Opinión
Desparpajo y sencillez costeña
El transitar por la lectura y la escritura me llevó a tener un interés por la cultura y la historia de mi pueblo, eso por supuesto, posibilitó y posibilita, aún, conocer gente de la cultura, sociología, antropología, artes, personas que mantienen vivo interés por los temas que me apasionan, por ello, coincidimos en eventos académicos, festivales, conferencias, exposiciones, lecturas, etc.
Esa oportunidad dele conocerlos me ha dado la posibilidad de mantener relación de amistad en algunos casos, en otros, una relación formal de interés común sobre los temas que nos inquietan. Esto ha permitido el intercambio de información, preguntas, respuestas, recados, recomendaciones, invitaciones a eventos académicos y lo más placentero el regalo e intercambio de textos. He conocido a muchos, y sin desmerito de ninguno, les quiero contar una anécdota de tres de estos amigos:
José Montero Rangel y Nano Muñoz Cano, dos jóvenes que conocí en el Festival Nacional de La Tambora y la guacherna a finales de los años 90s, en ese entonces eran unos entusiastas aprendices de la actividad audiovisual, y cámara al hombre recorrían todos los eventos culturales de La Depresión Momposina haciendo videos donde registraban la actividad cultural y grababan entrevistas con personajes del territorio. Usaban el pelo largo a la altura de los hombros, lo que con su piel morena les daba un aspecto exótico que denotaba que no eran parte del paisaje local. Nuestra gente, amante de poner apodos, los identificaba en son de broma, como los amazónicos.
El otro amigo al que me refiero se trata del sociólogo nacido en Pinto Magdalena, Edgar Rey Sinning, reconocido en el ámbito académico, profesor en varias universidades del Caribe colombiano, conferencista de talla nacional, autor de por lo menos una docena de libros, muy consultado por sus investigaciones sociológicas e históricas sobre el litoral Caribe de Colombia y sobre la cultura nuestra, al punto de ser quien más ha investigado sobre el carnaval costeño. Lo conocí, creo, en Barranco de Loba, él acompañaba a Orlando Fals Borda y yo asistía a una charla de Fals en el marco del festival de Tamboras de ese pueblo. De ahí en adelante hemos coincidido en varios eventos, conferencias y reuniones.
En uno de los festivales de Tambora que cubrían los Jóvenes, en ese entonces, José Montero y Nano Muños, me pidieron una entrevista y al termino de ella me relataron sus vidas, sus aficiones y sus fervientes deseos de seguir haciendo el trabajo audiovisual, me contaron que iban a estar unos días en Barranquilla y me preguntaron que si tenía un amigo importante que dominara temas de sociología e historia para ellos hacerles una entrevista, les dije que sí y les di el número del celular de Edgar Rey Sinning. No supe más de ellos hasta unos meses después que nos encontramos en un evento en Valledupar.
José Montero y Nano aún me vieron, soltaron la risa y se me acercaron eufóricos, me saludaron con fuerte abrazos, la risa no les dejaba hablar. Indagué por la causa de la risa y José montero entre carcajadas me dijo en la forma costeña utilizada en conversación de amigos: Marica, nos dijiste que Edgar Rey Sinnig era importante, pero no cuán importante lo era. Nano intervino diciendo: imagínate, llamamos al maestro Sinning y concertamos cita para la tarde siguiente, él nos dio la dirección y todas las coordenadas, pasamos a Cartagena a un matrimonio de un amigo y, no lo vas a creer, estuvimos emparrandados hasta la madrugada. Regresamos a Barranquilla —dijo José— justo a tiempo y llamamos al maestro, le contamos el inconveniente y le pedimos que si él podía llegar al hotel donde estábamos alojados para hacerle la entrevista. El maestro accedió muy amablemente —comentó Nano— por eso nos acostamos a descansar para estar frescos para en la tarde realizar la entrevista.
Muy puntual a las tres y media de la tarde teníamos la visita de Sinning —prosiguió José— alistamos los equipos y nos sentamos con él en un pequeño jardín interior y comenzamos la entrevista. Las respuestas eran claras, precisas —remarcó Nano— notamos que el personaje que teníamos enfrente era un intelectual de marca mayor. Al terminar la entrevista —comentó José— le dije que por qué no trabajaba para nosotros, y el maestro riéndose respondió: No, ahora tengo gente trabajando para mí. José le preguntó que en qué —señaló Nano— y el maestro riéndose nos dijo: Yo soy el gerente de Telecaribe. ¡Juepucha, qué pena! Queríamos que la tierra se abriera y nos tragara.
En este punto, los muchachos soltaron la carcajada y me dijeron: marica, la embarraste, no nos dijiste quién era y en qué trabajaba el tipo. Nos dejó asombraos con su carisma, sencillez y amabilidad.
¡Cosas que solo pasan en el Caribe colombiano!
Diógenes Armando Pino Ávila
Sobre el autor
Diógenes Armando Pino Ávila
Caletreando
Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).
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