Opinión

El camino de la Fe: recuerdos de Navidad

Luis Carlos Guerra Ávila

22/12/2023 - 04:15

 

El camino de la Fe: recuerdos de Navidad

 

“(7) Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. (8) El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor”.

(1 Juan 4 : 7,8)

 

No era para más. Mi hermano, el 'Chilo', fue el hombre más rico de la región. Cuando salía a recoger el ganado, ensillaba su caballo y salía con un trote seguro, mirando fijamente el horizonte. Yo lo seguía en un semental de menos raza. Reconozco que mi hermano tenía buenos gustos y sabía de caballos. Gritos de vaquería entonaba para agrupar los semovientes. Se sabía más de 150 nombres de su ganado.

Una vez recogido el ganado, los contaba por raza. Tenía cebús, holsteins, pardos suizos y otras variedades.

Cuando construía sus propias fincas, yo lo ayudaba. Buscábamos la madera en un aserradero del barrio El Bosque, seleccionábamos los mejores listones y construíamos un corral para cada raza, edad y sexo: terneros de destete, vacas parías, toros, vacas preñadas. De verdad, mi hermano sabía mucho de ganado; yo lo admiraba.

Me acuerdo que, una vez, mi hermano, el Negro, que era mayor que nosotros, nos dijo: “Esa finca necesita una camioneta”, y él se la construyó. Era un Ford de una cabina, con carrocería de platón que fabricó a partir de una lata de aceite marca “vivi” que mi mamá le regaló. Recuerdo que era de color plateado por dentro.

Desde ese día, mi hermano no anduvo más a caballo; andaba en su camioneta y decía que se la habían traído de la Federación Nacional de Algodoneros, pero él no sembraba algodón, él era ganadero.

Mi madre fue testigo de aquella historia, no miento; no me gusta mentir y yo hice parte de ella. Cuando íbamos a comprar ganado, lo negociábamos por el lado del matadero, allá a varios kilómetros de la hacienda. Nos íbamos en su camioneta, a seleccionar bien cada animal. Para algunos, eran nudillos de las chocozuelas de la rodilla de la vaca. Pero les juro que no era así, yo estaba allí; eran los mejores bovinos reproductores que mi hermano, el Chilo, compraba y escogía.

Llegábamos a la casa, y en el patio estaba la hacienda construida con madera fina. Muchas veces, mi mamá quiso comprarle a mi hermano algunas reses, pero nunca hicieron negocio. El Chilo le decía que ella no sabía negociar. Mi madre lo abrazaba y le decía: “Bueno, señor, mañana vuelvo”.

Mi hermano me preparaba para el 24 de diciembre. Una vez me dijo: “Socio, necesitamos tener otro carro, un campero y un camión; últimamente los fletes salen muy caros, así que hagamos la carta para el Niño Dios. Tú pides el campero y yo el camión”. No sé cómo, pero fue verdad; el Niño Dios nos escuchó y nos complació con el pedido. Bendito sea el Padre Celestial. Recuerdo la alegría cuando despertábamos y mirábamos debajo de la cama buscando nuestro pedido, y exclamábamos: 'Gracias, Niño Dios, ¡igual a como lo pedí!'. Siempre creímos en él, nunca nos falló, Mi mamá sonreía al vernos feliz.

Así, entre carreteras polvorientas, caballos, camionetas improvisadas y la magia del 24 de diciembre, mi hermano y yo construimos nuestra propia historia. El Chilo, con su sabiduría y sueños, nos enseñó a creer en la bondad del mundo, incluso en los momentos más simples. Aunque el tiempo ha pasado y las circunstancias han cambiado, el recuerdo de esos días sigue vivo en mi corazón. Aprendí que la verdadera riqueza no está en el ganado o en los carros, sino en la complicidad de hermanos, en las risas bajo el árbol de navidad y en la fe que nos unía cada 24 de diciembre.

Con gratitud en el corazón, cierro este capítulo de mi vida, recordando que, gracias al Niño Dios y a la sabiduría de mi hermano, cada deseo se cumplía bajo el brillo de las estrellas en aquellas noches mágicas. Y nadie me puede decir que no fue así, no lo acepto. Yo lo sentí y él también lo sintió; fue nuestra vivencia, nuestra niñez, el mejor recuerdo de los dos.

 

Luis Carlos Guerra Ávila

Tachi guerra

 

Sobre el autor

Luis Carlos Guerra Ávila

Luis Carlos Guerra Ávila

Magiriaimo Literario

Luis Carlos "El tachi" Guerra Avila nació en Codazzi, Cesar, un 09-04-62. Escritor, compositor y poeta. Entre sus obras tiene dos producciones musicales: "Auténtico", comercial, y "Misa vallenata", cristiana. Un poemario: "Nadie sabe que soy poeta". Varios ensayos y crónicas: "Origen de la música de acordeón”, “El ultimo juglar”, y análisis literarios de Juancho Polo Valencia, Doña Petra, Hijo de José Camilo, Hígado encebollado, entre otros. Actualmente se dedica a defender el río Magiriamo en Codazzi, como presidente de la Fundación Somos Codazzi y reside en Valledupar (Cesar).

1 Comentarios


María Victoria Delgado Navarro 23-12-2023 05:35 AM

Me trasladé a la calle de San José cuando pasaba por el andén de tu casa para llegar a dónde mi abuelita, a mí me gustaba más por ahí que por la del cementerio diferente a mis tíos que le gustaba más por allá. Excelente historia gracias.

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