Patrimonio
El Teatro Cesar en Valledupar, sus inicios y su cierre total

No soy un escritor fantasioso, trato a menudo temas históricos y verídicos. Mi lema es la verdad real y sin tapujos, como fueron los hechos que dieron origen a lo que quiero contar. Mi fuente son testigos presenciales o personas que ofrecen serios motivos de credibilidad, muy diferente a cuando escribo cuentos y crónicas, que adorno con mi creatividad.
Fue en los albores de 1954 cuando Dámaso Villazón Baquero, un joven comerciante de ganado que trataba con el vecino país de Venezuela, en uno de sus viajes, trajo de la ciudad de Maracaibo una maquina reproductora de cine RCA Víctor y se la ofreció en venta a su compadre Guillermo Baute Pavajeau.
Era conocedor de las aspiraciones de su compadre de sacramento y estaba seguro que, con este nuevo aparato con el que podía mostrar a los monicongos en plena actividad, podía realizar su sueño,
En un comienzo, el Cine se presentaba a una cuadra bajando por la calle del Cesar en un lote grande y amplio que allí se encontraba. La capacidad de la maquina era poca, de modo que su nuevo propietario hizo construir una pequeña pantalla de ladrillos empañetada con arena fina y cemento, adornada con pintura blanca de aceite que resaltaba más a las imágenes. El primer operador fue Casimiro Castro Villazón, un joven talentoso, que ya antes se había atrevido a invertir a un viejo radio Philips que en vez de producir sonidos externos, los emitía hacía otros congéneres, de esta forma creó la primera emisora de Valledupar, que en asocio con su pariente Luis “Lucho” Cotes Arzuaga como locutor fueron la sensación de la época.
Guillermo Baute sabía de las habilidades de Casimiro, por eso, lo llamó para que operara la pequeña maquina mágica, que hacía reír y llorar al público. Fue a finales de 1959, con el éxito obtenido por el nuevo invento, que su propietario se animó a construir un teatro en su nueva y ampliada residencia, después de comprarles la casa materna a sus cuñadas, las Uhía Morón, desde entonces El teatro Cesar, como se denominó, funcionó hasta su final en 1991, en la carrera 7 o calle del Cesar entre calles 14 y 15.
El teatro funcionó por 32 años en el mismo lugar donde hoy se encuentran sus ruinas. Fue el escenario de parejas enamoradas, que, una vez apagadas las luces, lograban darle rienda suelta a sus caricias amorosas. También se presentaron películas que marcaron el sentimiento religioso de los asistentes, como, El Mártir Del Calvario, donde la gente lloraba a moco tendido después de ver las penurias por las que pasó Jesús cuando fue crucificado, interpretado por Enrique Rambal, un actor mexicano que tenía cierta semejanza con el salvador.
Cuando las películas eran de terror como Drácula, se presentaban a las 12 de la noche para crear más expectativa entre el público, para la época había dos pintores de amplia trayectoria en artes publicitarios, Garay y Fritz, que eran los encargados de hacer los dibujos que adornaban la publicidad de la película que se iba a presentar, las carteleras se exhibían en algunas esquinas importantes de la ciudad como, la del café la Bolsa, cinco esquinas y otras que no recuerdo, las imágenes iban acompañadas de algunas frase emotivas como, habrá puños, tiros, canciones y duelos, cuando se trataba de películas de vaqueros.
El tiempo y la modernidad todo lo van acabando. La aparición del Betamax y el DVD, pusieron fin al teatro Cesar, que, finalmente, cerró sus puertas para siempre en 1991 ante una inevitable quiebra debido a la ausencia de clientes que, ahora, veían las películas, cómodamente acostados en sus casas.
Nondo Mestre
Sobre el autor

Arnoldo Mestre Arzuaga
La narrativa de Nondo
Arnoldo Mestre Arzuaga (Valledupar) es un abogado apasionado por la agricultura y la ganadería, pero también y sobre todo, un contador de historias que reflejan las costumbres, las tradiciones y los sucesos que muchos han olvidado y que otros ni siquiera conocieron. Ha publicado varias obras entre las que destacamos “Cuentos y Leyendas de mi valle”, “El hombre de las cachacas”, “El sastre innovador” y “Gracias a Cupertino”.
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