Patrimonio
La alborada navideña de Cato, patrimonio cultural de Santa Ana (Magdalena).

Llegó diciembre con su espíritu de la navidad, la naturaleza le da su bienvenida con las ventoleras y nuevas indumentarias con su arbóreo decorado natural, cañaguates, robles, guayacanes, polvillos, guamachos y demás árboles se visten elegantemente en los campos florecidos despidiendo y recibiendo un nuevo año. De igual manera, los seres humanos despiden cada anualidad vivida, el espíritu de la navidad renace en los corazones, mentes y almas generosas con la magia de la navidad.
Las personas entregan y reciben regalos, los padrinos dan aguinaldos a sus ahijados, se cuelgan las luces multicolores, decoran las casas, las calles se engalanan de perendengues, se desempolvan los arbolitos navideños, regresan las cumbiambas y los villancicos musitan mensajes de paz, amor, vida, esperanzas con la omnipresencia del niño Dios.
Los villancicos nacieron como canticos de las villas, pequeños poblados esparcidos por toda Europa medieval a través de los repartos de tierras para ser poblados por veteranos del ejercito romano en su esplendor en el alto medioevo, inicialmente eran cantos mundanos, terrenales, inspirados en las vivencias del mundo pastoril, campesino y de gentes humildes.
Más adelante, gracias a su acogida popular durante el renacimiento adquieren en España y Portugal un sentido sagrado, la iglesia católica, apostólica y romana encontró en ellos un medio apropiado para difundir y propagar su mensaje y fe, de está manera aparece el cancionero de villancicos avivando la vida la vida y niñez de Jesucristo y la virgen María en las iglesias católicas como parte de la liturgia.
Así llegaron estos cantos entrañables a nuestra vasta América Hispánica, desde México hasta Chile, pasando por las Antillas. Igualmente, en Filipinas, Guam e Islas Marianas colonias españolas en Asia y el Pacífico. Los villancicos son canciones hermosas que nunca pasaran de moda, porque cada año celebramos navidad, sus letras son alabanzas dirigida al niño Jesús, cantadas por niños y adultos que anhelan su nacimiento y llegada a sus vidas, en una muestra de alegría y regocijo espiritual que transmiten sensación de paz, ternura y gozo.
Mi natal Santa Ana (Magdalena) cuenta con una tradición cultural muy arraigada con los villancicos difundidos por más de dos generaciones por el señor Catalino Urbina Pérez, “Cato” como cariñosamente le llamamos es un empresario de bailes, diversiones y eventos sociales que instauró en el municipio la costumbre de regalar al pueblo una alborada navideña con villancicos durante 25 madrugadas, desde el 1° hasta el 25 de diciembre, día del nacimiento del niño Dios.
Desde los estudios sonoros de su caseta “La Estupenda”, en pleno centro del viejo Santa Ana se le ocurrió la idea estupenda y original idea de levantar una torre de varios metros de altura con cuatro bocinas de alto poder y diáfana sonoridad dirigidas hacia los cuatro puntos cardinales. Inicialmente los ecos de los villancicos se escuchaban hasta en las goteras del pueblo, eran un poco más temprano, siempre a un volumen moderado, amigablemente audibles.
Para los que crecimos e interrumpimos el sueño y volvimos a conciliarlo en medio del fervor navideño las alboradas de Cato con sus villancicos siguen siendo melodías motivantes, un aguinaldo diario, una serenata que inunda el alma, un susurro suave a los oídos en medio de los cantos de los pájaros y las voces de los pastorcillos, con alusiones a la vida del supremo creador en un cielo de estrellas titilantes que hacen de Santa Ana un pesebre a cielo abierto en época navideña.
Para finalizar, en hora buena se mantiene ésta costumbre, agradecida y valorada por la inmensa mayoría de los santaneros, desde la distancia me uno a mis paisanos que hoy se solidarizan con “Cato”. Sus hijos, mis amigos de infancia y nietos han sabido sostener está práctica que forma parte de la vida cultural de Santa Ana, de vieja data, fervorosamente cultivada desde el primer día de los años 60s del siglo pasado.
Sí bien es cierto acaba de ser aprobada una ley regulatoria del ruido y la bulla, la cual no ha sido reglamentada aún, aquí no se trata de una bulla, estropicio o contaminación sonora, se trata de una tradición, patrimonio cultural de todos los santaneros, adicionalmente, lo consuetudinario, es decir, la costumbre también es fuente de ley, con principios constitucionales basados en el respeto, la convivencia, la paz y la tolerancia.
Gustavo A. Carreño Jiménez
Sobre el autor

Gustavo A. Carreño Jiménez
Desmitificando a la India Catalina
Economista, Universidad de Cartagena. Especialista en Gerencia de Proyectos, Universidad Piloto de Colombia (Bogotá). Magister en Desarrollo y Cultura de la Universidad Tecnológica de Bolívar. Investigador Cultural. Maestro de Ciencias Sociales Distrito de Cartagena de Indias.
1 Comentarios
Excelente, es una tradición bella despertar escuchado los villancicos en Santa Ana
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