Opinión

Los ángeles hoy comen paletas, las de Mamaicha

La obra El tren de los Buenos Tiempos, de Yarime Lobo, y Mamaicha

Hoy mi alma se fue a caminar por las calles que rodean el Alma Mater que nos convoca. Me acompañaron en la caminata Leandro y la mamá de Rosendo.

Íbamos conversando sobre eso de andar caminando en lo tridimensional con la brújula del Alma, el calor era indecible, aunque cercanos al Cerro que le ponen apellidos, los hermanos menores lo apellidan Cicolac, de las Monjas, entre otros y los mayores le dicen Ati Filomina o Ati Cejerónima, o cerro Kakamina o Kakamoro.

Decidimos hacer un alto e irnos a sentar a la casa más preciosa de todo ese barrio que llaman los Campanos, la casa de Mamaicha, la mujer que por siempre y para siempre hace las paletas más deliciosas de toda la comarca de Macondo.

Me llamó la atención algo: La casa estaba más blanca que de costumbre y los pórticos de las originales puertas con que entregaron estás mágicas viviendas eran resplandecientes, luminosos, entre dorados y plateados se veían.

Mamaicha nos vio y enseguida su sonrisa luminosa nos recibió. No demoró en ofrecer lo que sabía nos calmaría la garganta sedienta y la temperatura corporal haciendo las veces de un volcán a punto de estallar. Sus ojos tiernos y maternos nos dice: Hoy tengo de mantecado, de Corozo o de mango, ¿Cuál quieren?

Los ojos de los tres se hicieron redondos cómo platos, pedimos cada uno de las tres y nos sentamos en la terraza de esa bella y tierna casa a contemplar el frente y los lados.

Al frente, el Coliseo de Colsafa. Se sentían más las risas que los llantos, tantas voces allí cifradas, tantas generaciones, tantas paletas ahí degustadas ... Era genial ver tantas Almas allí y cada una degustando las paletas de esta mujer de porte y estirpe de Ángel

Observamos a la derecha ese cerro de más de un nombre. Como si fuera una película, sus colores pasaban por cuatro momentos, unas veces la brisa hacia caer las hojas de esos árboles de bosque seco que lo abrigan y parecía una enorme paleta de mantecado, otras veces lo seco lo hacía parecer paleta de chocolate, paso seguido las lluvias lo volvían una paleta de mango biche y la primavera lo convertía en paleta de mango y Corozo. Era genial verlo así, la madre de Rosendo reía a carcajadas y abrazaba a Mamaicha, Leandro sonreía y decía entre versos y cantos "Dios no nos deja ".

La tercera paleta ya estaba en proceso, coincidimos en dejar de último la de Mango, su sabor era especial, superior a todas las versiones que antes había hecho Mamaicha. Un tren salido de la nada se posó al frente de su casa, me sorprendió el colorido de su cobertura ... El cerro abrió un camino donde se apreciaba una carrilera, una carrilera que llegaba a la punta y seguía en punta al cielo, nuestros aborígenes le llaman Chundua es el último peldaño para llegar al cielo, pero más que peldaño mi alma veía era una serie continua de maderos trenzados por una carrilera, eran coloridos y resplandecientes. Era un espectáculo verlos.

Mamaicha me miró con sus ojos vibrantes e infantes, me conmovió su mirada, era abrigada, era una despedida. La última paleta se terminó y junto a ella Ana Antonia y Leandro, cada uno la tomó de la mano, este trío de seres bellos caminaron con pausa y sin prisa hacia el tren aquel, los vi subir a ese tren, a ese tren de los tiempos ETERNOS. Ese tren de los Buenos Tiempos ...

P.D.  Mamaicha partió un 18 de Abril, mi ser físico no lo supo, pero mi Alma sí.

Larga vida a Mamaicha y toda su preciosa parentela en esta tierra a ganado por siempre y para siempre un Ángel Custodio.

Yarime Lobo Baute