Opinión

El regalo de García Márquez

Hernán De La Ossa Benítez

14/05/2024 - 04:45

 

El regalo de García Márquez
La parranda de Carlos Vives y Silvestre Dangond en la que cantaron Aracataca espera, de Armando Zabaleta / Foto: Youtube

 

Muy seguramente, Carlos Vives y Silvestre Dangond no previeron que serían crucificados por un regalo ignominiosamente criticado a través de un canto vallenato, compuesto y grabado hace cincuenta años. La historia des momificó en el siglo XXI los comentarios formales e informales que hubo de recibir la expresión critica del vallenato en sus primeras manifestaciones, entorno a la misma figura. En mil novecientos setenta y cuatro, cuando el vallenato aún no gozaba de la inmensidad que hoy ostenta, el álbum “Fuera de concurso” causó revuelo en el folclor y el Caribe colombiano. Dentro de las canciones interpretadas por el entonces emergente Jorge Oñate y el rey vallenato Miguel López, entre las que se encontraban “Dos rosas” y “La loma” de Freddy Molina y Samuel Martínez respectivamente, sobresalió un tema al que su autor Armando Zabaleta tuvo a bien titular “Aracataca espera”.  Aquella letra y melodía sugestivas representan fundamentalmente una crítica pendenciera al escritor Gabriel García Márquez quien ya había empezado una prominente carrera con la novela “cien años de soledad” publicada en 1967. Zabaleta direccionó su crítica al notorio abandono por el que atravesaba pueblo de Aracataca, Magdalena, transición que le costó el reconocimiento tiempo después, cuando se supo de su existencia en el marco del premio nobel de literatura. Zabaleta menciona el regalo de un premio que todos, en esta época, pensarían que se trata de la mayor distinción que puede recibir un escritor.

En diciembre de 1982, Colombia celebraría que un colombiano (además, del Caribe) recibía en Estocolmo, Suecia, el premio nobel de literatura. Aquello representó para el pueblo colombiano una esperanza en medio del penumbroso y sangriento panorama que atravesara de manos del narcotráfico. A manera de antesala, como premonición de la grandeza del “vallenato de 300 páginas”, en 1972 recibía “gabo” en Caracas Venezuela, el premio “Rómulo Gallegos”. Y si, la crítica del “molinero” al “cataquero” tal vez fue justificada por la donación del “Rómulo Gallegos” al movimiento al socialismo “MAS” fundado en Venezuela en 1971, un año antes de haber sido galardonado el escritor colombiano. La historia vuelve a repetirse para que jamás sea olvidada y el tema vuelve a ser objeto de críticas en el marco de un Festival de la leyenda vallenata. Una parranda vuelve a ser el escenario, pero esta vez, no en 1997 donde Armando Zabaleta la interpretó al son del acordeón de Rafael Salas, sino que se escucha en el siglo presente, en la voz de Carlos Vives y Silvestre Dangond y, por si fuera poco, vuelve a ser blanco de diatribas y elogios.

Las canciones vallenatas, por bien o por mal, no tienen fecha de vencimiento, porque simplemente poseen una condición de omniscientes que les permite resucitar cuando se les cree muertas. Es el Vallenato, el medio apetecido por los hombres caribes que tienen la facultad de ser presas de las musas de la poesía y la melodía, para expresar sus más escondidos sentires, criticas, elogios y repulsiones. Vuelve a ser protagonista el olvidado Armando Zabaleta después de descansar en sus recuerdos.

 

Hernán de la Ossa  

 

Sobre el autor

Hernán De La Ossa Benítez

Hernán De La Ossa Benítez

La bitácora del naufrago

Hernán Duley De La Ossa Benítez, nacido en Sincé, departamento de Sucre el 7 de agosto del 2000. Actual estudiante de la facultad de Ciencias jurídicas de la Universidad del Sinú, sede Montería. Escritor por vocación desde sus primeros años. Autor del libro “¿A dónde van las gaviotas?”, publicado por la editorial Torcaza en 2021. Asiduo lector de prensa, literatura contemporánea y amante de la poesía clásica. Poeta y columnista, refiere en sus líneas inquietudes sociales y exalta la cultura de la región sabanera con un ambiente raizal y espontáneo, sencillo y atrapante para el lector. Cursó bachillerato en el Liceo Panamericano campestre de la ciudad de Sincelejo, donde reafirmó su vocación de escritor.

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