Opinión
Algunas buenas razones para incorporarse al nuevo departamento
La exclusión, la desatención a sus necesidades básicas y el sojuzgamiento que, históricamente, han sufrido los pueblos a orillas del Río Grande de La Magdalena en los departamentos de Bolívar, Madalena, Cesar y Santander de parte de los gobiernos departamentales, han sido desde siempre el caldo de cultivo para el descontento de los pobladores de esta sub región denominada Depresión Momposina y Magdalena Medio.
Todo este malestar comienza desde la conformación de los departamentos en que los pobladores de las capitales se tragan el cuento de sus mitos fundacionales en donde, mitos, al fin y al cabo, hacen de la ciudad y sus pobladores dueños del universo local departamental. Como diría un amigo estudioso, «creen que Adán y Eva nacieron en uno de sus patios», por tanto, ahí comienza el mundo y los demás somos invitados, pero sin confianzas ni derechos.
A propósito de esos mitos fundacionales, que solo ellos creen, y que, a fuerza de repetirlos, quieren convertirlos en dogmas de fe, inamovibles que “deben” ser aceptados “sí o sí” por los pobladores de los territorios. Carreta histórica con que tratan de mostrar la supremacía cultural e histórica de las capitales, fundamentándolas en pasajes de historiografía local, manipulados de tal forma que sus ciudades son la esencia de la vida y ombligo del mundo cultural conocido, lo que para los pobladores de los territorios les importa un bledo, pero que desde las sectoriales de gobierno departamentales son propósitos de imposición que realmente molesta e insulta al provinciano.
Veamos un ejemplo sencillo de cómo tratan de socavar la cultura y pensamiento de las poblaciones de nuestra sub región. Con el cuento de que las capitales son municipios certificados y que, por tanto, tienen autonomía para manejar la educación, sus ferias y fiestas patronales son declarados días de asueto para los pobladores y se suspenden las clases en escuelas y colegios. Eso es entendible, deseable y aceptable, pues no me imagino un Festival vallenato donde los colegios estén laborando normalmente, sin embargo, las fiestas patronales, ferias o Festivales de los territorios son irrespetados desde arriba pues pretenden que los estudiantes y profesores laboren normalmente, en la creencia que la cultura vernácula de los pueblos de provincia no tiene ningún valor y, por tanto, no debe ser tenida en cuenta.
Tratan de mostrar, de hecho, que la cultura capitalina es la que vale, la que hay que respetar, estudiar y seguir, en menoscabo y desprecio a las formas identitarias de los pobladores de los territorios. Imaginemos por un momento los antioqueños dando clase en las ferias de las flores, los caleños en sus ferias, los cartageneros en sus festividades novembrinas, los samarios en las fiestas del mar, los barranquilleros en sus carnavales o los vallenatos en su festival de acordeones.
Por otro lado, observamos que a nivel de inversión departamental ocurre igual o peor, vemos gobernaciones en una puja política entre la gobernación y la alcaldía de las capitales para ver desde qué entes se invierte más en dicha capital, con ello propician el desarrollo de la ciudad a costa del raquitismo presupuestal y de inversión de los municipios que reciben algunas migas del sobrante de la feria de contratos que se da por parte de los gobernadores en las capitales.
En el sector de educación, la cosa es peor. Colegios capitalinos con dotaciones anuales de mobiliarios, con laboratorios de física y química, con espacios de recreación y deportes, con nóminas de profesores completas y sobrantes, mientras que, en los municipios, las escuelas y colegios no tienen siquiera tubos de ensayo, reactivos y en la mayoría de los casos ni laboratorios. Pupitres deteriorados que, a final de año, los estudiantes son obligados a reparar para poder mal sentarse al año siguiente, ausencia de baterías sanitarias, niños y jóvenes sin la ración de alimentación que paga la nación, nomina de profesores incompletas, pues los traslados o reubicaciones hacia otros municipios o capitales no son reemplazados o llenados con prontitud para que los estudiantes no pierdan clases. Podía seguir enumerando detalles que motivan que la inconformidad, el descontento popular de estos pueblos sea creciente, lo que hace que se sientan excluidos y extraños sin articulación a la vida departamental y, por lo cual, deseen pertenecer a un nuevo departamento que los tenga en cuenta y que sus pobladores se sientan insertos al sistema.
Por último, quiero acotar lo siguiente: no es que los pueblos del río y de la ciénaga y los municipios de origen santandereanos, no se hayan adaptado a la integralidad del Cesar, el problema real es que los del norte no lo han hecho todavía, siguen pensando como guajiros, lo que en realidad son, y el prurito imperial de la clase dirigente no les ha permitido que hay que buscar la integralidad del departamento o dar vía libre a los territorios para buscar su reubicación geopolítica, o que el norte del departamento se regrese y se integren de nuevo a la Guajira.
Diógenes Armando Pino Ávila
Sobre el autor
Diógenes Armando Pino Ávila
Caletreando
Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).
1 Comentarios
El César es un departamento raro. Realmente parece una extensión de la Guajira, pero solo el norte. El resto contiene elementos bastante únicos de su zona. Por otro lado, creo que la Ley debe ser reformada de forma tal que los gobernadores den prevalencia al resto de municipios y no solo a la capital. Creo que el hecho de que un gobernador solo haga obras en la capital es bastante inútil e irresponsable, pues las capitales siempre están mejor con respecto al dinero que les llegue del Estado. De existir otro departamento, creo que ya no se considerarían de la costa. Lastimosamente las regiones de esas zonas, tal como el Urabá, les gusta sentirse diferentes o más relacionados con la gente del interior.
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