Opinión
El vallenato y la cultura mafiosa
Históricamente, las músicas populares han tenido la predilección de las mafias del narcotráfico y la vallenata no ha sido la excepción. Desde la época marimbera y la incursión del vallenato en la pasta sonora, los saludos en las grabaciones eran apetecidos por los marimberos de los años 70 y 80, y en las parrandas de aquella época los marimberos les regalaban camionetas y camiones llenos de ganado a algunos músicos.
A muchos de nuestros artistas vallenatos les gusta vestir, e incluso comportarse como mafiosos: tener guardaespaldas, asistentes que les alcancen el trago, andar armados, usar grandes cadenas de oro, transportarse en carros de alta gama y demás excentricidades propias de ese gremio.
Es por eso que en nada nos debe extrañar que varios de nuestros músicos hayan participado de la reciente bacanal organizada en el patio de extraditables de la cárcel La Picota de Bogotá durante más de tres días, recordemos que muchos de nuestros acordeoneros y, especialmente los cantantes vallenatos que ya no están con nosotros, se vanagloriaban y ufanaban de que sus mejores amigos fueran narcotraficantes, y sin ningún tipo de pudor, los saludaban en sus grabaciones.
Los narcos contratan a cantantes vallenatos para que les amenicen matrimonios en islas privadas, les prestan yates para que estos se sientan importantes. A buena parte de nuestros músicos vallenatos les encanta ese ambiente, mejor dicho, se sienten realizados al lado de narcotraficantes, y es por eso que ni el artista ni el manager se oponen a ser contratado por los mafiosos, así les toque ir a la cárcel a cantarles. Me imagino que les pagan muy bien.
Desde la época del famoso Gavilán mayor, que le componían canciones y las grababan, hasta las avalanchas de saludos a Emilio Tapias que los transportaba en avión privado.
Ana del Castillo, “El Churo” Diaz, “El Mono Zabaleta” deberían estar en la cárcel, no en el patio de los extraditables, sino regalándoles un concierto a los internos más desprotegidos de cualquiera de las cárceles de Colombia, como una obra social a personas que, por cualquier razón, no se encuentran en las mismas condiciones de libertad que los demás ciudadanos.
Pero nuestros artistas siempre se escudan en el triste y nada serio argumento, que ellos no preguntan a quien les van a tocar y que en nada les perjudica presentar su música a personas que se encuentran al margen de la Ley. El análisis que tampoco hacen es que algunos musicos vallenatos han terminado en el cementerio o en prisión, como dice la canción Marianita de Juan Segundo Lagos, por culpa de la amistad y cercanía con los mafiosos.
Ahora que la Procuraduría citó a estos artistas a rendir declaración juramentada por la gran fiesta de La Picota, ojalá también la Fiscalía los ponga a cantar, ahí si como dicen popularmente “pa´ que afinen”.
Colofón: No sé cuánto le haya invertido RCN a la novela sobre la vida de Leandro Díaz, pero de lo que sí estoy seguro es que la trasnochada a la que nos tienen obligado, sí ha valido la pena. Silvestre Dangond, su protagonista, está demostrando una vez más porque es el artista de mayor éxito actualmente en este género y sus calidades y cualidades no tienen nada que envidiarles a los grandes artistas internacionales. Al fin dieron en el clavo con una obra que, si sigue por ese camino, será recordada como una de las mejores telenovelas colombianas.
Jorge Nain Ruiz
Sobre el autor
Jorge Nain Ruiz
Vallenateando
Jorge Nain Ruíz. Abogado. Especializado en derecho Administrativo, enamorado del folclor Vallenato, cantautor del mismo. Esta columna busca acercarnos a una visión didáctica sobre la cultura, el folclore y especialmente la música vallenata. Ponemos un granito de arena para que la música más hermosa del mundo pueda ser analizada, estudiada y comprendida.
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