Opinión
Para Roko
Ha pasado una semana. No sé cómo describir o explicar este dolor. Todo se mezcla o entrecruza y duele. La ausencia física produce un vacío y una desesperación que se traduce, en mi caso, en palpitaciones rápidas y arrítmicas: en una ansiedad indecible. Y en un desánimo casi permanente. Se fue y a la vez, sin estar, está más presente: mi perro bello, mi hermoso animal, Roko, Perris. Su preciosa mirada, su respiración, su temperatura cálida, su ladrido fuerte, sus patas y uñas, su pelaje infinito, todo él.
Esto, este texto, este intento de desahogo, está repleto de frases hechas, de generalidades, de lugares comunes. Tal vez no tenga más herramientas intelectuales ni espirituales para hacer algo distinto, más complejo y profundo. Tal vez no tenga ganas. Cambiaría - otro lugar común- todo lo que tengo en términos materiales por la presencia de mi perro. Todo, sin dudarlo. Él y yo, sin nada más, bastaría. ‘Sólo Dios basta’, me escribió alguien querido hace poco. Bella frase. Dios, la paz de Dios. La que me falta ahora, y la que tantas veces me ha faltado. Aún con mi perro vivo, sentía esa carencia, y me dolía, y me duele ahora. Algo de culpa siento por no haber hecho más, por no compartir más tiempo con él, desde el primer hasta el último día; por no haberle entregado más de lo que le entregué, que fue bastante, sin embargo, muy hondamente, sé que pudo haber sido más. El tiempo irá sacando sus balances justos.
A pesar de esa especie de remordimiento que tengo ahora, y que tuve siempre, con periodos más tranquilos que otros, él me regalaba cosas: el amor y la alegría de tener a quien querer, a quien darle amor. Nada menos. Y yo me fui dejando regalar eso, ese privilegio en muchos sentidos. Hablaba con él, intentaba entenderlo, sus silencios y sus gestos. Lo besaba mucho y lo abrazaba también, lo acariciaba, lo miraba. Tocarle o rosarle algo de su cuerpo, sus orejotas, por ejemplo, era un consuelo y un gozo inmenso. Y muchas, muchas, muchas veces le dije en silencio el deseo absurdo y el secreto cursi y desesperado del amor: no te me vayas a ir nunca, no todavía, por favor. Y se fue, a mi modo de ver, inesperada y prematuramente. 10 años que pudieron ser 12 o 15, pues su salud en general, a simple vista, era muy buena. Ahora ya no está, estando en casi todo. Mi corazón, confundido, lo seguirá extrañando por siempre.
Quedaron sus hermanos, Abril y Mayo, mis otros perritos, que nunca han sido tan míos o yo de ellos como lo fuimos Roko y yo. Tengo sentimientos encontrados difíciles de escribir. Una amiga me dijo que esos sentimientos encontrados ‘los dejara ser’, que era lo que había. Además, que ‘él está bien, Giancarlo’, que es la frase que más tranquilidad y sosiego me ha dado en medio de este pesar. Y que ‘algo de Roko quedó en Abril y Mayo’. Quiero creer que sí.
Aquí están ellos conmigo donde tantas veces estuve con Roko. En mi cuarto, en mi cama, en su cuarto y su cama. Ellos ahora son nuevos y bienvenidos. Yo también soy nuevo y me siento raro de tenerlos aquí. Simbólicamente les dije que su hermano mayor los invitaba a entrar a lo que hasta hace poco era parte importante de su mundo.
Roko: nunca me voy a despedir de ti. “Incluso tu ausencia es algo que se queda conmigo”, dijo Pessoa. Estás en mí, mi amor, mi perro bello, mi hermoso animal.
Giancarlo Calderón
Sobre el autor
Giancarlo Calderón Morón
Perro en misa
Comunicador Social de la Pontificia Universidad Javeriana, de Bogotá (2003). Ha sido colaborador en temas relacionados con cultura y entretenimiento: pintura, música, cine y televisión, entre otros, del periódico El Espectador (2012-2021). Director de trabajos audiovisuales de corte institucional (Convenio Secretaría de Salud de Bogotá - Fondo de Población de las Naciones Unidas -UNFPA- 2007-2011). Guionista y director de la serie documental “II Laboratorio de Paz” (Acción Social - Unión Europea 2008). Realizador y asistente de dirección del programa del Ministerio de Cultura “La Cultura Viva” (Virtual T.V. - Señal Colombia 2005-2006).
3 Comentarios
Que tristeza no sabía de la muerte Roko lo siento mucho
Cuando crucemos el puente y estemos en la eternidad, nos reiremos de este mundo y sus demonios, recordando pensaremos lo felices que fuimos mientras creíamos sufrir, pero lo cierto será que cuando salgo de este teatro, lo hare con alegría pero esta película no la repito jejeje
Yo también tengo un Rocko ( el mío con ck) y una de las cosas más agradables es tocar sus orejas (orejas d fommy le digo) ya tuve dos pérdidas y ese sentimiento d culpa me asalta por momentos, pero aquí está Rocko y sus ojitos bonitos hacen olvidar las penas. Un abrazo solidario
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