Opinión

¿Español o castellano?: sobre la pertinencia de los términos

Alonso Fernández García

20/03/2023 - 01:10

 

¿Español o castellano?: sobre la pertinencia de los términos

 

Si hablamos español o castellano, o ambos a la vez, es una pregunta que no suele frecuentar, normalmente, la cabeza de sus hablantes. No en vano, es un interrogante que se me formuló en mi inocente niñez, no por ningún maestro de lengua o gramática precisamente, al que creo poder dar hoy una contundente respuesta. 

Como cualquier niño de no más de ocho años criado en un pequeñísimo pueblo, pedanía de otro más grande, del norte de la provincia de Valladolid; no tenía más provecho en mis tiempos de ocio que los propios de un chiquillo antes de la irrupción de internet en nuestras casas y vidas: jugar en la calle. Y así, yendo del coro al caño y del caño al coro, en una de mis incontables idas y venidas por las escasamente transitadas calles de mi humilde pueblo que, por aquel entonces, se me antojaba grande, di con uno de los comunes comentarios dicharacheros y vivaces que solía pronunciar un vecino al verme pasar. Este vecino, un vaquero curtido en su oficio, entre risas y sonrisas me dijo: Alonso, ¿tú qué hablas, español o castellano?  A lo que yo le respondí que, según lo que sabía, son lo mismo, sin mayor matiz. Seguidamente, me dijo aquel vaquero tan vecino que pensase lo que quisiese pero que, pensando así, yo solo podría añadir un idioma al currículo y él, dos. Una tercera lengua podría haber agregado si hubiera querido aquel estimado vecino; la de los silbidos, chiflidos, gritos y vociferaciones con que se dirigía a las vacas y que, ciertamente, entendían a la perfección.

Dejando a un lado la anécdota del primer encontronazo que tuve con la dualidad nominal para referirnos a nuestra lengua, los entendidos y eruditos de nuestro idioma sostienen que los dos términos (español y castellano) son isovalentes en este sentido, aunque sería más pertinente y preferible el uso de “español”. Sentencia con la que estoy completamente de acuerdo por los motivos que se aducirán a continuación.

Si nos remontamos a la fragua de nuestro actual idioma, tenemos que fijar la mirada en el antiguo Condado de Castilla. En sus albores, era poco más que un brazo armado del antiguo Reino de León situado en su extremo oriental, una zona fronteriza entre el resto de reinos cristianos peninsulares y las potencias musulmanas sureñas. Así, en el siglo X, aproximadamente, en lo que hoy comprende La Rioja, se escribieron las Glosas Emilianenses, una serie de anotaciones sobre un texto latino en las que se aclaraba el significado de algunas palabras o términos escritos en la lengua de Virgilio que, a la sazón, eran incomprensibles para los no muy letrados y los legos. Estas glosas o anotaciones estaban escritas en lenguas vernáculas habladas por aquellos lares en aquellos tiempos; a saber, paleo-castellano, navarroaragonés, algún otro romance anejo a estos y euskera. Son estos los primeros testimonios escritos de lo que, siglos después, terminó siendo la lengua romance más hablada en el orbe.  Pero eso ya lo sabemos.

Lo que quizá no todos sepan es que, hasta el reinado de Alfonso X, en la segunda mitad del siglo XIII, aun siendo este rey coautor de las Cantigas de Santa María (escritas en galaicoportugués), también fue quien elevó la lengua castellana a la alcurnia de “culta”, puesto que, hasta el momento, soslayando el latín, era el galaicoportugués la lengua romance “culta” en la península ibérica. Si bien en ese momento ya existía un considerable compendio de literatura castellana, a partir del impulso que se le da entonces, el castellano “echaría a andar”.

Con la llegada de 1492, el mundo y su configuración cambiaron radicalmente. La lengua castellana cambió también su concepción. A este punto, siempre según mi juicio, ya podríamos hablar de español en lugar de castellano. Al igual que es humanamente imposible determinar exactamente con qué grano de más o de menos se forma un montón de arena, es muy difícil señalar qué día y a qué hora sería más apropiado hablar de español en vez de castellano. Sin embargo, esta afirmación se acompaña de los hechos, tales como que, en aquel momento y desde hacía varias décadas, el castellano ya era la lengua dominante en la península ibérica, trascendiendo los territorios de la Corona de Castilla, llegando hasta gran parte de Aragón y siendo ya una lengua vehicular imprescindible en España para la orquestación del estado moderno que hubieran de formar los Reyes Católicos. A esta realidad le acompañó la publicación, también en 1492, de la Gramática Castellana de Antonio de Nebrija, la primera gramática de una lengua romance. Sin desmerecer el calado académico y filológico de la obra de Nebrija, para lo que nos atañe, es necesario apuntar la intención que tenía para Nebrija esa obra, la de promover una lengua imperial, la de dar a luz una lengua universal. En palabras del propio Nebrija, dirigiéndose a la Reina Isabel, en la citada obra:

“Cuando bien comigo pienso, mui esclarecida Reina, i pongo delante los ojos el antigüedad de todas las cosas que para nuestra recordación et memoria quedaron escriptas, una cosa hállo et sáco por conclusión mui cierta: que siempre la lengua fue compañera del imperio; et de tal manera lo siguió, que junta mente començaron, crecieron et florecieron, et después junta fue la caida de entrambos. (…) El tercero provecho deste mi trabajo puede ser aquel que, cuando en Salamanca di la muestra de aquesta obra a vuestra real Majestad, et me preguntó que para qué podía aprovechar, el mui reverendo padre Obispo de Ávila me arrebató la respuesta; et, respondiendo por mí, dixo que después que vuestra Alteza metiesse debaxo de su iugo muchos pueblos bárbaros et naciones de peregrinas lenguas, et con el vencimiento aquellos ternían necessidad de recebir las leies quel vencedor pone al vencido, et con ellas nuestra lengua, entonces, por esta mi Arte, podrían venir en el conocimiento della, como agora nos otros deprendemos el arte de la gramática latina para deprender el latín. I cierto assí es que no sola mente los enemigos de nuestra fe, que tienen ia necessidad de saber el lenguaje castellano, mas los vizcainos, navarros, franceses, italianos, et todos los otros que tienen algún trato et conversación en España et necessidad de nuestra lengua, si no vienen desde niños a la deprender por uso, podrán la más aína saber por esta mi obra.”

Sobre este extracto es preciso señalar que, a la altura del 18 de agosto de 1492, fecha en que publica la obra, por obvias razones, Nebrija no se refería a los pueblos de América, sino a la recién conquistada Granada y las aspiraciones de la monarquía de caer sobre el norte de África. 

Dicho todo lo anterior, y teniendo como parámetros los hitos por los que atravesó la lengua, puedo sostener la idea de que es más atinente a nuestra realidad el uso del término “español” que “castellano” debido a que, stricto sensu, rondando el año de 1492 los habitantes de Castilla perdieron el monopolio del uso, evolución y maleabilidad de su lengua para compartirlo con el resto de España primero y, paulatinamente, con Hispanoamérica después. Del mismo modo, se entendería por castellano a ese romance primitivo que desembocó en nuestra lengua o, incluso, a la variedad dialectal del español que se habla en la actual Castilla, así como el español rioplatense, andaluz, paisa etc.

Por ir dando término, entiendo que el motor de la controversia y discordia sobre el uso de uno u otro término viene, como con tantas otras cosas, de España, principalmente. Más concretamente de su aciaga política. Que, en el siglo XV, XVI, XVII, XVIII o, incluso hoy, haya quien use el término “castellano” para referirse al “español” como síntoma de una fórmula tradicional y consuetudinaria, merece toda indulgencia, crédito y aplauso. Pero si su uso va de la mano de la subordinación de la lengua y la historia a una infame política, merece toda reprobación y rechazo. Con esto me refiero al político maquiavélico que sostiene que es inapropiado hablar de español y sí de castellano porque el vasco, gallego o catalán también son lenguas españolas.  Y sí, son lenguas españolas o lenguas de España en tanto en cuanto se hablan dentro de este país, pero no son español porque su uso está circunscrito a una región española en concreto y no es lengua común en la generalidad de España ni el resto de los países hispanos. Tan propios son de Galicia el gallego como el español e idem con el resto. En este orden, y mirando un país como México, tan mexicano es el español como el náhuatl.

Llámelo español, llámelo castellano, llámelo latín “bastante vulgar”, llámelo indoeuropeo “muy demasiadamente evolucionado”. Quizá, retrotrayéndonos tanto, daríamos con lo que sea que hablasen los que construyeron la Torre de Babel y, quizá, sabríamos en qué lengua hablamos todos. Y si no, más idiomas para el currículo.

 

Alonso Fernández García

Sobre el autor

Alonso Fernández García

Alonso Fernández García

Entre orillas de dos mundos

Si las lontananzas de la historia nos llegan en las letras, las anchuras de un océano se estrechan en la correspondencia. Qué hubo y qué hay entre una pequeña península al sur de los Pirineos y gran parte del continente americano, son cuestiones que nos definen en lo bueno y lo malo. Comprender las respuestas permitirá contemplar la escala de grises sobre la que “dibujamos”.

Alonso Fernández García es bachiller en letras del I.E.S Campos y Torozos, estudiante en la Universidad de Valladolid y periodista en ciernes. Criado en Tierra de Campos Góticos, entre mares de mieses con sus correspondientes castillos y palomares como horizonte y fondo, vaga entre lo pasado y lo presente para comprender el devenir del futuro.

1 Comentarios


Rafael Vargas 20-03-2023 10:57 PM

Interesante escrito. Desconocía realmente acerca de la historia del español. Me pareció realmente interesante lo referente a que el español no era una lengua tan hablada en España, pero sí el galaico-portugués (¿Ya desapareció o se habla en Galicia?). Sería también interesante comprender el motivo por el cual los hispanohablantes no hablamos español igual que los españoles sí se supone que todos los españoles hablaban igual. ¿Es que acaso en España se hablaba como nosotros hasta un poco después de la conquista? ¿En qué punto cambiaron su lengua al punto de diferenciarse del español de América?

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