Patrimonio

El sistema defensivo de Cartagena de Indias: las fortificaciones más imponentes de América

Miriam Menchero Sánchez

02/11/2023 - 01:15

 

El sistema defensivo de Cartagena de Indias: las fortificaciones más imponentes de América
El Castillo San Felipe en Cartagena de Indias / Foto: Viajar con música

 

Cartagena de Indias es uno de los ejemplares más completos, en América, de fortificación colonial abaluartada. La importancia de su sistema defensivo estriba en el propio origen estratégico de la ciudad que la dotó, desde un primer momento, de un perfil militar y castrense. Su importancia en el tiempo no hizo sino reforzar la idea de fortificarla por lo que, durante toda la colonia, se realizaron sucesivas reconstrucciones que debieron irse ideando al mismo tiempo que se producían los ataques externos y los temporales marítimos.

De hecho, es también el contexto geográfico en el que se asienta la ciudad un condicionante de su evolución histórica y urbana. Cartagena de Indias se encuentra ubicada en la región del Caribe Colombiano, en dos islas bajas y arenosas –Calamarí y Getsemaní– que, en el siglo XX, fueron unidas. Circundantes a ellas, se encuentran dos elementos acuáticos que han constreñido la morfología de la ciudad: al oriente, la ciénaga de Tesca – conocida como La Virgen – y al sur, la bahía de Cartagena – que a su vez se divide en exterior e interior. Esta última se encuentra limitada por varios espacios peninsulares – Bocagrande y Barú – e insulares –Tierrabomba, Manzanillo y Manga, principalmente. Estos espacios condicionan la existencia de dos estrechos, Bocagrande y Bocachica. Asimismo, en lo que se refiere a orografía, destacan algunas elevaciones naturales del territorio siendo, a efectos defensivos, el cerro de San Lázaro, el más importante.

Así, desde su inicio, estas condiciones geográficas fueron consideradas como idóneas para la seguridad y defensa. Por ello, en 1533, Pedro de Heredia funda la ciudad, después de varios intentos de colonización en la zona que le enfrentaron contra los pobladores autóctonos. El desarrollo urbano fue lento durante todo el siglo XVI, con elementos defensivos no permanentes, lo que facilitó que fuera atacada varias veces por piratas como Roberto Baal (1543) y Martín Cote (1559). No fue hasta 1570, y tras las continuas suplicas a la corona por mejorar la fortificación, que se empezaron a levantar los primeros fuertes de importancia, en puntos estratégicos como el de San Matías en Punta de los Icacos y el de San Felipe del Boquerón en Manga.

Sin embargo, este refuerzo no consiguió parar las incursiones de John Hawkins (1568) y Francis Drake (1586), por lo que Felipe II envió a los ingenieros militares Juan de Tejada y Bautista Antonelli, siendo el último el que diseñó el primer cercamiento de la ciudad (Segovia, 2004: 23; Redondo, 2004: 32 – 33; Mayer et. al, 1987, 48)4 .

Por su parte, la primera mitad del siglo XVII se caracterizó por la protección de la bahía interior de Cartagena. Desde 1603, y durante treinta años, el ingeniero militar Cristóbal de La Roda y Tiburcio Spanochi construyeron fuertes menos vulnerables, intentando resguardar el estrecho de Bocagrande por medio del fuerte de Vargas – que sustituyó al de San Matías – y la plataforma – efímera – de Santángel, en Tierrabomba. En el año 1626, se construyó el fuerte de Santa Cruz o Castillogrande en Punta del Judío, así como el fuerte de San Juan de Manzanillo en 1631, y el de San Francisco de Manga en 1637. Por su parte, en la segunda mitad del mismo siglo, dos galeones portugueses quedaron encallados en el estrecho de Bocagrande, generando la formación de una barrera de arena que impidió la navegación del mismo. Este hecho fortuito favoreció la apertura del estrecho de Bocachica, por efecto de las mareas, y captó la atención defensiva de la ciudad, construyéndose, en 1646, el castillo de San Luis de Bocachica que fue destruido por el francés De Pointis, en 1697.

Además del estrecho, también surgió una creciente preocupación por las incursiones por tierra, siendo el cerro de San Lázaro la mejor ubicación para ello por lo que, en 1657, se construyó el primer castillo de San Felipe de Barajas. De igual manera, en la primera mitad de siglo, se construyen la mayor parte de los baluartes de la ciudad: San Felipe – actualmente Santo Domingo -, Santa Catalina, Santa Clara, San Lucas, San Francisco Javier y San Andrés. En Getsemaní, se levantaron los baluartes de El Reducto, Barahona, Santa Isabel, así como la puerta y batería de La Media Luna de San Antonio o San Francisco. Finalmente, en 1655, se realiza el primer intento de la muralla de La Marina que cerraba el recinto de la isla de Calamarí.

Tras los ataques de los franceses e ingleses, la ciudad y los fuertes de la bahía se intentaron reconstruir durante todo el siglo XVIII, reparándose por ingenieros militares como Juan de Herrera, Juan Bautista MacEvan o Antonio de Arévalo entre otros, quienes convirtieron a Cartagena en una plaza fortificada. De este modo, se repusieron los daños del lado poniente de la ciudad y la muralla de La Marina, que había sido destruida por un temporal. Para esta última, Antonio de Arévalo levantó una escollera submarina paralela y creo el espigón de La Tenaza. En 1704, Juan de Herrera levantó la actual puerta del Puente o Puerta del Reloj, de tres bóvedas y decorada con una portada dórica modificada posteriormente.

En la bahía, los ataques habían inutilizados los fuertes de Santa Cruz, Manzanillo y San Luis, por lo que el primero se utilizó como depósito de pólvora, y los otros dos fueron reparados, añadiéndose, además, el fuerte de San José al otro lado del estrecho de Bocachica y colocándose las baterías de San Felipe, Santiago y Chambacú en la costa exterior de Tierrabomba (mapa 1). Éstas y San Luis desaparecieron, de manera definitiva, en la incursión de Vernon en 1741.

En el año 1744, se reemplazó el antiguo Fuerte del Boquerón por el de San Sebastián del Pastelillo, en la isla de Manga y, en 1751, se reconstruyó y se aumentó la batería de San José, construyéndose en 1753 el nuevo fuerte de San Fernando de Bocachica y, en 1778, la batería del Ángel de San Rafael en el cerro del Horno en Tierrabomba, cerrándose así el circulo defensivo de Bocachica (Redondo, 2004: 54). También se amplió el castillo de San Felipe Barajas con galerías, pasadizos, rampas de acceso y baterías colaterales así como, dentro del recinto amurallado, se construyó el Cuartel de Las Bóvedas, formado por veinticuatro bóvedas destinadas a albergar tropas, víveres y pólvora. Finalmente, se construyó la escollera submarina de Bocagrande, un dique submarino que cerró el estrecho de Bocagrande, imposibilitando de manera permanente la entrada de barcos (mapa 1).

Durante los primeros años republicanos, en el siglo XIX, Cartagena de Indias se convirtió en una ciudad marginal, hecho que permitirá su conservación hasta finales del siglo XIX y principios del XX, cuando comienza su resurgimiento, en el periodo conocido como “La Regeneración”. De igual modo, las nuevas corrientes urbanísticas de la época se centran, a partir de 1883, en la demolición de partes de las murallas, basándose en la expansión e higienización de la ciudad. Los primeros derribos corresponden a los baluartes de San Francisco de Barahona y Santa Isabel, así como el revellín y la batería de La Media Luna y la contramuralla de San José, todos ellos en Getsemaní. Ya en el año 1910, se derriba el tramo de murallas entre San Ignacio y San Francisco Javier y, cuatro años más tarde, se inician las obras entre San Pedro Mártir y San Fernando Apóstol, demoliéndose los baluartes de San Pablo y San Andrés, y sus cortinas en 1925. Durante esta época, se comienzan a desarrollar las primeras barriadas de invasión, especialmente a lo largo de las murallas de La Marina y en el Pie de Cerro y del Espinal, afectando al castillo de San Felipe.

En medio de estas intervenciones, surgen las primeras normativas colombianas en defensa del patrimonio, siendo la Ley 48/1918 la primera en considerar las fortalezas como monumentos (Art. 8), aunque no será hasta la Ley 32/1924 cuando se prohíba expresamente la demolición de murallas, castillos y demás fuertes de la ciudad y su bahía (Art. 6). Esta última ley, además, concede la responsabilidad de la conservación, embellecimiento y limpieza a la Sociedad de Mejoras Públicas (Art. 3) que en Cartagena reunía al sector de opinión más historicista (Segovia, 2009: 173). Así, desde 1925, el ente realizará un plan de restauración de monumentos, evidenciando un interés por la gestión de las fortificaciones, centrado en un primer momento, en el recinto amurallado y, posteriormente, en el castillo de San Felipe Barajas, elementos a los que ya vislumbraba como parte de un turismo cultural naciente. Por su parte, los fuertes de Bocachica, en situación de abandono, comenzaron a ser también higienizados y arreglados según lo dispuesto en las normativas 5/1940 y 107/1946 y que, junto con la Ley 186/1959 de declaración del sector antiguo de Cartagena como centro histórico, protegieron a escala nacional todo el patrimonio defensivo.

Sin embargo, no será hasta la década de 1960 en la que se produzca un impulso al turismo cultural, cuando la Sociedad de Mejoras Públicas comienza a regular las visitas y entradas a los monumentos organizando, además, en el año 1963, una visita promocional de la ciudad donde las murallas y el castillo de San Felipe son alzados como iconos turísticos. En la bahía, se producen nuevas restauraciones, generalmente a partir de fondos privados y con diversidad de usos, como Castillogrande o Santa Cruz – Club Recreativo Naval – San Sebastián del Pastelillo – Club de Pesca – y San Juan del Manzanillo – integrado dentro de la Casa de Huéspedes Ilustres, ya en el año 1978.

Seis años después, en 1984, la ciudad consigue la declaración de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, donde se protege además del conjunto monumental, el puerto y todas las fortalezas de la bahía, lo que refrenda el papel que el conjunto defensivo tiene dentro del patrimonio cartagenero. Pero, además, esta declaración reforzará, especialmente para el turismo internacional, la imagen turística de Cartagena de Indias que pasará a ser reconocida, en primer lugar, como una ciudad histórica (I. Pérez, comunicación personal, 14 de junio de 2016).

Desde los años 90 hasta la actualidad, las murallas y el fuerte de San Felipe, revalorizados patrimonial y turísticamente, han sido encumbrados como hitos turísticos, mientras que el resto de fortificaciones han tenido un tratamiento desigual. No obstante, se ha proseguido con las labores de restauración, a través de diferentes entes, como la batería del Ángel San Rafael o el baluarte de Santa Catalina – utilizado para albergar el Museo de Fortificaciones -, además de procederse a la iluminación de San Felipe.

 

Miriam Menchero Sánchez

Universidad Externado, Colombia

Acerca de esta publicación: El artículo titulado “ El sistema defensivo de Cartagena de Indias: las fortificaciones más imponentes de América ”, de Miriam Menchero Sánchez, corresponde a un capítulo extraído del ensayo “Las fortificaciones de Cartagena de Indias y su función turística en el turismo cultural de la ciudad” de la misma autora, publicado anteriormente en la revista académica Methaodos.

2 Comentarios


Miguel Cuadros 10-10-2020 07:14 PM

Excelente investigación, gracias por compartir. Ahh y los planos dónde?

Gustavo Adolfo Carreño 03-11-2023 11:11 AM

Investigación muy completa. Parte de una premisa Investigativa cierta, la vulnerabilidad de la ciudad dada su entorno marítimo, insular, cenagoso y pantanoso.

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