Opinión

La Central de Abastos ahora despacha desde el cielo

Yarime Lobo Baute

20/06/2022 - 05:10

 

La Central de Abastos ahora despacha desde el cielo
Luis Eduardo Leal Bonett y Elvia Nidia crearon esa enorme tienda en Valledupar a la que llamaron Central de abastos / Foto: cortesía

 

Los números siempre nos dirán cosas en la medida que agudicemos los sentidos, hay un número en especial que me llama la atención: el nueve, viene siendo el dígito más alto del sistema decimal. Los pitagóricos lo llamaron “el océano y el horizonte”: contiene en sí mismo todos los números que lo preceden, y no hay ninguno sobre él. Se le suele dar el significado de madurez, humanidad, generosidad.

En la tierra del Macondo de Agua Dulce, ese territorio de música y leyendas, hay un nueve con sentido femenino, le dicen la Novena y le asignan ese nombre a una vía que nace de los costados de la Calle del César o Carrera séptima y desemboca en una glorieta que contiene en sus adentros un  pedazo de acordeón que esparce pito a pito en cuatro aires el último pedazo de la vía que va a dar al puente de la “Mentira y la Verdad”, al que por debajo le corre el río de agua fría más conocido como Guatapuri.

La Novena tiene tantos significados, tantas historias construidas a lado y lado de su tramo, que, como lecho de rio, a su paso junto a ella emergen hogares, emprendimientos preñados de sueños de progreso, los cuales son como árboles plantados junto al río, que así el tiempo pase, no perecen, ni se secan jamás.

La Novena es en sí misma un conjunto de oraciones o actos devotos que se practican durante nueve días y que se dedican a ese Dios de todos, ese gran Creador, el maravilloso pintor del “Amor Amor” al que cada uno le da un nombre, matiz y color en su sentido y creencia personal de sus propios e individuales mundos internos, ese accionar preñado de fe y esperanza se le suele rendir a esa bella y siempre abundante Virgen María, madre de todos, que siempre nos abraza en su regazo a través de la Madre Tierra, también se suelen hacer novenas a esos santos que estuvieron aquí para mostrar un camino e inspirarnos a andar en ese camino que se hace al andar.

El nueve es a la novena como el Sol a la Luna, como el Día y la Noche, como la tierra y el Cielo, cómo las cuatro estaciones que se agolpan en ese tramo de vía que se combina en estos cuatro elementos y nos recuerda el poderoso quinto elemento que le da sentido y sazón a la existencia: el Amor.

Tramo a tramo, la novena que conforma la tierra del “Amor Amor”, ésa que a tantos divierte (Amor y Amistad) y nos permite olvidarnos de la muerte (miedo), guarda en sus laterales historias precisamente de eso: De “Amor Amor”, cada tramo, cada medio, cada esquina da cuenta el poder indescriptible de la Fe, la Esperanza cuando se arropa de las alas del Amor.

Y fue el amor a la vida lo que en la década del cincuenta trajo a estas tierras a un joven laborioso junto a sus padres y hermanos, al cual el amor de dos seres como Ramiro Leal e Isabel Bonett le permitió nacer un 21 de Junio de 1937 en las preciosas tierras del Carmen (Norte de Santander) y llamaron con alegría Luis Eduardo, nombre, entre otras cosas, que constituye un patrimonio cultural en esas tierras norte santandereanas y al cual como apodo de cariño a todo al que así llaman le suelen decir Uicho. Salieron de aquellas tierras enclavadas en la Serranía del Perijá para no regresar, dejando atrás lo contrario al amor, cómo lo es el miedo y toda la violencia del que este deriva, en especial por esos días en que los pobladores de su tierra natal y áreas circunvecinas decidieron dividirse, fragmentarse identificándose con marcas que llamaron los de trapos rojos y los de trapo azul para etiquetarse, diferenciarse en pensamientos, enfrentarse por los mismos al que pensase contrario, perseguirse y aniquilarse en un espectáculo dantesco que recordarlo da dolor.

Así llegaron a Valledupar esta hermosa familia de apellido Leal Bonett, venida del Norte de Colombia, llegaron para quedarse y como árbol de cañahuate, llegaron a resplandecer como el amarillo sol.

Los arroces y el algodón eran el motor de la economía en esos tiempos en la que hoy se conoce como la capital del departamento del Cesar. El agro a gran escala atraía a propios y foráneos para quedarse, así llegó también del Sur de Colombia una mujer, una que llegaría a este mundo fruto del amor de Filomeno Vásquez y María Cornelia Vásquez Gutiérrez, hermosa pareja residente en Buenaventura (Valle del Cauca), lugar donde un 22 de noviembre de 1945 nació esa mujer preciosa a la que llamaron Elvia Nidia.

Las casualidades no dan espera. Barrios como el Primero de Mayo, Simón Bolívar y Doce de Octubre nacieron de esas bonanzas arroceras y algodoneras para dar cabida a muchos foráneos que se daban cita en el territorio para hallar en una Luz de esperanza y redención, para encontrar esa paz y florecimiento de sus vidas, fue así que el fallecer del señor Filomeno Vásquez trajo a este último barrio (Doce de Octubre) a Elvia Nidia, quién, afligida por la muerte de su padre, buscó apoyo en su hermana Emperatriz de Barona, quién en aquel entonces trabajaba con los señores Joaquín Sierra (de La Junta, Guajira) y Jaime Martinez (vallecaucano) en lo que fuera los inicios de las arroceras en la hacienda Campo Alegre (Corregimiento de Badillo), situación que le daba las condiciones para no dudar en recibir a su hermana Elvia Nidia.

Luis Eduardo Leal Bonett y Elvia Nidia, fundadores de la Central de abastos de Valledupar / Foto: cortesía

Los caminos de la vida los traza los anhelos del corazón, el amor de Elvis Nidia por la enseñanza la llevó fácilmente a abrirse espacios como profesora del colegio parroquial del barrio Doce de Octubre, dónde su pasión y entrega a la docencia la hizo notable, no sólo ante los ojos de los niños, de sus padres o de las autoridades educativas, sino también de Luis Eduardo Leal Bonett, joven aquel que, desde pequeño, se acostumbró a trabajar en sastrería, en zapatería, emprendiendo negocios de víveres, indistinto de su quinto de primaria, su visión, su alma sabía y corazón emprendedor lo llevó más allá de un conocimiento impartido, lo tomó de la vida, lo adquirió en su andar, siendo ese andar el que le dio la seguridad del nueve, aquel número que los contiene a todos, aquel número que, como el sol, alumbra, radiante y con arrojó el ya reconocido Uicho, no tuvo reparo, no tuvo miedo para expresarle su amor a la damisela Novena, esa mujer que, como la Luna apacible, sale cuando se oculta el sol para dar paz, descanso, reflexión y nuevas fuerzas. Eso era ella, Elvia Nidia, quién escuchó atenta la propuesta de Luis Eduardo con todos sus sentidos, con su alma y corazón.

No dudó Elvia Nidia de las palabras de Luis Eduardo y más que estás le hablaban de Amor, le dibujaban una juntanza de sueños, de caminos, le ofrecía la construcción de un hogar de largo aliento que como árbol Sagrado junto al rio diera no sólo frutos, sino que dieran cuenta de esa fusión de Amor que no perece, ni se seca jamás.

Entonces, como el sol a la luna, como el día a la noche, como el cielo y la tierra, conspiraron el fuego, el aire, el viento y el agua para dar paso al amor de este par, que juntando sus caminos se abrieron paso por el cauce que trazaba la vía de la novena y se asentaron a un costado, en la esquina de aquella inolvidable calle 13B, dónde seguros de su paso, abrieron paso como pareja a esa enorme tienda a la que a bien tuvieron llamar Central de abastos, allí los artículos de primera necesidad estaban a la orden del día distribuidos con un orden exquisito en estantes a los cuales toda la población vallenata frecuentaba en busca de esos víveres que sustentan los hogares.

Día a día, esta hermosa pareja se abría camino. Su amor no tardó en dar sus frutos, triada de críos hicieron presencia en este mundo, cimentando el hogar de este par de emprendedores, la primera en arribar la llamaron María Alexandra, el segundo en llegar continuaron con la tradición del Úicho y llamaron Luis Alfonso y la última, cómo las flores y como el cierre de ese amor abnegado que siempre ha profesado Elvia Nidia, la llamaron Nidia Margarita.

Para Luis Eduardo y Elvia Nidia, formar a sus retoños era un reto, una misión, un motivo para que esa Central de Abastos funcionara como locomotora a todo vapor, sino que esos mismos vapores les permitiera diversificar en los negocios, ensanchar los caminos y abrirle posibilidades ciertas a esos niños que les daban las fuerzas para no claudicar.

Sus niñas fueron educadas en el emblemático y centenario colegio La Sagrada Familia, su niño en aquel claustro que apodaron Colegio Militar. No pararon ahí, fueron a dar a la capital a seguir profesiones, ensanchando las visiones y a otras latitudes ir a dar, amparados en la fuerza telúrica del amor, de esa mezcla de dónde y talentos de sus padres y el conocimiento al que les permitió acceder el esfuerzo laboral de ellos mismos para abrirles esas puertas.

Como instantes sin manecillas de reloj, corren los días y las noches, sale y se oculta el sol, sale y se oculta la luna en cada amanecer, es así día a día, un consecutivo de salir y ocultarse el sol en cada atardecer para darle llegar a la luna que hace lo mismo que el sol al amanecer. 

Las manecillas del reloj, esta vez, se hacen visibles, marca el año 2022, es el mes de junio, a pocos días del natalicio de Luis Eduardo, aquel niño al que el ciclo de la vida como las estaciones tuvo la secuencia de sus pasos que abrieron sus brazos al verano, la primavera, el otoño y... emprende esta vez como Alma Eterna el abrazo del invierno, ése que congela, ése que detiene y pareciera todo llenarlo de frío...

A seis (6) días del natalicio de Luis Alfonso, las ramas de ese árbol frondoso que este aguerrido hombre arropado del nueve (9) forjó mano a mano con su damisela novena se estremecieron, la voz de  aquel que de cariño se conoció en toda la comarca como Úicho dejó de ser audible, de la misma manera como llegó a este mundo tridimensional, como ese polvo de mariposas que retorna a su origen, así partes, con esa fragilidad que nos hace pensar en la nada, pero esa alegría del alma que nos hace sentir el todo, con nada viniste, pero todo lo forjaste con la fuerza del corazón, todo lo que diste, eso te llevas, contigo va como cobija a tu ser el amor de ella, tu abnegada y fiel compañera, tu esposa, tu amante, tu amiga, la madre de tus hijos, ella ahí, siempre ahí, a tu lado como el nueve a la novena, como el norte al sur, como el día a la noche.

Te vas pero te quedas, te quedas regado en pedacitos de ti, quedas en aquellos tres (3) que como la Trinidad hablan de ti, estás presente en la destreza de María Alexandra con los números y su sabía manera de interpretar el nueve en todo el contexto que encierran los sistemas, te quedas en la mirada de ese Úicho Alfonso, quién busca los abastos surcando el cielo mismo, en el corazón de la última de tus Amores, la que vio en la economía la comprensión de tu mundo, la que vio que la Central de Abastos era más que una esquina y la ensanchó tanto que al otro lado del mar fructificó.

Partes para quedarte, apreciado Úicho, partes para emprender, esta vez emprender esa gran Central de Abastos al lado de esa maravillosa Casa en el Aire a la cual el que no vuela no sube a verla prosperar tal como lo hiciera en la tierra, esta vez, es para fructificar en la eternidad.

Larga vida a tu alma Luis Eduardo Leal Bonett.

 

Yarime Lobo Baute

Sobre el autor

Yarime Lobo Baute

Yarime Lobo Baute

Obras son amores

Soy la que soy: Mujer, Artista desde mi esencia, Arquitecta de profesión, Fotógrafa aficionada, Escritora desde el corazón y Emprendedora por convicción. Una convencida de que la OBRA está más allá de los cementos, son cimientos que se estructuran desde el SER, se traducen en el HACER y traen como consecuencia un mejor TENER.

Las OBRAS son esos AMORES intangibles y tangibles que están por encima de las mil y una razones.

@YarimeLobo

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