Opinión

Corralejas de Bienestar

Gustavo A. Carreño Jiménez

23/01/2023 - 04:55

 

Corralejas de Bienestar
Muy cuestionadas, las corralejas de Sincelejo son las más emblemáticas del Caribe y de Colombia / Foto: archivo PanoramaCultural.com.co

 

En pleno siglo XXI, las corralejas o fiesta brava se asemejan a “un festejo de antaño” en las inmensidades del Caribe y otras regiones del territorio nacional. A futuro su práctica levanta ampollas, debates y controversias, con amigos por un lado y críticos por el otro. Los primeros las defienden bajo la égida de la tradición, arraigo y sentimiento cultural popular, mientras que, para los segundos, a pesar de ser una construcción social, sobresale el desprecio por la vida en sus múltiples manifestaciones y un trasfondo de orden social, político y económico apalancado por elites locales, regionales y nacionales[1].

La controversia ganó audiencia a raíz del proyecto de acto legislativo 085 de 2022, iniciativa de la senadora Andrea Padilla Villarraga, el cual lleva dos debates aprobados en el Senado de la República, quedando pendiente tan solo dos debates en la Cámara de Representantes para ser ley de la República y prohibir progresivamente está barbarie en un término de tres años a partir de la sanción presidencial.

La exposición de motivos del PL 085 de 2022[2] se fundamenta en la protección de la vida animal como seres sintientes sujetos de derecho; prohíbe el ingreso de menores de edad a este tipo de espectáculos, de igual forma la venta de bebidas embriagantes y sustancias psicoactivas y la financiación, promoción, difusión, apoyo o patrocinio que comprometan recursos públicos.

En el periodo de transición hacia su prohibición definitiva (3 años) todos los gastos deberán ser asumidos por el organizador, cumpliendo con los requisitos de la ley, además deberá destinar el 30% del espacio de publicidad para informar sobre el maltrato animal, con fuertes sanciones a quienes infrinjan la ley, aplicables para las corridas de toros, novilladas, tientas, becerradas y rejoneo, eliminando del articulado inicial las peleas de gallo.

El proyecto es explícito al considerar la fiesta brava una manifestación cultural, sin embargo, las prácticas de entretenimiento cruel con animales podrán exaltar elementos artísticos y culturales asociados sin la intervención o uso de los animales, por lo tanto, solo se permitirá considerar patrimonio artístico o cultural todas aquellas actividades relacionadas que no impliquen el uso de los astados; dicho de otra manera, estábamos ante un patrimonio no patrimonializable, como veremos más adelante.               

Ahondando un poco en lo relacionado con las corralejas, etimológicamente “corraleja” deriva de la palabra corral, un cercado de palos de madera para la lidia de toros en un redondel de arena, de manera que dicha práctica está asociada a las faenas del campo, particularmente la ganadería, cuyas raíces se hunden en las tradiciones españolas transculturizadas en la región Caribe en el siglo XIX, así como también las bandas de viento, inicialmente entronizadas como bandas de paz.

El desarrollo del proceso de colonización española y de vida republicana permitió el establecimiento de una economía agrícola, hacendista, basado en unas relaciones señoriales o gamonales de producción en la formación social, económica y política de la costa caribe, la Hacienda fue la institución productiva que aseguró el dominio y control del campesinado por parte de terratenientes y ganaderos, desde entonces la dinámica se reproduce de generación en generación.

La hacienda ganadera a través de la posesión, acumulación y explotación de la tierra permitió la consolidación de una elite empresarial, sobre la base de patrones tradicionales, explotación extensiva, cuasi-feudal, baja productividad, de modo que al acumular tanta tierra se crea un inmenso despojo o “mercado de hombre libres sin tierra” dispuestos a vender su trabajo por un salario mínimo en compensación económica y seguridad sociales, manteniendo “sujetos” fieles al dominio de sus patrones los “Dones o blancos”.

Así, los grandes ganaderos o “blancos” como usualmente le llaman en nuestros pueblos, se constituyeron en una poderosa fuerza omnímoda de control social, económico, político, con una marcada incidencia en el acontecer de estas poblaciones, incluyendo su vida cultural, así se forjaron grupos hegemónicos conformados por ganaderos, terratenientes, comerciantes, políticos que controlan poblaciones enteras con las fiestas de corralejas, sus autoridades, llámese jueces, concejales, alcaldes, Representantes o Senadores son hijos o fichas de los grandes ganaderos.

Ese poder se manifestó con fuerza descomunal en los años de esplendor del paramilitarismo, combinando todas las formas de lucha contra la insurgencia a través de ejércitos privados, miedo, terror, desplazamiento forzado, control político y territorial en las zonas de latifundismo y ganadería extensiva. Por ejemplo, Sucre, Córdoba, Bolívar y Magdalena fueron escenarios de masacres, muchas aún sin esclarecer.

Las fiestas de toros de Sincelejo son las más emblemáticas del Caribe[3] y de Colombia. Hernández (2014)[4] precisa que es en el gobierno de Álvaro Uribe Vélez donde se expide la ley 1272 del 5 de enero de 2009, en el cual “Se declara patrimonio cultural de la Nación las fiestas de corralejas del 20 de enero en Sincelejo (Sucre) y se hace un reconocimiento a la cultura del departamento y se autorizan apropiaciones presupuestales”.

La muerte, el sufrimiento, el dolor y la barbarie jamás podrá ser parte del patrimonio de una Nación o sociedad. Recuerdo escenas dantescas vividas de cuando niño, al lado de mi padre, médico de plaza, en el palco principal de la plaza de Boyacá, ganaderos arrojaban montones de billetes, monedas, caramelos justo en el momento en el astado se encontraba en la parte baja del palco, en el frenesí del licor la gente se lanzaba a alcanzar alguna de estas “dadivas” con el infortunio de que muchos eran embestidos, heridos, golpeados en medio del redondel; lo que para algunos era divertimento, placer, gozo o muestra de su poder, para otros era dolor, sufrimiento o muerte.

También recuerdo que en mi natal Santa Ana (Magdalena) ciertos ganaderos promovían novilladas y corridas de toros en sus haciendas, en fechas especiales que no siempre coincidían con las festividades patronales (26 de julio), se trataba de un evento eminentemente privados, con la asistencia de cierta “crema y nata de la sociedad”, comerciantes, políticos, hacendados, poderosos agricultores, etc.

Así debió ser su evolución cultural, la corraleja salió del corral[5], de los predios de las haciendas y extendió sus tentáculos en las plazas públicas de los pueblos, amalgamándose con los poderes religiosos, económicos, políticos y sociales vigentes de entonces hasta nuestros días. Probablemente sea este su final, volver a dónde nació, al lugar dónde tal vez no debió salir: La hacienda.         

Lo que nuestros pueblos necesitan son corralejas que le quiebren el espinazo a la pobreza, la miseria y la falta de oportunidades, a  través de políticas públicas en procura del bienestar, en ese sentido lo que se necesita son “corralejas de bienestar” que permitan el desarrollo pleno de las capacidades humanas de la gente, a partir de la educación, salud, vivienda, empleo, desarrollo territorial, infraestructura, vías terciarias, conectividad, crédito, innovación, emprendimiento, autogestión y entrega de tierras al campesino trabajador.

El siglo de la humanización de la vida en todas sus formas requiere corralejas que atenacen las diversas formas de barbarie, dolor y sufrimiento desmedido encubierto bajo un ropaje denominado arte. En una corraleja no solamente sufre el toro, también padecen caballo, ser humano y cualquier otro espécimen animal caído en el infortunio de pisar la arena en esos precisos momentos (Perro, gato, ave, etc.). No olvidemos que una gran promesa y apuesta de la sociedad y su actual gobierno popular es hacer de Colombia una potencia mundial de la vida.

Finalmente, la transitoriedad en la entrada en vigencia de esta ley va encaminada a brindar alternativas de sustitución económica a las personas que directa e indirectamente deriven su sustento de la actividad, el cual deberá contar con la participación directa de los involucrados y sus organizaciones representativas.

En esto es fundamental la participación, el acompañamiento y el compromiso del gobierno nacional en sus distintos niveles, normalmente son trabajadores errantes, a destajo, cíclicos, mal pagos, lo más explotados y de menos garantías: Armadores de corralejas, manteros, capoteros, amarradores, muleteros, banderilleros, garrocheros, palqueros, músicos de bandas y vendedores ambulantes, entre otros. Un grueso grupo humano que viene de un largo y forzoso paro durante los años 2020 y 2021, producto de la pandemia del Covid-19, no podemos dejarlos solos entregados a la pandemia de la pobreza y el abandono.   

 

Gustavo A. Carreño Jiménez

 

[1] Figueroa, Jesús Antonio (2009). Realismo mágico, vallenato y violencia política en el Caribe Colombiano. Instituto Colombiano de Antropología, Bogotá.

[2] https://www.andreapadilla.org/pl-espectaculos-crueles-con-animales/

[3] Arrieta García Yolanda y Díaz Blanco Karen (2010). Fiestas de toro en Sincelejo: Cultura, Economía y Política. Tesis para optar al título de Historiadoras, Universidad de Cartagena, Facultad de Ciencias Humanas, Programa de Historia. Cartagena de Indias, D.T. Y.C.

[4] Hernández, Aura Angélica (2014). Las fiestas de corraleja: Las contradicciones de un patrimonio no patrimonializable. En: Boletín de Antropología. universidad de Antioquia, Medellín, Vol. 28, N°46, pp. 143-160.

[5] Santana, Juan (1986). El mundo de las corralejas. Graficas Corsa, Montería.

Sobre el autor

Gustavo A. Carreño Jiménez

Gustavo A. Carreño Jiménez

Desmitificando a la India Catalina

Economista, Universidad de Cartagena. Especialista en Gerencia de Proyectos, Universidad Piloto de Colombia (Bogotá). Magister en Desarrollo y Cultura de la Universidad Tecnológica de Bolívar. Investigador Cultural. Maestro de Ciencias Sociales Distrito de Cartagena de Indias.

@TavoCarJim

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