Patrimonio

Un pueblo con dos patronos

Diógenes Armando Pino Ávila

13/09/2019 - 06:05

 

Un pueblo con dos patronos
Los dos patronos de Tamalameque: San Miguel y el Santísimo Cristo / Fotos: Tamalameque Arte y Folclor

 

Mi pueblo, refundido en un remoto sitio a la margen derecha del Río Grande de la Magdalena tiene unas historias llenas de curiosidades macondianas, que desde niño me han llamado la atención, una de ellas es el por qué tiene dos patronos religiosos, los que se festejan según el rito religioso en el mismo mes de septiembre, es decir estamos ad portas de esas celebraciones, las que hacen parte de nuestra cultura, costumbre y tradición.

Comenzaré contando que el nombre histórico de Tamalameque es San Miguel de las Palmas de Tamalameque y que la historia oficial de nuestro pueblo recoge como fundador a Lorenzo Martín, un adelantado de Ambrosio Alfinger, aunque en la bibliografía consultada no hemos encontrado el día exacto de la fundación, con un poco de razón podemos colegir, que fue fundado el día 29 de septiembre, por cuanto los curas que acompañaban a los conquistadores oficializaban sus fundaciones apelando al santoral católico y le daban como nombre al villorrio el  del santo del día.

No obstante, lo anterior, Tamalameque festeja como patrono al Santísimo Cristo el día 14 de septiembre. El comienzo de su predominio como patrono de nuestro pueblo, lo narra el libro Floresta de la santa iglesia catedral de la ciudad de Santa Marta / por el alférez D. José Nicolás de la Rosa, el cual parafraseo en razón a espacio, Según De La Rosa  en el año 1705 el padre Juan Lorenzo Medina de la Compañía de Jesús, como procurador de las haciendas que el colegio de la Villa de Mompox tenía en esta jurisdicción, llegó a Tamalameque y sufrió un mal de orina, lo que le llenó en sufrimiento, por tanto, en su desespero después de oraciones y peticiones, tomó la decisión de sacar un clavo de la imagen del crucificado y ponérsela en la parte afectada (su pene), lo que milagrosamente produjo el destaponamiento de su orina, primero con un chorro de sangre y después pudo mear a gusto y sin dolor.

El jesuita festejó con el himno Tedeum Laudamus, agradeciendo su sanación al Santísimo, luego en misa contó el milagro y los feligreses cambiaron de patrono, quedando San Miguelito relegado a un segundo lugar, recluido en la sacristía, arropado por un trapo blanco. Tiempos después, en los finales del XIX se retoma a San Miguel, aunque, en segundo lugar. Cuando niño, escuchaba a mis tías abuelas hablar de los milagros de ambos patronos, y siempre el Cristo ganaba la competencia, yo me imaginaba, el pulso entre los dos, El Santo Cristo haciendo milagros y san Miguel celoso mandando los ratones de la sacristía a roerle el guayuco que cubría las partes nobles de la imagen de yeso que representaba al Cristo y como contra ataque el cristo volvía chiquito a San Miguel.

Esta rivalidad habitó mi niñez hasta que mamá me mostró en la iglesia a un San Miguel Grande y otro pequeño, ambos pisoteando a un dragón ignívomo, mamá me explicó que ese dragón era el demonio y que San Miguel lo había vencido, y que las dos imágenes representaban al mismo santo, pero que eran eso, solo eso, imágenes, pero que la credulidad de la gente le atribuía más milagros a San Miguelito que a San Miguel, es decir el pequeño era más milagroso. Desde esa niñez remota, San Miguelito es mi patrono, por ello en mis cuentos siempre hay un niño llamado Miguel como homenaje a la fortaleza de San Miguelito.

Para cerrar este escrito les cuento: en mi pueblo se festeja en grande las fiestas del Santísimo Cristo, con música de conjuntos en la plaza principal donde la gente baila y parrandea hasta el amanecer los días 13 y 14 de septiembre, hay desfiles de gigantona y otros muñecos, carreras de bicicleta y muchos números tradicionales, además cabalgatas y corralejas dando la oportunidad que los ganaderos muestren sus monturas y luzcan sus sombreros y ponchos a la usanza antioqueña, clara herencia de lo que pasó en años recientes por estos lares. Con los sobrantes de pólvora que quedan de las fiestas del Santo Cristo, algunos feligreses celebran a San Miguel Arcángel con una misa solamente. Lo que pesa la tradición y la implantación de un milagro en el imaginario colectivo. ¡Pero tenemos dos patronos!

Todavía me divierto imaginando al Cristo y San Miguel intercambiando golpes bajos en el silencio de la sacristía y pienso que San Miguelito no quiere ganar la pelea, ya que él, está suelto mientras el Cristo está sujeto con enormes clavos a una cruz de madera, y que San Miguelito a pesar de tener en su mano una filosa espada, no la utiliza por respeto a la jerarquía religiosa. San Miguelito es mi predilecto.  

 

Diógenes Armando Pino Ávila

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Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

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Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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