia, sus sueños a través del lienzo, plasmando su raza, lo tribal, lo ancestral, y deformando la forma en la búsqueda de un nuevo concepto. Redacta su vida a través de la pintura, sus fintas literarias las escribe con guantes de boxeo. Con amor al arte y a la literatura desde niño.

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