Patrimonio

Reflexiones acerca de la materialidad e inmaterialidad del Patrimonio Cultural

Luis Carlos Ramirez Lascarro

10/04/2023 - 03:20

 

Reflexiones acerca de la materialidad e inmaterialidad del Patrimonio Cultural

 

He leído recientemente el artículo: “¿El Vallenato, patrimonio material o inmaterial de la Humanidad? Una discusión filosófica” en el cual el autor Ricardo Bejarano Beltrán plantea una deducción ciertamente interesante en procura de mostrar la equivocación de la UNESCO al categorizar el Patrimonio Cultural de la humanidad. Sin embargo, esta argumentación termina siendo falaz pues, aunque la conclusión a la cual llega está, lógicamente, bien construida, las premisas de las cuales parte no son las correctas, lo cual invalida la conclusión a la cual llegó.

El autor, por otra parte, realiza también una mezcla de categorías de conceptos, entre físicos, filosóficos y culturales, principalmente, lo cual lejos de robustecer sus planteamientos termina agrietándolos, así mismo como la atribución a un autor de los planteamientos de otro. Situaciones que mostraré en adelante.

Mezcla de categorías

El autor invoca, como sinónimos, los términos: materia, sustancia y masa, al afirmar “Entre lo que tiene materia, sustancia o más y todo aquello que no lo tiene, cabe el universo”. La materia en filosofía no es, exactamente, la realidad o existencia física sino el sustrato del cual esta deriva; sin embargo, el autor la toma como la representación de lo existente física y temporalmente y en este sentido la equipara con masa y sustancia, conceptos que están vinculados pero que no son equivalentes. La masa es la magnitud física –en la física clásica– que expresa la cantidad de materia de un cuerpo, lo cual la convierte en una propiedad de la materia, no en la materia misma. La sustancia, por su parte, se refiere a un conjunto específico de propiedades de la materia, de acuerdo a las cuales se le puede categorizar de una manera o de otra, por ejemplo: orgánica, inorgánica, viscosa, etc. Las características a las cuales refiere la sustancia pueden ser también aquellas que constituyen la naturaleza de algo, sea material o inmaterial, pues incluso conceptos abstractos e ideas tienen una sustancia. Los números primos, por ejemplo, tienen unas características que los definen y los diferencian de los irracionales, los transfinitos o los imaginarios. Esa es su sustancia, aunque este término no se suela utilizar en el ámbito matemático.

Adicionalmente, se endilga a Carlos Cossio la clasificación de los objetos mediante el empleo de las categorías denominadas ontologías regionales, a partir de los planteamientos de Edmund Husserl, sin embargo, fue Husserl quien, en realidad, plantea por una parte una ontología formal, la cual se ocupa de las esencias formales y las regionales, las cuales se ocupan de las esencias materiales. La ontología formal está ubicada por encima de las regionales, albergándolas a todas. (Vélez, 2021, p. 7).

Se asegura en el artículo que se “requería inicialmente que la UNESCO declarara el Vallenato como una parte esencial del Patrimonio cultural de la Humanidad, para sugerir posteriormente medidas urgentes de salvaguardia”, afirmación que es incierta, puesto que la inscripción en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial –en adelante LRPCI– de la humanidad tiene dos modalidades, las de las manifestaciones que requieren medidas urgentes de salvaguardia y las que no, además del Registro de buenas prácticas de salvaguardia. Cuando el vallenato fue inscrito en la LRPCI de la humanidad de la UNESCO fue inscrito en la lista de las manifestaciones que requieren medidas urgentes de salvaguardia, no de la manera que afirma el autor.

Las premisas incorrectas

El autor aborda su indagación acerca de la naturaleza del Patrimonio Cultural a partir de una forma de clasificación de objetos proveniente del derecho (Cossio, 1944) sin hacer siquiera referencia a las definiciones hechas por la UNESCO en la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial (2003) en la cual se establecen las definiciones competentes a su ámbito. Estas premisas no son correctas, pues el no está evaluando al concepto de patrimonio cultural en sí mismo, como objeto particular, que es lo que en teoría desea evaluar, sino que considera a los productos del patrimonio cultural como elementos constitutivos del conjunto de objetos culturales que se corresponde con una de las categorías definidas por Cossio. Está juntando peras con manzanas. El patrimonio cultural inmaterial puede ser, a la vez, un objeto ideal o cultural; sin embargo, el autor, luego de exponer la forma de clasificación de los objetos planteada por el jurista argentino Carlos Cossio afirma, taxativamente, que la cultura es material, dejando por fuera de la construcción cultural a los objetos que él denomina ideales, tales como las ecuaciones matemáticas, objetos que son también construidos por los seres humanos, aunque no tengan una realidad material comprobable sensiblemente.

Este señalamiento permite objetar no sólo el planteamiento del autor sino la concepción en la cual se sustenta, debido a que la división de los objetos no es tan marcada como se pretende o parece, dado que los objetos culturales pueden ser a la vez ideales o partir de una idea.

Los llamados “objetos culturales” no son, en el fondo – si se prescinde de un preconcepto sobre los valores -, sino objetos ideales materializados; pensamientos que, desbordando la esfera individual y subjetiva, adquieren realidad social. Piénsese, por ejemplo, en la idea creadora de un pintor (“objeto ideal”, en tanto mera “idea”), que, realizándose en el espacio y el tiempo, se convierte en el cuadro (“objeto cultural”); o en la concepción del jurista que, incorporada a un texto legislativo, se transforma en Derecho”. (Hübner, 1950, p. 110).

En cuanto a las características que son atribuidas a los diferentes tipos de objetos surgen una serie de contradicciones: Afirma que los objetos ideales “Son objetos irreales, porque no tienen existencia en el tiempo ni en el espacio, esto es que son intemporales e inespaciales”; sin embargo, en las matemáticas existen la geometría, trigonometría y topología, que son ramas dedicadas al espacio, sin mencionar las teorías físicas que tratan acerca del tiempo y el espacio por separado o como continuo y que han permitido no solo comprender sino moldear nuestro universo mismo. El autor reduce la existencia de algo a la percepción sensorial y es harto evidente que muchas cosas no son perceptibles de este modo y, sin embargo, existen. Es por esto que no incluye a objetos ideales surgidos de la acción humana como objetos culturales.

Afirma que los objetos culturales son susceptibles de ser valorados, pudiéndose afirmar de ellos su fealdad o belleza, así como su bondad o maldad, sin embargo, olvida mencionar que estas valoraciones son subjetivas y que, en muchas ocasiones, son elaboradas a partir de la propia cultura del individuo, por lo cual no se pueden generalizar y se hacen relativas.

Respecto a la forma de conocer estos objetos, afirma que los objetos ideales se conocen mediante la intelección y que los culturales se comprenden, desterrando de los estudios científicos la racionalidad, la inducción y la deducción en ese proceso comprensivo, afirmando que “Comprender es ver con el sentimiento, inteligir es ver con la razón”. Comprender es, también, un acto racional, es el fruto del entendimiento, lo cual se puede alcanzar de distintas maneras, dependiendo del objeto de estudio, la disciplina que lo estudie, el enfoque adoptado y la actitud del estudioso, por esto, además de la imposición que subyace en los planteamientos de unas fronteras aparentemente rígidas –que no se corresponden con la realidad– estos planteamientos me resultan problemáticos y que no terminan aportando al análisis de la naturaleza del patrimonio cultural.

La materialidad e inmaterialidad del patrimonio cultural

Las definiciones emanadas de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial (2003) han sido adoptadas por todos los estados constitutivos de la ONU y la UNESCO, que se han adscrito a esta convención, como es el caso del estado colombiano, por tanto, la materialidad e inmaterialidad del patrimonio cultural serán revisadas a partir del artículo Nuestro patrimonio al alcance de todos (2007) del Ministerio de Cultura de Colombia.

A partir de estos documentos se pueden identificar dos tipos de patrimonio: cultural y natural. Este último incluye “paisajes, formaciones físicas y geológicas con valor científico y estético y áreas delimitadas que constituyen el hábitat de plantas y animales en peligro de extinción, tales como parques naturales o marítimos” (MinCultura, 2007).  

El Patrimonio Cultural se subdivide en material e inmaterial.

El patrimonio material (que se puede palpar, tocar) incluye monumentos, edificios, esculturas, pinturas, objetos, documentos, etc.  Esta clase de patrimonio, comprende el patrimonio mueble (que se puede transportar fácilmente de un lugar a otro) e inmueble (que no se puede retirar de su lugar de origen)”. (MinCultura, 2007).  

El patrimonio cultural material es fruto del inmaterial y estos están ligados permanentemente, sin embargo, existe patrimonio inmaterial sin que exista material, pero no al contrario. La distinción entre estos dos tipos de patrimonio se debe hacer considerando la definición, aún vigente, de Bien de Interés Cultural, que era la empleada inicialmente para el patrimonio cultural en referencia a las obras maestras de valor artístico e histórico, es decir “aquellos bienes materiales que las autoridades competentes han declarado como monumentos, áreas de conservación histórica, arqueológica o arquitectónica, conjuntos históricos, o mediante otras denominaciones vigentes antes de la promulgación de la ley 1185 de 2008” (MinCultura, 2007).  

El Patrimonio Cultural Inmaterial abarca toda forma de producción humana, de expresión de los individuos, de diferenciación entre los diferentes grupos humanos y la relación de los individuos dentro de las sociedades.

En realidad es un concepto muy amplio que involucra, entre muchos otros, aspectos como las tradiciones, lenguas y expresiones orales; artes del espectáculo; usos sociales, rituales y actos festivos; conocimientos y usos relacionados con la naturaleza; técnicas artesanales tradicionales; expresiones musicales, dancísticas y sonoras; expresiones rituales, escénicas, ceremoniales, juegos tradicionales; conocimientos, habilidades y técnicas asociadas a la elaboración de objetos, diseños; usos sociales, conocimientos y prácticas sobre el ser humano, la naturaleza y el universo; conocimientos, sistemas jurídicos tradicionales; conocimientos y técnicas asociadas a la cocina tradicional”. (MinCultura, 2007).  

Vemos, entonces, que la distinción entre estos tipos de patrimonio no pretende ser ontológica – y por ello no puede ni debe achacársele alguna falencia de carácter filosófico -, sino que es una división convencional – arbitraria si se quiere – para poder distinguir entre un tipo de bienes, por lo general monumentales, del legado no monumental recibido de nuestros ancestros, cuyas manifestaciones tienen un valor identitario para una comunidad y, por tanto, debe protegerse y asegurarse su transmisión a las generaciones futuras.

Sin embargo, debe considerarse que en el patrimonio cultural material no hace referencia sólo a los bienes monumentales, actualmente, y que también se aplica a los demás productos culturales que se pueden tocar, incluyendo pinturas, objetos y documentos, más allá de los edificios y las esculturas. Por esto ambos tipos de patrimonio se traslapan y se hacen indisociables.

Uno de los campos principales del PCI es: Conocimientos y técnicas para la producción de productos artesanales. La naturaleza del conocimiento es, en gran parte, ideal, abstracta, no concreta, aunque su forma de manifestación sea mediante cosas materiales, regularmente. El conocimiento y las técnicas necesarias para, por ejemplo, la luthería de cualquiera de los instrumentos de nuestras músicas tradicionales populares solo encuentra su sentido y utilidad en la materialidad de los objetos que se reparan, construyen, modifican o afinan. Son indisociables.

El problema de las medidas urgentes de salvaguardia al vallenato

Una discusión derivada de la lectura del texto, la cual sí es me parece más pertinente, es respecto a la patrimonialización del Vallenato bajo preceptos erróneos, atribuyéndole la necesidad, realmente innecesaria, de unas medidas urgentes de Salvaguardia, a pesar de las cuales no se ha hecho absolutamente nada realmente plausible por su salvaguardia. En el PES del vallenato se plantea el "riesgo" en función de los siguientes elementos:

La aparición del negocio de la droga”: El narcotráfico no produjo ningún cambio abrupto en la orientación de las composiciones en detrimento de los temas tradicionales ni se supeditó la exaltación de los aspectos importantes de la cultura a un interés monetario, luego de ello. La influencia que tuvo, como en otras músicas del país y el continente fue de algún modo positiva, puesto que las agrupaciones fueron mejor remuneradas y alcanzaron un status y una robustez organizacional nunca antes vistos. En el ámbito vallenato fue la época de la bonanza marimbera la que mejor puede ejemplificar este fenómeno.

El conflicto interno”: No es cierto que a partir de 1990 surgiera una generación de intérpretes y compositores que a raíz de la violencia fueron encerrados en una burbuja que los aislara de sus raíces culturales y que hayan perdido contacto con la realidad. Mucho antes de esta década los protagonistas de la música vallenata estaban en los grandes pueblos y urbes en crecimiento, por lo que su ejercicio artístico no estaba sujeto al campo, por ejemplo, la obra del clásico Gustavo Gutiérrez o más recientemente El Chiche Maestre, Yeyo Núñez o Luis Egurrola.

Las hibridaciones del vallenato”: Estas no son nuevas, ni es posible concebir al subgénero mismo sin, por lo menos, la hibridación cultural gestacional que sustenta la recurrente tesis de la trietnia de esta música de acordeón que desde que se empezó a plasmar en el vallenato se ha estado viendo afectada por una gran cantidad de influencias e hibridaciones tanto en lo organológico como en lo compositivo e interpretativo. El hibridismo cultural es intrínseco a nuestra nación, a las manifestaciones de nuestros pueblos y a los tiempos modernos en los cuales surgió el vallenato.

El nuevo vallenato”: La prevalencia de unos ritmos sobre otros en las grabaciones, la pérdida de la intención testimonial de las canciones y el auge comercial y la masificación a nivel nacional no son situaciones exclusivas del nuevo vallenato, sólo constituyen en la actualidad una continuidad de las rupturas y cambios presentados en épocas anteriores: estas mismas observaciones se pueden hacer desde la escena musical vallenata de finales de los años 80 del siglo XX hacia acá e incluso, si se quiere, desde el mismo momento en que se empezó a grabar el vallenato, pues, este hito – que marca la distinción entre la historia y la prehistoria o la modernidad y premodernidad del vallenato – cambió tanto la forma de hacer vallenato que este mismo puede y debe considerarse como un “nuevo vallenato” y, sin embargo, es a partir de las grabaciones que se ha construido la idea y el discurso del vallenato clásico, con todos sus atributos imposibles de aplicar generalizadamente a todas las canciones, incluso de las primeras épocas.

Además de estos preceptos erróneos existe un problema en referencia a las implicaciones de la patrimonialización de una manifestación cultural.

El haberse patrimonializado al vallenato con la invocación de medidas urgentes de Salvaguardia no es motivo de orgullo como la gran mayoría de personas lo entiende, sino de vergüenza, además de una gran responsabilidad por la inmediatez necesaria de la implementación de las medidas que evitarían la inminente desaparición de la manifestación y, tristemente, no se ha hecho nada importante desde entonces. ¿Dónde está el centro de documentación musical de la música vallenata? ¿Dónde está la discoteca completa de la música vallenata? ¿Dónde están las memorias de los Festivales, en las cuales se incluyan las transcripciones de las canciones presentadas a los concursos de canción inédita, las actas, fotos y demás documentos que permitan reconstruir la historia y analizar su evolución? ¿Cuál es la revista científica indexada dedicada a la música vallenata? Nada de esto existe y se cree que montar bares y restaurantes en los cuales se invite a algunos cantantes y se hagan algunos conversatorios – los cuales recurrentemente no trasciende la parte anecdótica para adentrarse en el análisis de fondo del fenómeno - es salvaguardar el vallenato, así como también se cree que lo es hacer estatuas y construir rutas y productos turísticos.

Una idea sumamente arraigada en el inconsciente colectivo respecto a la patrimonialización de las manifestaciones, en general, es la suposición de que al patrimonializarse una manifestación se le está reconociendo como superior a otras - lo cual no es cierto - por un lado, y por otro, se le está poniendo una etiqueta que la habilita para ser más vendible y explotable. Esto, en no pocas ocasiones, como en el caso del Carnaval de Barranquilla y en el del Festival Vallenato – aunque esta fiesta no ha sido declarada patrimonio ni puede serlo -, lo que ha traído es la espectacularización, la elitización y decadencia de unas fiestas de origen popular, previamente cooptadas por una dirigencia que se ha lucrado de ellas y las ha convertido en un jugoso negocio, descuidando a los actores de base, la investigación y demás funciones que, incluso, aparecen en los estatutos de las fundaciones que manejan dichas fiestas.

Conclusiones

Es interesante, pero incorrecta, considerando lo anteriormente planteado, la forma de abordar la temática del PCI, lo cual debió hacerse a partir de lo definido por la UNESCO.

Plantear un problema filosófico de esta naturaleza es complicado y, antes de brindar claridad acerca del asunto tratado, termina enredando innecesariamente las consideraciones sobre el patrimonio.

Sería interesante emprender reflexiones profundas, análisis del estado de las cosas en el ámbito vallenato, que permitan poner en cuestión la utilidad de la patrimonialización de esta manifestación, pues, luego de varios años de su formulación es, en la práctica, letra muerta.

 

Luis Carlos Ramírez Lascarro

Sobre el autor

Luis Carlos Ramirez Lascarro

Luis Carlos Ramirez Lascarro

A tres tabacos

Guamal, Magdalena, Colombia, 1984. Historiador y Gestor patrimonial, egresado de la Universidad del Magdalena. Autor de los libros: La cumbia en Guamal, Magdalena, en coautoría con David Ramírez (2023); El acordeón de Juancho (2020) y Semana Santa de Guamal, Magdalena, una reseña histórica, en coautoría con Alberto Ávila Bagarozza (2020). Autor de las obras teatrales: Flores de María (2020), montada por el colectivo Maderos Teatro de Valledupar, y Cruselfa (2020), Monólogo coescrito con Luis Mario Jiménez, quien lo representa. Ha participado en las antologías poéticas: Poesía Social sin banderas (2005); Polen para fecundar manantiales (2008); Con otra voz y Poemas inolvidables (2011), Tocando el viento (2012) Antología Nacional de Relata (2013), Contagio poesía (2020) y Quemarlo todo (2021). He participado en las antologías narrativas: Elipsis internacional y Diez años no son tanto (2021). Ha participado en las siguientes revistas de divulgación: Hojalata y María mulata (2020); Heterotopías (2022) y Atarraya cultural (2023). He participado en todos los números de la revista La gota fría: No. 1 (2018), No. 2 (2020), No. 3 (2021), No. 4 (2022) y No. 5 (2023). Ha participado en los siguientes eventos culturales como conferencista invitado: Segundo Simposio literario estudiantil IED NARA (2023), con la ponencia: La literatura como reflejo de la identidad del caribe colombiano; VI Encuentro nacional de investigadores de la música vallenata (2017), con la ponencia: Julio Erazo Cuevas, el Juglar guamalero y Foro Vallenato clásico (2016), en el marco del 49 Festival de la Leyenda vallenata, con la ponencia: Zuletazos clásicos. Ha participado como corrector estilístico y ortotipográfico de los siguientes libros: El vallenato en Bogotá, su redención y popularidad (2021) y Poesía romántica en el canto vallenato: Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino (2020), en el cual también participé como prologuista. El artículo El vallenato protesta fue citado en la tesis de maestría en musicología: El vallenato de “protesta”: La obra musical de Máximo Jiménez (2017); Los artículos: Poesía en la música vallenata y Salsa y vallenato fueron citados en el libro: Poesía romántica en el canto vallenato: Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino (2020); El artículo La ciencia y el vallenato fue citado en la tesis de maestría en Literatura hispanoamericana y del caribe: Rafael Manjarrez: el vínculo entre la tradición y la modernidad (2021).

@luiskramirezl

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