Opinión
La diáspora de colombianos hacia Venezuela: el caso de San Fernando (Magdalena)
San Fernando es un corregimiento del municipio de Santa Ana, al sur del departamento del Magdalena, importante despensa agrícola, ganadera, pecuaria y pesquera gracias a la dotación natural de ricos suelos y un collar cenagoso formado por la ciénaga grande, cieneguita y cacique. La laboriosidad es propia del sanfernandero, igualmente su amor por el campo, apego a las tradiciones y el deseo innato de superación, hoy brotan como verdolaga profesionales en las distintas disciplinas del saber y el conocimiento humano.
Las provincias del sur de la gobernación del Magdalena mucho antes de la invasión española a América estuvo habitada por los indios Chimilas, pueblo altivo, valiente, insumiso al poderío español durante los siglos XVI, XVII y XVIII, el arrochelamiento en entornos inhóspitos y agrestes fue su forma de vida, al margen del control institucional, y por ende, con amplio predominio de la ilegalidad[1]. De ésta manera antes de llegar a ser reducidos o sometidos al régimen de los resguardos, aculturamiento, adoctrinamiento religioso y explotación como mano de obra en el proceso de colonización y expansión del régimen de las haciendas, optaron por la libertad, en consecuencia, fueron exterminados.
En este contexto aparecen las llamadas reformas borbónicas desde finales del siglo XVIII, una serie de reformas administrativas, fiscales y de poblamientos de vastas zonas interioranas del Caribe colombiano alejadas del dominio de las autoridades, toda una mixtura poblacional conformada por blancos, indios, negros, mestizos, zambos y mulatos, algo así como Repúblicas Independientes, u tanto desordenadas, sin control, Dios, ni ley.
En este contexto, reorganizar el territorio era algo estratégico, solo así se podía control, regular, adoctrinar almas, impulsar actividades económicas y proveer fuente de más tributos para la corona española, en una época de estrechez financiera y territorios cada menos bajo su control, en la práctica casi ni les pertenecía, por lo mismo un siglo más adelante lo perderían en su totalidad con las gestas de independencia.
Así aparece la figura de los refundadores de pueblo, en especial José Fernando De Mier y Guerra, fundador de 22 poblaciones, entre las que se encuentran San Fernando de Carvajal (30 de mayo), y Santa Ana de Buenavista (26 de julio), ambas en el año 1.750. En el caso de San Fernando, 50 cabezas de familia para un total de 268 almas[2]. Según Viloria[3], los gobernantes querían tener las poblaciones errabundas concentradas y controladas, impulsar actividades económicas que garantizaran el abastecimiento de alimentos a los centros urbanos como Cartagena y Santa Marta.
San Fernando es una población anclada en el tiempo, pareciera que allí el tiempo no pasara, se hubiese detenido o involucionara. Evidentemente, luego de más de un cuarto de milenio de fundado, muchas cosas han cambiado, por ejemplo, se perdió el muelle de embarcaciones al frente de plaza de la iglesia en la calle de la albarrada; los inmensos arenales ya no están en sus calles ni caminos; ya no se ven las recuas de burros y caballos cada madrugada y al caer la tarde a la vera de sus caminos saliendo y retornando al pueblo luego de las labores diarias del campo; las cazaberas son un oficio en extinción; de las rondas de chandé de Marcelino Rico y Dolores Vergara solo queda el nombre; los bocachicos, de los más parejos y sabrosos de toda la comarca son una fantasía, y, el éxodo hacía Venezuela, es una huella a uno y otro lado de la frontera. A la trilla dejada por esas huellas le sigo sus pasos en esta nota.
Entre 1970 y 1980 se presentó en Venezuela una bonanza petrolera producto de las altas cotizaciones de los precios internacionales del petróleo, los ingresos de divisas de los países exportadores aumentó a niveles nunca antes visto, el ingreso de los petrodólares hizo de Venezuela una economía boyante, una bonanza, con altas inversiones en la industria petrolera y otros sectores como la agricultura, industria de la construcción, el comercio, etc., que demandaban la incorporación de emplear mano de obra, calificada y no calificada.
El proceso migratorio de SanFernanderos hacía Venezuela es una oleada a partir de los años 70s, aunque hay evidencia de viajeros en los 50s y 60s, a manera de pioneros o primeros exploradores. Es el caso de Hernando Jiménez, quien una vez terminó su año de servicio en el ejército en Buga, se aventuró a conocer las bondades del boom petrolero en tiempos de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.[4] En 1965 viajó por vez primera Fabio Mesa[5], luego volvería para quedarse en 1970, para entonces según su relato ya estaban instalados en el vecino país Esperanza Rico, Rafaela Turizo, Fredy Meza, Tomás Polanco y Paco Echeverría.
En la década de los años 60s, 70s, 80s y un poco menos en los 90s mucha gente migró fundamentalmente por motivos económicos, otras razones no menos importantes fueron las desaveniencias familiares, problemas personales e incluso aventuras amorosas dado que mujeres atractivas, simpáticas y en plena flor de la juventud se aventuraron también a cruzar la frontera y el amor no conoce de líneas divisorias, imaginarias o legales.
Toda esta multitud de jóvenes, hombres y mujeres, salieron hacía el vecino país cargados de sueños, ilusiones y esperanzas en un futuro mejor para ellos y sus familias, a Venezuela llegaron en busca de empleo mejor remunerado, estable, satisfacer sus necesidades básicas, en definitiva, mejorar sus condiciones y calidad de vida, algo inalcanzable por aquellos tiempos en su propio terruño o país.
Las Bonanzas petroleras se convierten en polos de atracción migratorias, legales e ilegales-como es nuestro caso- permiten a muchas personas cristalizar sus sueños, lo cual también atrajo ecuatorianos, peruanos, bolivianos, antillanos y colombianos. Por ejemplo, José David Aguilar[6] viajó a Venezuela con la ilusión impulsar su carrera musical, ahorrar lo suficiente para comprar su primera guitarra eléctrica que le permitiera conformar su grupo musical y consolidarse artísticamente.
En un entorno económico caracterizado por el predominio de la agricultura tradicional (yuca, maíz, frijol, etc.), cualquier familia Sanfernandera disponía de una pequeña parcela para los cultivos de pancoger, a una escala de subsistencia y limitadas las oportunidades laborales. La diáspora hacía Venezuela la iniciaron los hombres, más atrás salieron las mujeres, igualmente laboriosas, preparadas por sus progenitoras desde jóvenes para los oficios domésticos.
Entonces hombre y mujeres jóvenes, de todas las condiciones sociales, pobres y acomodados, sin distingo social se aventuraron a explorar en un país que ofrecía posibilidades de trabajo por montón, no calificado, el cual los nativos venezolanos no querían ejercer o tenían experiencia suficiente, eran salarios bien remunerado al compararse con el mercado colombiano. Así, la mano de obra masculina era demandada en las labores del campo o “materas”, la albañilería y el transporte público; por su parte las mujeres se requerían como empleadas domésticas[7], cuidado de niños o adultos mayores en casas de los empresarios, comerciantes e industriales o de altos ejecutivos italianos, españoles y portugués.
Decidir aventurar en un lejano país es una opción que madura entre los jóvenes por ese deseo o impulso de conquistar el mundo, es el caso de Juan Jiménez Puerta[8], quien desde muy joven escuchaba entre sus paisanos radicados allá las bondades y oportunidades del “milagro venezolano”, pensaba irse antes de los 17 años, solo que le sugirieron esperar tener la mayoría de edad, y así lo hizo, aún sigue enorgulleciéndose de estrenar su cédula en Venezuela, a pesar de la férrea oposición de su mamá Dormelina Puerta.
Generalmente cada vez que algún Sanfernandero decidía explorar y aventurar en la nación cuna del libertador era porque tenía los contactos al otro lado de la frontera, sabía para que Estado o ciudad iba, entonces las redes de apoyo y solidaridad cumplieron un papel fundamental, otro paisano le esperaba con la seguridad del trabajo garantizado. Por supuesto que el ingreso al país era ilegalmente, no había para la documentación legal, la única opción era cruzar las trochas, “reventar” monte principalmente por Paraguachón en la Guajira, muy poco lo hicieron por Cúcuta.
En su vivencia Julián Carreño Jiménez[9], el popular “repulgo”, recuerda las tres ocasiones en las que piso suelo venezolano, 1970, 1977 y 1980. Su primer ingreso fue el más difícil, varios días cruzando trochas, reventando maleza “como animalito asustao” huyéndole a las temidas alcabalas de la guardia venezolana, indocumentado y con baquianos de guía. Muchas veces la única documentación exigida por la guardia al colombiano que ingresaba ilegalmente en plan trabajo era revisar las callosidades de sus manos y el “alambrado venoso” en sus brazos, para muchos oficiales con eso bastaba y sobraba para evidenciar que el colombiano no mentía.
La diáspora de SanFernanderos (Magdalena) hacia Venezuela es un caso especial por su espontaneidad, una avalancha de hombres y mujeres en la flor de juventud, tras un sueño al otro lado de la frontera, en ocasiones migraron 2, 3 y más hermanos de una misma familia, es más, por aquellos años era una rareza encontrar familias del poblado que no tuvieran algunos de sus miembro allá, y aunque no se dispone de cifras oficiales que midieran la magnitud del éxodo, no podemos negar su incidencia en las tasas de crecimiento poblacional, también sin cuantificación.
La preferencia era ciudades como El Zulia, Machiques y Maracaibo (Estado Zulia), San Antonio y San Cristóbal (Estado Táchira), Puerto Ordaz y San Félix (Estado Bolívar), todas fronterizas con Colombia; más Caracas, distrito capital, donde la concentración de mis paisanos se hizo evidente, el barrio “El Observatorio” es reconocido por ser una colonia de Sanfernanderos en la capital venezolana.
Viajaron a Venezuela los Agreda, Aguilar, Álvarez, Caamaño, Benavides, Cano, Carreño, Durán, Echeverría, Delgado, Jiménez, Leyva, Mancera, Martínez, Matute, Mejía, Meza, Morón, Navarro, Núñez, Palmera, Payares, Pinto, Polanco, Polo, Puerta, Quintana, Rico, Ruiz, Suarez, Turizo, Valle, Vergara y Yacub, entre otros, dejaron descendencia trasnacional, y raíces fijadas para siempre en “la tierra del petróleo”, a la usanza de Escalona.
Finalmente, San Fernando tenía por aquellos tiempos una dinámica de vida bien marcada, una entre los meses de diciembre y enero, y otra el resto del año, un contraste para una misma población en dos momentos distintos. La diferencia estaba en la gente, alma de los pueblos, a finales y comienzo de año el pueblo renacía, el resto del año permanecía ensimismado, adormecido, intrascendente, monótono.
Todos los años, desde los primeros días de diciembre mis paisanos regresaban sagradamente a gozarse e integrarse familiarmente a las festividades de navidad y año nuevo, a partir del 15 de enero del nuevo año empezaba la operación retorno a la patria de Bolívar, volvían en manada, con grabadoras de doble casetera, equipos de sonido, radios de varias frecuencias, finos relojes, cámaras fotográficas de última generación, electrodomésticos, y mucho dinero efectivo cambiado en la frontera (Maicao o Cúcuta) destinado a compartir, invertir y gastar (parrandas, paseos, regalos, casetas, etc.); los electrodomésticos garantizaban casi siempre el pasaje de regreso a Venezuela, sí bolsillo quedaba limpio.
Gustavo A. Carreño Jiménez
[1] Múnera, Alfonso (1994). Ilegalidad y Frontera. En Historia Económica y Social del Caribe Colombiano. Adolfo Meissel, Editor. Ediciones Universidad del Norte. Página 111-154.
[2] Mier, José. Historia de Colombia, según sus protagonistas. Documentos sobre el poblamiento en las provincias de Santa Marta en el siglo XVIII, Bogotá 1986, Volumen 3.
[3] Viloría, Joaquín (2021). https://contextomedia.com/asi-se-refundaron-los-pueblos-de-la-antigua-provincia-de-santa-marta/
[4] Testimonio de Hernando Jiménez Varela, Febrero de 2010.
[5] Testimonio de Fabio Meza y Elsa Aguilar, Julio de 2023.
[6] Carreño, Jiménez Gustavo (2023). https://panoramacultural.com.co/musica-y-folclor/9261/jose-david-aguilar-jimenez-atrapado-por-el-amor-y-las-guitarras
[7] Testimonio de Edith Quintana, Agosto de 2023.
[8] Testimonio de Juan Jiménez Puerta, Agosto de 2023.
[9] Testimonio de Julián Carreño Jiménez
Sobre el autor
Gustavo A. Carreño Jiménez
Desmitificando a la India Catalina
Economista, Universidad de Cartagena. Especialista en Gerencia de Proyectos, Universidad Piloto de Colombia (Bogotá). Magister en Desarrollo y Cultura de la Universidad Tecnológica de Bolívar. Investigador Cultural. Maestro de Ciencias Sociales Distrito de Cartagena de Indias.
3 Comentarios
Muy buen documento super interesante!!!
Excelente. Como todo, Venezuela una mina de hacer plata. Se trai se gastaba y regresaba. Fueron poquitos los que con sus ahorros compraron bienes.
Excelente, cómo siempre maestro Carreño, este relato que narra una dinámica de migrantes qué sucedió, ha sucedido y seguirá sucediendo entre dos países hermanos, cómo lo son Colombia y Venezuela.Es maravilloso recordar a todos y todas, especialmente a las nuevas generaciones todo ese proceso tan natural entre pueblos hermanos, solidarios el uno con el otro y que históricamente se ha producido por búsqueda del bienestar económico. Adelante maestro Carreño, con este tipo de crónicas qué mantiene viva los procesos históricos de nuestros pueblos.
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