Opinión

¿Somos esclavos guardados en cajones?

 

El pasado 2 de diciembre se celebraba el Día internacional de la Abolición de la Esclavitud. Este día fue establecido para concientizar a la opinión pública sobre el flagelo que supone la esclavitud moderna.

También se conmemora en esa fecha el aniversario del Convenio para la Represión de la Trata de Personas y de la Explotación de la Prostitución Ajena, aprobada el 2 de diciembre de 1949.

¿En qué se centra? En la erradicación de las formas contemporáneas de esclavitud, como la trata de personas, la explotación sexual, las peores formas de trabajo infantil, el matrimonio forzado y el reclutamiento forzoso de niños para su uso en conflictos armados.

Bien por el significado dado a este día, tan urgente de ser visto y tratado como una urgencia manifiesta para lograr erradicar de esta tierra. ¿Pero qué es la Esclavitud? ¿Es un asunto de grilletes visibles e invisibles?, ¿Acaso ha evolucionado y se manifiesta de diferentes formas a lo largo de la historia?

Sentipensaba en los inicios de la pandemia y la conexión de esta con los medios de comunicación (radio, prensa, televisión, redes sociales, entre otros), cómo estos últimos determinaron las conductas de la masa y cómo la masa de manera autómata, cual esclavos, obedeció llevada por el miedo (cortisol colectivo alborotado y elevado a su máximo nivel), evidenciando conductas que indican que siguen más fuertes que nunca la tradicional esclavitud que se creía superada, aún persisten en sus formas anteriores, son como marcas hechas con candela viva en la huella emocional humana que pasa de generación a generación en forma de costumbre. Otras han transmutado, se han transformado en otras nuevas, pero, sin duda alguna, lo que detona y deja en evidencia la presencia fuerte del espíritu esclavo colectivo es el miedo, que cual virus se ha mantenido endémico siglo a siglo, generación a generación.

Cientos de informes preparados por los órganos de las Naciones Unidas y las ONGs demuestran la persistencia de las viejas formas de esclavitud que subsisten gracias a esa poderosa estrategia de vasallaje que alimenta el miedo, se nutre, fortalece y mantiene gracias al amparo de modelos educativos, sistemas de creencias y, por supuesto, las costumbres tradicionales que terminan siendo ley.

El miedo permite que esas formas de esclavitud sigan más vigentes que nunca, es una manera de mantener abiertas cicatrices, promoviendo una discriminación arraigada que se arropa de normas, enfilándola contra los grupos más vulnerables de la sociedad, continúan manejándose los juicios y etiquetas para estratificar las castas y definir las de inferior valía, minorías tribales y ni qué decir de nuestra raza aborigen: nuestros pueblos indígenas.

Toda una serie de nefastas conductas entre semejantes que dividen la humanidad entre dominantes y dominados, amos y vasallos, dueños y esclavos apoyados que sustentan su dominación en lo contrario al amor: el miedo.

Son los niños, pero en especial las mujeres a quienes más se les busca esclavizar con el miedo, valga el día de hoy para recordar como combatimos el miedo en los inicios de pandemia, lo hicimos leyendo ochenta y nueve (89) páginas, en un voz a voz virtual en donde hombres y mujeres nos dimos citas en grupos de WhatsApp (Red Colsafa, Club de Lectura, entre otros) para darnos la oportunidad de estar juntos a pesar del confinamiento propiciado por las aterradoras noticias con que paralizaban al mundo entero.

Leímos día tras día el libro escrito por una extraordinaria juglaresa macondiana bautizada en este mundo como Patricia Hernández Villazón, miembro activo fundador del colectivo de Mujeres Red COLSAFA, quien, siguiendo las enseñanzas de San Francisco, tuvo a bien dar para ese fuerte momento su creación literaria "Las mujeres que se guardan en los cajones" de manera física y digital como antídoto para que aquella parálisis generada por el miedo se disipara, diluyendo lectura a lectura esa conducta de masa esclava, disolviendo párrafo a párrafo esa  atmósfera de Miedo.

El experimento fue fantástico, la lectura trajo sosiego, se creó un ambiente de amor y amistad, de paz, de compartir juntos, en armonía a pesar de la distancia, se logró sentir un romper colectivo de  esas cadenas invisibles que tristemente continúan manteniendo a la población mundial guardada en cajones revestidos de creencias y tradiciones.

Son estas fechas y este día en especial la ocasión propicia para recordar que no hay esclavitud más grande que los programas anidados en la mente, que como cajones guardan en su interior información que llevan a repetir y sostener patrones, sistemas, hábitos y costumbres robustecidos por los miedos que asfixian el amor, siendo este último el antídoto y cura para sanar la endemia sistemática y cíclica que carcome esta nave planetaria en la que vamos todos: la Madre Tierra.

Te invito en el eterno presente a leer, regalar y compartir en estas navidades el libro: "Las Mujeres que se guardan en los cajones", obra literaria de una maravillosa mujere egresada del Colegio La Sagrada Familia de la ciudad de Valledupar como lo es Patricia Hernández Villazón.

¿Quién nos quita esas cadenas que nos mantienen esclavos para que salga la humanidad entera de esos cajones que hacen que se aniquilen los unos. a los otros amparados en el miedo?

 

Yarime Lobo Baute