Patrimonio
Popayán y su Semana Santa: la herencia española de una fiesta de quinientos años
Con la evangelización y el poblamiento español, llegaron a Colombia y toda América Latina las fiestas religiosas en honor a los santos de la Iglesia. Una de esas expresiones fue precisamente la de las procesiones en las que el clero reprodujo los desfiles sacros realizados en España y que tuvieron gran acogida entre los indígenas, porque permitían visualizar lo sagrado a través de la imaginería.
Una de las primeras referencias a la celebración de la Semana Santa en la capital caucana la hizo Juan de Castellanos en sus Elegías de varones ilustres de Indias, cuando narró cómo en el año 1556 se planeó durante la Semana Santa una conspiración de rebeldes peruanos que fue finalmente sofocada. En 1558, Felipe II suscribió las cédulas reales que autorizaban las procesiones en Popayán. Sin embargo, la tradición tiene un fuerte contenido oral ya que no se han encontrado descripciones pormenorizadas de los siglos XVI y XVII, como sí sucede a partir del siglo XVIII.
Celebradas desde la época colonial, las procesiones de Semana Santa de la ciudad de Popayán son una de las más antiguas conmemoraciones tradicionales de toda Colombia. Desde el martes hasta el sábado anterior a la Pascua de Resurrección tienen lugar, entre las 20 y las 23 horas, cinco procesiones dedicadas respectivamente a la Virgen María, Jesucristo, la Santa Cruz, el Santo Entierro y la Resurrección, que recorren un itinerario de unos dos kilómetros por el centro de la ciudad.
Los elementos centrales de las procesiones son los pasos, imágenes representativas de la Pasión de Cristo, creadas y agrupadas con arreglo a normas complejas, que se hacen desfilar con una rica ornamentación floral. Las estatuas de los pasos, que son de madera y datan su mayoría de finales del siglo XVII, son acompañadas en su recorrido por hileras de fieles portadores de cirios y vestidos con hábitos religiosos.
Son notables tanto la calidad artística de los dorados y la ebanistería de los pasos como la atmósfera sonora y olfativa (incienso) de las procesiones. Los preparativos de éstas duran todo el año y se efectúan ajustándose a normas que vienen transmitiéndose de generación en generación y se enseñan a los niños desde la edad de cinco años. Las procesiones han generado un vocabulario y competencias específicas.
Las funciones y responsabilidades de cada uno de los participantes se definen y distribuyen con precisión. La organización de las procesiones corre a cargo de vecinos de la ciudad, miembros de una Junta Permanente pro Semana Santa, que cooperan con las autoridades municipales y diversos organismos. Estas procesiones no sólo atraen a un número considerable de visitantes del mundo entero, sino que además constituyen un factor importante de cohesión social y de reforzamiento del sentido colectivo de identidad de la población local.
La evolución de la semana santa de Popayán en el tiempo
Las procesiones de Semana Santa no han tenido una historia estática. Inicialmente participaban únicamente personas humildes que se encargaban de cargar en andas muy sencillas las imágenes traídas de España. No obstante, las procesiones se fueron enriqueciendo debido a la prosperidad económica de la Gobernación de Popayán, cuya economía se basaba en la minería. De hecho, el sector minero impulsó la agricultura y el comercio y permitió a la élite payanesa acceder a libros, pianos, obras de arte, mobiliario y objetos suntuarios para sus casas e imágenes con piedras preciosas y adornos de oro y plata, retablos, tallas, alhajas, coronas, adornos y piedras preciosas destinados a templos, conventos y cofradías.
Así, el progreso económico llevó al aumento y enriquecimiento artístico de los pasos, a la introducción de nuevos elementos en los desfiles sacros y permitió la construcción de templos y capillas. Adicionalmente, se hizo habitual que las personas adineradas dejaran en sus testamentos valiosos tesoros y obras de arte a la Iglesia.
Por otra parte, es importante anotar que, desde sus inicios, las procesiones de Popayán han tenido una estricta organización, respetada por toda la comunidad a lo largo de su historia. De ahí que esta tradición esté tan arraigada en el sentimiento colectivo. Se sabe, por ejemplo, que el civismo y el ornato se impusieron como norma para darle todo el realce a esta celebración. De esta manera, una especie de decreto municipal, que reposa en el Archivo Histórico de la Universidad del Cauca, ordena el enlucimiento de la ciudad -pintar de blanco todas las fachadas por donde pasan la procesiones-.
Dicha disposición, que rige para la Semana Santa, tiene una tradición de siglos, ya que el documento está fechado el 29 de marzo de 1675 y estipula que todas las personas, vecinos y moradores, limpien cada cual la parte que le pertenece de la calle y el solar.
A pesar de los múltiples cambios de gobierno y de guerras civiles, las tradiciones heredadas de la época colonial subsistieron y se reglamentaron. La realización de las procesiones ha estado en manos de los laicos, en quienes los curas párrocos delegaron, a través de la figura de la sindicatura, el mantenimiento, arreglo y cuidado de los pasos.
La institución de las procesiones se ha mantenido porque contra todo lo que se cree, no es solamente una élite la que participa en ella. Debajo de las andas no hay distingo social ni económico. El barrote es transmitido de padres a hijos, bien sean descendientes de familias tradicionales o de ciudadanos anónimos. Igual sucede con quienes desempeñan labores en las procesiones, como los síndicos, regidores y sahumadoras.
La importancia de la Semana Santa se revela también en el hecho de que las celebraciones se salen del marco cronológico de la Semana y se extienden por todo el año. Así, la capacidad de convocatoria que logran procesiones como la del Día del trabajo, cuando miles de hombres se congregan para realizar la procesión diurna al Amo Ecce Homo, en la cual tradicionalmente sólo alumbran los hombres, o la procesión nocturna del Amo el sábado anterior, en la cual sólo alumbran las mujeres, constituyen un ejemplo de la fortaleza de este ritual en el presente siglo.
PanoramaCultural.com.co
Fuente: UNESCO y el Museo Nacional
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