Patrimonio
El carnaval de antes, en los pueblos del río Magdalena
El carnaval es la exaltación de la alegría y la liberación de cargas morales, de inhibiciones del pueblo costeño. Con él se exorcizan las penas y se mandan a la trastienda del olvido los problemas de esa cotidianidad que muchas veces nos aturde, nos amarga y nos angustia. Por eso, tres días al año el costeño “suelta la perra”, como dicen los «riogranderos» que moran en la depresión momposina.
Aquí en Tamalameque se festejan desde tiempos remotos, naturalmente con los agregados culturales que cada generación de tamalamequeros le ha hecho y en algunos casos ha mutilado. Se podría decir que nuestros carnavales tuvieron un esplendor dentro de la cultura ribereña, por allá en los años 50s y 60s donde los pueblos del río, cercanos a Tamalameque asistían a lo que nuestros abuelos llamaban «El desembarco», que consistía en la llegada al «Puerto del Obispo» sobre el caño Colorado, de grupos de comparsas y danzas de los pueblos de orilla de río. Dicen nuestros mayores que cada año asistían los grupos de La Gloria, Ríoviejo, El Peñon, Peñoncito, Los Mangos y otros. Bajaban de sus barquetas y Jhonsocanoas ante el bullicio alegre de los pescadores y niños de los sectores populares de nuestro pueblo.
Del Puerto del Obispo salían danzando sus comparsas, Indio bravo, Indio manso, El Torito, Danza de negros, Coyongo, La Caracola, entre otras; acompañados por el grupo de pescadores hacia el centro del poblado, donde los comerciantes, finqueros y acomodados, les mandaban a danzar al frente de sus casas, previo pago de un valor estipulado por los danzantes. Era común ver el enfrentamiento de los grupos de Indios mansos de Tamalameque con los foráneos, lo hacían danzando donde los grupos contrincantes trataban de arrebatar al otro la india más pequeña, una especie de princesa en la danza a la que llamaban «Pola», ganaba el que lograra el cometido.
En esta época se hacían unos enrejados de guadua y matas de plátano que encerraban unas enramadas de palma de cocos, a las que llamaban «casetas» en donde se realizaban los bailes populares, amenizados con unas bocinas a las que llamaban «picó». El parejo debía comprar unas boletas que unas mujeres o el dueño del baile reclamaba una por cada pieza bailada, a este tipo de bailes le llamaban «bailes boletiaos», el bailar con La Reina de la caseta costaba el doble. A las distintas casetas asistían los pobladores sin distinción económica o social. En los tres días del carnaval las mujeres asistían a los bailes portando capuchones y vestidas con unos trajes amplios que deformaban u ocultaban la forma de su cuerpo, además hablaban con una voz fingida y andaban en grupos de tres o más, a éstas las llamaban «Las disfrazadas». Cada una portaba en la mano una correa o fuete con el que castigaban al que tratara de propasarse con ellas. La identidad de éstas era tan misteriosa que los hombres podían bailar toda la noche con su propia esposa, mujer o novia sin saberlo.
En los bailes boletiaos se daba la costumbre del llamado «barato» que consistía en tocar el hombro del parejo y pedirle un barato con lo cual el bailador debía cederle la pareja a quién se lo pedía; naturalmente esto molestaba al bailador y fue causa de muchas peloteras que se resolvían a «muñeca limpia» y donde a veces participaban todos los concurrentes convirtiéndose en batalla campal, con más de un «privado» y varios ojos «colombianos o colombinos» como dicen modernamente. Minutos después se calmaban los ánimos y se proseguía con la fiesta.
Los reinados de carnavales de Tamalameque tenían algo muy particular, no había una reina común del carnaval, sino que cada barrio, cada sector o cada caseta tenía su propia reina. Andando el tiempo trataron de imponer una reina del carnaval y se hacia la coronación en la plaza principal, pero generalmente terminaba en desorden y con tremenda rechifla de los seguidores de las que no habían ganado.
Uno de los aspectos importantes de los carnavales en mi pueblo eran «Los disfraces» que no era como se estila en otras partes, donde la gente se caracteriza con atuendos para representar personajes. Acá no. En Tamalameque consistían en una especie de drama teatral o sainete donde se representaban los problemas de pareja que hubieran ocurrido en el vecindario. En estos se sacaba a la luz pública, infidelidades, peleas de parejas, desaguisados entre vecinos; y los actores, gente del común, hacían sus relatorías en versos sencillos. Estos disfraces siempre eran acompañados por el toque de un tambor y acompañados por una bandera de cualquier color que ondeaban de una caña brava. Algunos de los vecinos involucrados en las historias contadas en los disfraces, se enojaban y correteaban en son de gresca a los actores populares.
Es grato recordar a personajes como Juan Beleño, Modesto Villalobo, Andrés Beleño, El carpintero Bolaños, Miguel Aviles (Pengue), Germán Emilio Patiño, Valerio Saucedo, Saturnino Arroyo, Manuel García y Remigio Barrera, todos extintos ya, que alegraban el carnaval sacando los disfraces, estos personajes eran admirados por el pueblo por su repentismo, su gracia, su creatividad y su arte de imitar. Nuestros mayores todavía recuerdan versos de estos disfraces como el que narraba la infidelidad de una mujer que fue sorprendida por su marido y en voz de él contaba Modesto Villalobo que decía:
[…] Y yo que soy un bujío
Y en el sueño soy veló,
Oía clarita la vo
“metete que está dormío.
Este otro que cuenta de Juana Vanegas que tenía una cantina donde vendía «ñeque» (así llaman el ron de fabricación campesina), y la señora Filomena, le montó competencia al otro lado de la calle, vendiendo el «ñeque» más barato, por lo que sus clientes se mudaron a la nueva cantina. Juana Vanegas por celo comercial le mandó a cobrar a Remigio Barrera que le debía una suma de dinero a lo que el deudor se negó a pagarle, diciéndole que le pagaba cuando le diera la gana. Un día escaseó el ron en la cantina nueva y ellos, bebedores consuetudinarios, no tuvieron más remedio que volver donde doña Juana, la que les recibió con puyas y reclamos, sobre todo a Remigio, este le compuso unos versos que fueron cantados en disfraces de carnaval:
Me mandaste a cobrá con Modestina,
Que te mandara la plata que te debía,
Como me viste tomando en otra cantina
Lo hiciste con grosería.
Eso lo hiciste tú
En esa forma grosera
Te digo con amplitud
Yo te pago cuando quiera.
Toda esta picaresca se ha perdido, los carnavales se han convertido en solo la untada de maicena, incluso sustancias nocivas y lanzamiento de bolsas con agua. Ya no hay disfraces, no hay comparsas, solo una que otra caseta y algunas niñas se aventuran a hacer parte de reinados, se puede decir que el carnaval en mi pueblo no pasa de ser un desfile de niños y jóvenes lanzando espuma y maicena, en donde la administración municipal saca una cuenta, supuestamente para apoyar la cultura popular y la dedican para la parranda de sus amigos.
Diógenes Armando Pino Ávila
@Tagoto
Sobre el autor
Diógenes Armando Pino Ávila
Caletreando
Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).
1 Comentarios
Gracias Diogenes por este enjundioso recuento. Río de Oro a pesar de no estar a la orilla del gran río ha tenido sus propio carnaval desde 1942(registro histórico), auncuando hay registro de que en esas fechas para marzo de 1926 fue elegida la Señorita Petrona Sanchez reina de los estudiantes; siempre hubo comparsas, un poco dejadas por las violencias políticas. A partir de la década de los setenta se fortalece el carnaval con reinado popular ,comparsas y playeras El día sábado se muestra el desfile de carrozas obra de nuestros artistas y artesanos que son un espectaculo el domingo desfiles de candidatas y elección de la soberana. Los de disfraces acá es diciembre y seis de enero, recordé añas atrás cuando se hacía lo mismo que allá con la sátira,la burla o la dramatización de amores y desamores.
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