Patrimonio

Del río hacia el mundo

Diógenes Armando Pino Ávila

14/11/2025 - 05:30

 

Del río hacia el mundo
El río Magdalena / Foto: archivo PanoramaCultural.com.co

 

En las orillas del río Grande de la Magdalena, desde sus barrancos, playones y humedales donde el agua dialoga con las canoas y acaricia las atarrayas, se encuentra un territorio donde el corazón del “riograndero” se convierte en tambor. Este tambor amplifica sus latidos en noches de tambora y jolgorio, comunicando su alegría de orilla a orilla, de pueblo en pueblo, para que el “laderano” baile descalzo bajo la luna sobre la arena fresca de la playa.

En ese universo mágico, nacen los festivales de tambora, que reconstruyen la memoria colectiva, esa que nuestros mayores conservaron y transmitieron oralmente. El primero lo realiza Tamalameque, seguido por San Martín de Loba, Barranco de Loba, Hatillo Altos del Rosario, Río Viejo, Gamarra y El Paso. Con el tiempo se han sumado muchos pueblos más a este festejo que año tras año engalana sus fiestas con este baile cantado de reminiscencias triétnicas.

Lo que comenzó como una fiesta local de memoria y resistencia se ha convertido hoy en un movimiento cultural que involucra a todo el territorio. Se puede catalogar como un movimiento cultural nacido en el seno del pueblo, ya que en cada golpe de tambor hay una historia y en cada historia un diálogo entre pueblos, hermanados por una herencia del pasado que nos dice que el tambor no solo es música, sino un lenguaje simbólico que identifica, une y cobija a los pueblos de la Depresión Momposina.

En estos tiempos de globalización y comunicación digital, nuestros festivales se perfilan como una oportunidad propicia para mostrar al mundo una narrativa diferente del Caribe colombiano, no la acostumbrada del turismo, esta es una historia contada desde lo profundo del saber ancestral que reconciliado con la naturaleza que le rodea, le canta a la vida su creación comunitaria, su saber colectivo.

Desde nuestros festivales, desde la plaza y la tarima, desde la rueda de tambora, en ese canto a la vida, se ejerce con entusiasmo una diplomacia cultural. La voz del tambor y las notas alegres de las cantadoras emiten un mensaje de esperanza, denuncia y tal vez lamento del poblador de este Caribe fluvial en el que, por suerte, felizmente nacimos. Esos cantos son en realidad puentes que se tienden a través de la cultura, convirtiendo esa expresión local en un discurso que puede ser escuchado e interpretado como universal.

Nuestros festivales de tambora son espacios vivos donde Colombia se representa a sí misma con autenticidad, sin la cosmética de la política ni de la academia. No obstante, lo anterior, hay que trascender las fronteras de La Depresión Momposina y para ello se requiere más que entusiasmo. Hay que armar una estrategia integral, común entre nuestros pueblos, que combine arte, gestión y visión global. Esto implica crear una Red Nacional de Festivales de Tambora con sede en La Depresión Momposina. Esta red permitirá unificar calendarios, compartir experiencias y construir un relato común: “el del río como eje cultural del Caribe”.

De esta manera, podríamos ganar visibilidad ante el Ministerio de Cultura y la Cancillería. Esto abriría espacios para nuestros grupos de tambora en misiones culturales y circuitos de intercambio con otros países de América Latina y el Caribe. Para que esto se haga realidad, hay que trascender lo local, elevarlo a una categoría regional y proyectarlo hacia lo nacional. Por eso, es indispensable profesionalizar la gestión cultural (ojo: la gestión). Los festivales necesitan: “equipos de producción, estrategias de comunicación, presencia digital, alianzas académicas y proyectos educativos que los mantengan vivos durante todo el año, no solo durante las fiestas”.

Deben documentar su historia, grabar sus presentaciones, publicar investigaciones. Crear un Centro de Documentación, no solo para conservar la memoria, sino para fortalecer el relato y los argumentos propios de nuestra cultura ante el país y el mundo (que no nos vengan a contar, sino, que seamos nosotros los que contemos lo propio), dejando claro que la tambora no es únicamente folclor, sino arte vivo, pensamiento y estética del territorio; así nuestros festivales no solo serían fiestas y se convertirían en espacios de diálogo intercultural donde la música y el baile expresen valores universales de respeto, creatividad, identidad y pertenencia.

 

Diógenes Armando Pino Ávila

Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

@AvilaDiogenes

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