Opinión
Sueño borracho
Yo dormía en un rincón de una esquina donde se encontraban algunos niños que gritaban ‘‘Ahí está el pintor dormido, está borracho’’. Gritaban, pero en realidad me sentía cansado. En aquella esquina yo tenía extendidas mis pinturas, yo las vendía ahí porque muy cerca quedaba una iglesia de color amarillo.
Yo que descansaba, estaba agotado como un enfermo, como un hombre anciano, parecía estar allí sin fuerzas, dormido; parecía borracho, drogado con mis brazos estirados sobre el borde de aquella esquina de la iglesia, pero lo más increíble de esa escena era que soñaba con una mujer hermosa que muchos años atrás había sido mía o del pintor que estaba allí durmiendo en el mismo sueño y, de repente, en ese mismo sueño, soñaba y seguía soñando con aquel amor que no podía olvidar y que se le había aparecido en los sueños.
El hombre cansado escuchó una voz de otra mujer que estaba parada, como inclinada, o sea de la otra esquina de la calle que se estrellaría casi con la puerta de aquella iglesia, ocres como las rocas. ‘‘Ese fulanito, ve, qué hará tirado ahí, está llorando’’, se refería al pintor porque de sus mejillas le bajaban lágrimas que parecían vivas como fuente que brota sin parar de sus ojos cerrados. En su sueño la reconocía, podía verla sin sus ojos abiertos, era la hermana de aquella mujer que lo había abandonado años atrás, aquella excuñada vestía de fucsia, enterizo de color púrpura, elegante, aún estaba joven con su pelo negro azabache que al estar inclinada su abundante melena caía hasta al suelo, como cascadas de agua de color negro.
Era de noche en el sueño y, de pronto, apareció su exmujer, tal vez la habían llamado o tal vez llegó al encuentro con su hermana y, cuando divisó al pintor, se acercó muy despacio. Ella, al igual que su hermana, estaba elegante, de ropas claras, el cabello radiante, le iluminaba su cara antes de acercarse, notó que era su antiguo compañero que estaba tirado en el suelo. De inmediato se dio cuenta que era aquel pintor, y antes de llegar le preguntó a los niños ‘‘¿ya no quieren la pintura del pintor?’’, les preguntó; porque los niños que seguían gritando ‘’Ahí está el pintor borracho’’ ellos le respondieron: sí, sí nos gusta, pero mire, la tiene en el suelo.
Ella le hizo señas a sus acompañantes como queriéndoles decir ‘‘Tengo que verlo”, y luego se acercó, le habló: ‘‘Pintor, pintor, soy yo, fulanito, el que tenía sus brazos recostados en el borde de aquel lugar’,’ cuando abrió los ojos y vio que era su gran amor que parecía volver, expresó con alegría: ‘‘fulanito, fulanito, regresaste’’. Aquí el pintor lloraba de alegría, abrasaba aquella mujer entre sus pechos, no quería que se fuera, pero ella solo lo saludó y se marchó. Aquellas acompañantes la llamaban, pareciese que iban a una fiesta por la elegancia de sus vestidos.
Aquella mujer que el pintor sostuvo por un rato estaba incomparablemente hermosa. Allí en ese lugar del sueño, mientras desperté, quedó el pintor que los niños gritaban: ‘‘Ahí está durmiendo el pintor, está borracho y su pintura en el suelo’’.
BALDOT
Sobre el autor
Baldot
Fintas literarias
Uvaldo Torres Rodríguez. “Baldot”. Artista que expresa su vida, su historia, sus sueños a través del lienzo, plasmando su raza, lo tribal, lo ancestral, y deformando la forma en la búsqueda de un nuevo concepto. Redacta su vida a través de la pintura, sus fintas literarias las escribe con guantes de boxeo. Con amor al arte y a la literatura desde niño.
1 Comentarios
Excelente sr Baldot
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