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Juan el Bautista y las fiestas de San Juan Bautista

Edgar Caballero Elías

25/06/2024 - 05:15

 

Juan el Bautista y las fiestas de San Juan Bautista
Fiestas de San Juan en Ciénaga, Magdalena / Foto: El Informador

 

El 24 de junio se conmemora el nacimiento de este santo Juan Bautista. Es, con el nacimiento de Jesús y María, la única festividad litúrgica que la iglesia dedica al nacimiento de un Santo. San Juan Bautista es el primer santo venerado en la iglesia universal con una fiesta litúrgica particular, en fecha antiquísima. Su niñez es un misterio para la Iglesia, pero se cree que, siendo un pequeño huérfano, huyó al desierto y se llenó del Espíritu de Dios. Al parecer, vivió toda su juventud entregada a la oración y a la penitencia. Se calcula que cuando tenía 30 años se fue a la ribera del Jordán, río que nace en el Líbano y desemboca en el Mar Muerto y separa a Israel de Siria y Jordania, para predicar un mensaje de penitencia y practicó un bautismo de purificación para la llegada del Reino de Dios. Su episodio con él, extendió su culto. Fue decapitado el año 28 a petición de Salomé, la princesa judía, hija de Herodías, que vivía en concubinato con Herodes Filipo, quien instigada por su madre le pidió como recompensa a su padrastro por bailar ante él, la cabeza de San Juan Bautista.

Es de anotar que, así como se celebra el día del nacimiento de San Juan Bautista, se conmemora también “El Martirio de San Juan Bautista”, el 29 de agosto, que en la iglesia latina tiene orígenes antiguos, en Francia, en el siglo V y en Roma en el siglo XVI. Esta fecha según el martirologio romano, la lista de mártires o catálogo de víctimas de quienes sufren la muerte por sostener la verdad de sus creencias y son perseguidos por sus opiniones, correspondería al segundo hallazgo de la cabeza de San Juan Bautista, llevada en esa ocasión a la iglesia de San Silvestre de Roma.

Como precursor del Mesías, su misión fue la de preparar “un pueblo perfecto” para la llegada de Él, dirigiéndose a todas las clases sociales, despertando entusiasmo entre el pueblo y animadversión entre los fariseos a quienes reprochaba la hipocresía y las malas costumbres. Por eso pagó con el martirio el rigor moral que no solo predicaba, sino que practicaba, sin ceder mínimamente ni siquiera ante las amenazas de muerte.

Personaje ya popular, negó decididamente ser el Mesías esperado, afirmando la superioridad de Jesús que Él señaló a sus discípulos cuando lo bautizó en las orillas del Jordán. Reprochó públicamente la conducta pecaminosa de Herodes Antipas y de la cuñada Herodías, y esto le costó la dura encarcelación en Marquerante, (lo que es hoy Palestina, Irán, Siria, Irak) a orillas del mar muerto.

Sabemos cómo terminó: con ocasión de un banquete en Marquerante, la hija de Herodías, Salomé, habiendo demostrado sus excelentes cualidades en la danza, entusiasmó a Herodes, al que, por instigación de la madre, pidió y obtuvo como recompensa por haber bailado ante él, la cabeza de Juan El Bautista, haciendo callar así la voz más robusta de los predicadores del inminente mensaje evangélico. Fue el último y primer apóstol, el que dio su vida por su misión. Por eso, el 29 de agosto, la iglesia celebra litúrgicamente el Martirio del Bautista, prototipo del monje y del misionero, y por eso, la iglesia lo venera como mártir.

Juan El Bautista y Juan El evangelista en la masonería

Sus festividades en el mundo católico se celebran, el 24 de junio, para Juan el Bautista, y el 27 de diciembre, dedicada a Juan el Evangelista.

Más allá de una figura absolutamente masónica, Juan el Evangelista personifica al masón en recogimiento al encuentro de su luz interior, como el invierno admite la falta de la luz solar y la vida en letargo ante la contrariedad del mundo externo. Por el contrario, Juan el Bautista simboliza el masón en esparcimiento y en afinidad con todo lo establecido, así como el verano es la explosión de la luz, del fuego y de la vida que fructifica.

Los dos Juan representan en la masonería, de acuerdo a los hermanos Antolín y Tomás Zabaleta Herrera, dos de los miembros activos más antiguos de la Logia “Unión Fraternal” de Ciénaga, y del Dr. Víctor Hugo Vidal Barros, miembro perteneciente también a la Logia de Ciénaga y a quienes agradecemos la información suministrada, a aquellos que han decidido autoevaluarse, renovar energías positivas y guiar sus vidas bajo una nueva luz, la del conocimiento, representada en el Evangelista que propone transformación por medio de la palabra y el discernimiento, mientras que el Bautista lo hace con la acción, con la purificación bautismal por el agua, como el que vino a abrir el camino al Cristo que nos bautizaría con el espíritu santo.

Las fiestas de San Juan Bautista

Es una de las principales del calendario romano, por ser el santo más allegado a Jesucristo, a la par de San José. Su fiesta es el 24 de junio y se dio el nombre de fiesta patronal tomando el nombre del santo para rendirle homenaje. Aprovechando tal circunstancia se realizan festejos tradicionales, se acostumbra la alborada, para despertar a la población, con bandas de música, quemando pólvora y mucha algarabía.

Las Fiestas de San Juan Bautista eran celebradas desde muchísimos años atrás, desde comienzos del siglo antepasado. Cuenta Pedro María Revollo en “sus memorias”, el sacerdote camarero dedicado a la investigación, que perteneció al Secretariado Vaticano Adscrito al Pontificado de Roma, que durante la novena de las fiestas de antaño, cuando en la plaza de Ciénaga no había todavía parque sino un largo y desolador solar, se hacían en esas fiestas patronales corridas de toros, y hace especial mención en sus anotaciones a la de Joaquín González, uno de los afamados picadores, que corriendo en su veloz caballo con garrocha en mano, detrás del toro, este se le salió de la corraleja, se metió por una puerta del campo y persiguiéndolo González, sin darse cuenta, se golpeó fuertemente la frente con el dintel de la puerta, causándole la muerte inmediatamente. Fue un acontecimiento impactante que dejó impresionada a la gente, especialmente a los niños.

Anota también el sacerdote en sus memorias que aunque en su tiempo nunca vio comprobado en el refrán “vernáculo” “San Juan vendrá y a las fiestas iremos”, en su juventud le explicaron el significado “que alude al hecho frecuente de que cuando dos enemigos personales se ofendían alrededor de Ciénaga y no se habían cobrado manualmente la ofensa, decían el uno al otro aduciendo a la fiesta, “San Juan vendrá y a las fiestas iremos”, y en la novena o en el día del festival había golpes, chichones y sangre”.

Decían entonces que Ciénaga se distinguía por el temperamento belicoso de sus habitantes, y se trae a remembranzas porque para mediados del siglo XIX era de voz general que en Ciénaga “los hombres se batían en duelo de arma blanca, el que se llamaba“jugar al machete” y era tal la bravura del hombre de esta tierra que cuando alguien discutía con otro sin que llegara a mayores, al despedirse, se decían: San Juan vendrá y a las fiestas iremos y nada de raro tendría el que, en las siguientes, alguien, no olvidadizo, arrastrara una manta en lugar público, desafiando: “ahí está para el que me la quiera pisar”, y de seguro que había problemas”.

Sin embargo, en las anotaciones de Demetrio D. Henríquez, consignadas en el libro “Tradiciones y Leyendas” (El Magdalena de hoy – 1927 – Gregorio Castañeda Obregón. Pág. 71) hace referencia a las principales características de los cienagueros “que fueron siempre el trabajo y la altivez de condición...” señalando que “Heroicos hechos registran la historia, que las honra, dando de lado con la fanfarronada leyenda de la belicosidad, fraguada por los desplantes de tres o cuatro pendencieros del pasado, muy producto de la época y cuya garbosa apostura nos hace más a la simpatía que a la represión”.

Pero fue en el 24 de junio de 1940, por decreto distinguido con el número 244 de la Alcaldía Municipal, que se creó la Junta de Festejos del Patrono San Juan Bautista, siendo Joaquín Romero Mier, alcalde Municipal, conformada por el padre Rafael Jaramillo, cura párroco. Guillermo F. Morán, Nicolás Jaramillo, José Manuel Fernández de Castro, Joaquín del Gordo Miranda y Genaro Feoli.

Esta junta eligió dignatarios así: presidente, el alcalde Romero Mier; vicepresidente, padre Rafael Jaramillo; Tesorero, Genaro Fioli y secretario de la Junta nombró al señor Temístocle Conde.

Estas fiestas se celebraban con desbordado entusiasmo y alegría cada año los 24 de junio; eran las fiestas de San Juan Bautista las más grandes y de mucho renombre en la región. Desde que comenzaban las novenas el pueblo entero concurría a reunirse en la Plaza del Centenario que se repletaba completamente de gentes de todas partes.

Desde el 21 de junio las campanas de la iglesia anunciaban al pueblo el comienzo de las festividades. Música, cohetes, choriceras y bombas contribuían a la anunciación de estos festejos del Santo Patrono que era saludado en la víspera y en el alba de ese nuevo día con juegos pirotécnicos y luces de colores que estallaban en los aires al compás de la banda de músicos que dirigía el maestro Heriberto Antequera quien amenizaba este grandioso acto. Fervorosamente católicos y seguidores de la tradición se preparaban a asistir a los actos religiosos que se hacían en la iglesia parroquial y rendirle el homenaje de admiración al patrono de Ciénaga.

En la víspera de San Juan había una audición extraordinaria, ofrecida galantemente por su director de la Hora Artística Literaria, el recordado amigo fallecido Darío Torregrosa Pérez, tenaz sembrador de cultura y civismo, que se transmitía por la emisora “Ondas del Magdalena” de esta ciudad y se escuchaba desde los altoparlantes instalados en el Teatro Trianón, en la vieja calle Padilla entre callejones Santa Marta y Popayán, actual calle 14, carrera 10A y 11 y la “Librería Danón”, del griego
Marco Danón, ubicado entonces en toda la esquina del callejón Popayán con la calle Antioquia, hoy carrera 11, calle 11, o sintonizando a la emisora por medio de la radio. También ese día su hermano Juan hacía exaltación de San Juan Bautista.

Desde el mismo inicio de las “novenas” el pueblo entero concurría a reunirse en la Plaza del Centenario, que se colmaba de gentes de todas partes, los vendedores hacían su negocio con sus ventas de comidas, refrescos, estampitas del Santo Patrono o los más variados dulces.

Estos días eran el lugar de reunión de los amigos para conversar, saludarse, pasear con la familia o con la novia. Juegos pirotécnicos iluminaban el cielo; los buscapiés no faltaban, eran el terror de muchos como también lo eran las desesperantes piedras cubiertas con azufre y fósforo, que al hacerlas rodar reventaban estrepitosamente cada vez que hacían contacto con el piso; las bolas de trapo, las denominadas y famosas “bolas de candela”, hechas con pedazos viejos de tela amarradas con alambre delgado que se empapaban con petróleo y se le prendía fuego que pateada como un balón de futbol muchas veces era levantada por los aires haciendo correr a todo el mundo. “La VacaLoca” era otro de los números tradicionales de esas fiestas, llevada a cuestas por dos muchachos que corrían con ella por toda la plaza y de donde salían buscapiés, trique-traque, cohetes y toda clase de pólvora, lanzadas en todas las direcciones. Todo esto al compás de la música de las bandas de viento que sembraban de ritmos todos los rincones de la Plaza del Centenario. Los totes, las estruendosas choriceras y bombas, luces de bengala y demás conocidas, eran totalmente artesanales, por lo que su fabricante debía conocer, con base en su experiencia, los componentes y cantidades exactas de su mezcla con sus diversos productos que fuera a elaborar.

Entre griterías y pólvora se soltaba una puerca ensebada para quien lograra cogerla; grandes y atractivos globos hechos con papel especial de vistosos colores y en figuras en forma de pirámides, triángulos y de otras formas, alambre y alimentado por una bola hecha de tela impregnada de petróleo que se prendía dentro del globo para elevarlos en medio de la diversión de la gente. La diversión de esta costumbre era elevarlos y perseguirlos cuando iban cayendo, pero debido a los frecuentes incendios que ocasionaban cuando caían en las casas de techo de paja, se fue acabando esta tradición.

Otros de los números que se realizaban durante los días festivos del Patrono de Ciénaga, era la célebre “Vara de Premio”, la larga y movediza “cucaña” colocada a varios pies de altura, fuertemente embadurnada con brea y aceite quemado de carro en cuyo extremo superior había una bolsa cargada de plata para el que la alcanzara, “cash money” que aportaba la junta de festejos. También había artículos obsequiados por el “Almacén y Sastrería Americana” de César Caballero Serna, para quienes lograran llegar hasta ellos. Este número era dirigido por el señor Reginaldo Rudas, que en ocasiones ponía también la “Vara de Premio” en lugares aledaños al mercado público.

De mucho renombre igualmente el monumental número del “Triángulo Azul”, que consistía en un triángulo grueso de madera de unos tres metros de largo a una altura de dos metros y medio aproximadamente del suelo que tenía como eje una barra de hierro sobre la que giraba el triángulo dependiendo del equilibrio de la persona que se arriesgaba deslizarse sobre él tratando de alcanzar el premio consistente en dinero efectivo colocado al otro extremo del triángulo. Los que no alcanzaban cruzarlo caían al girar el bloque de madera al perder el equilibrio a una lona llena de polvo azul, saliendo la persona totalmente pintada de ese color.

En la Plaza del Centenario se llevaban a cabo las pruebas de atletismo dirigidas por el profesor Dagoberto Lavalle. Se competían en carreras de 100, 200 y 400 metros planos, además de la prueba de resistencia consistente en 15 vueltas alrededor de la plaza de Ciénaga donde participaban, entre otros, atletas como Juan Modesto “el fingi” Henríquez que llamaban “Juan Bobo”, que de bobo no tenía un carajo, pues, casi siempre las ganaba todas; “Chopita” Ospino, Emerson Pereira Revollo “el nene Pereira”. En la prueba de 100 metros se destacaban velocistas como Eliécer Robles, César Rovira, Adolfo “fofo” Hidalgo, Emerson “el nene” Pereira, Montaine Gutiérrez, “Toño Pardo”, Ramón Bravo y el siempre favorito y ganador Juan Manuel Fernández “Juancho Fernández”.

Se realizaban las competencias de ciclismo que partían de la Plaza del Centenario frente al almacén de los señores Severino y Feoli. Conocidos aficionados al deporte del pedal ponían la nota alegre con su entusiasmo en las carreras. Juancho Cantillo, Emerson “el nene” Pereira, excelente deportista en las demás modalidades donde competía, Benito Magnieri, Gustavo Jiménez, Orlando Prato, Mítrades Barranco y nuestro máximo crédito, Gilberto Mejía, gran ciclista de pista y resistencia, entre otros, arrancaban los aplausos del público que le lanzaban vítores por donde iban pasando. Guillermo Vanegas “vaneguitas” espigado y alegre muchacho aficionado al ciclismo, tenía su muy particular estrategia para correr el circuito ciclístico en su doble recorrido por las principales calles de Ciénaga: cuando se veía relegado por sus compañeros que se le alejaban sacándole una importante diferencia, se les metía al menor descuido de ellos por una y otra calle recortándoles tiempo saliéndole más adelante encabezando el pelotón en solitario, pero volvían a alcanzarlo relegándolo nuevamente a posiciones secundarias. Esto lo hemos querido traer a colación solo como una anécdota jocosa de esas tantas que ocurren y que hacen parte de aquellas vainas de mi pueblo…

En la plazoleta del Hotel Tobiexi, hoy Infotep (Instituto de Formación Técnica Profesional), se hacían las competencias infantiles de triciclos entre niños no mayores de 5 años, que recibían premios consistentes en dulces y golosinas los ganadores, dirigida esta competencia de ciclismo por Gilberto Mejía H.

En los salones del Hotel Tobiexi se realizaban los encuentros de ajedrez. Los ajedrecistas cienagueros, en especial las promociones juveniles y estudiantiles, intervenían en partidas simultáneas que organizaba el campeón departamental Rafael “Lito” Calderón. Los ajedrecistas que lograban derrotarlo recibían como premio una camiseta estampada con diferentes dibujos multicolores que les obsequiaba la Junta Organizadora que entregaban en el almacén Candela, del señor Nicolás Abraham Hazrin. Y entre los jugadores que lograban hacer tablas (empatar) con el campeón, se rifaba una camisa de igual estilo. Si Calderón terminaba los partidos invictos, como muchas veces ocurría, entonces la Junta Organizadora le obsequiaba un premio sorpresa. Esta parte del programa era una contribución del “Club Ajedrez Ciénaga”, a las festividades patronales, ya que los implementos que se usaban como los relojes, tableros, fichas, mesas y sillas, la dirección, la organización y hasta el mismo campeón pertenecían a dicho club, representado en su organización por el fiscal, señor Faro E. Zabarain Bravo, quien además era miembro de la Junta de Festejos de San Juan Bautista. Es de anotar, que en esos años Ciénaga tuvo gran actividad en la práctica del ajedrez. Muchos de sus jugadores de esta tierra tuvieron destacada figuración a nivel departamental y nacional en esta importante disciplina mental.

Una competencia divertida era la “Carrera de Sacos”, que consistía en que los participantes se metían en un saco de fique amarrado hasta la cintura y corrían dando brincos hasta llegar a la meta fijada. En el curso de esos días eran frecuentes los juegos de azar como las ruletas con sus dibujos pintorescos que sus dueños iban haciendo versos cantándolos de acuerdo a lo que iba saliendo, era el indicativo para la gente apostadora gustadora de estos juegos, en ella se aprendían la graciosa terminología que los ruleteros cantaban los números o figuras de la rueda giratoria matizándola con simpáticas ocurrencias como “Unión, Cutiplán y Múcura”, cuando era el número uno… “Dosías, la mujer de Pilatos”, correspondía a los dos: El Tres, “San Andrés”, “Cuaterbantúa”, el número 4; “Sin casco parió la burra y sin pico la cotorra”, así cantaban el 5 o cuando salía la mula… “Los paticos en el agua” o “Los dos paticos”, el 22… “Para arriba y para abajo”, era el 69… “Mi comadre, la negrita que cuando la aprietan grita”, cuando salía la escopeta… “San Antonio”, era el 13; cuando salía el pato, decían: “El pato para volar las alas las encartucha, la mujer para bailar cierra los ojos… y abre la boca”. Si salía la guitarra, decían: “La guitarra de Gardel, burro flaco, garabato con él”, y así sucesivamente hasta cuando salía la calavera y decían: “Y llegó ella y acabó con esto”, y recogían todas las apuestas de la mesa y empezaban de nuevo.

Además de las ruletas, muchas de ellas procedentes de otras partes, también había el tiro al blanco, el “Cucunubá”, el famoso trompito con su “Todos Ponen”, “Toma Uno”, “Pon Dos”, “Toma Todo”, “Pierde Todo”, etc., los juegos de dados y hasta entretenciones como los cotorritos de la suerte, la lotería y otros juegos recreativos que también ponían en la plaza, en la estación del ferrocarril o en el mercado de Ciénaga en sus alrededores.

Bailes y regocijos populares no faltaban esos días. Innumerables bailes se celebraban en distintos barrios de la ciudad, unos amenizados por orquestas, otros por conjuntos y también por el buen sonar de los “Pick-up” de moda que ponían al servicio de las parejas. Las retretas en el templete a cargo de la Banda Departamental o de la banda de músicos del maestro Heriberto Antequera y el conjunto de Luis Enrique Martínez “el pollo vallenato” y el repiquetear constante de las campanas de la iglesia con su imponente sonoridad que a lo lejos se escuchaba con el estruendo de las bombas, cohetes y centenares de voladores disparando por todas partes, seguían anunciando que las festividades del patrono estaban en todo su apogeo.

Encuentros de boxeo entre aguerridos púgiles de Ciénaga, además de los combates de fondo que se daban entre boxeadores profesionales de Cartagena, Barranquilla y Santa Marta dirigidos por Carlos Modesto Ditta, mejor conocido en el ámbito boxeril como “Diógenes Ditta”, auténtica gloria del boxeo del Magdalena y de la costa en la época heroica de esta ruda, pero noble actividad, también constituían una de las mayores atracciones de estas programaciones.

Fueron célebres los encuentros entre José “el loco” Navarro, Alfredo “el loco castillo” y Alberto “el loco cuello”, tres afamados y corpulentos “locos” intimidantes en sus peleas quienes con sus demenciales golpes potencializaban su accionar en el cuadrilátero, haciendo del encordado un verdadero manicomio de buenas trompadas siempre dirigidas a sus contrincantes.

Como anécdota se recuerda la vez que se fajaron “el loco navarro” y “el loco cuello” que se tiraban golpes a diestra y siniestra en una pelea que puso de pies a un público simpatizante de ellos que gritaba a rabiar, “dale loco, dale... jódelo loco, dale... dale loco”, mientras Navarro se volteaba alterado hacia ellos en plena pelea para gritarles, también:

Bueno, y cuál es la vaina, ¡Nojoda!, a cuál de los locos le van ustedes si los dos somos locos”.

Momento de descuido que aprovechó “el loco Cuello” en tiempo y forma, para balancear lateralmente su brazo y colocárselo a la cara del “loco” Navarro, dejándolo tendido boca arriba en el centro del cuadrilátero.

Fue una simpática anécdota del “loco navarro” que quedó consignada como un recuerdo anecdótico de las viejas fiestas patronales de Ciénaga.

Otros boxeadores aficionados en esas veladas eran Eduardo Tobar Ebrat, José Cañate, apodado “El Caballero del Ring”, uno de apellido Galán, y Rafael Calixto Cortes Lara, el popular “mascallave”, poseedor de un gran movimiento de piernas y manos con los que demolió a más de un contendor, entre otros.

Las cumbiambas que organizaba esos días don Pedro Villamil en el barrio Carreño, denominadas “Noche Bajo los Cielos del Sur”, donde reinaba en ellas la alegría y el entusiasmo, también hacían parte de las fiestas patronales. Verdaderas figuras de la percusión, guache y caña e´millo demostraban toda la riqueza del folclor popular. La Junta, por su parte, daba premios especiales, refrescos y licores a las parejas que participaban en los cuatro días de cumbiamba.

Los días 21, 22, 23 y 24 desde las diez de la mañana la gallera “Cantaclaro” presentaba las peleas de gallos finos donde se enfrentaban conocidas cuerdas de gallos procedentes de Santa Marta, Fundación, Aracataca, Riofrío, Barranquilla, Puebloviejo, Tasajera, con las cuerdas de gallos de Ciénaga que alegraban con sus apuestas y gritería los encuentros que allí se daban. Gallos famosos pertenecientes a estas cuerdas de gallos cienagueros como fueron las de Antonio Vives Barranco, Rafael Dávila Henríquez Ruiz, Lucho Mojica, Juancho Pereira Ruiz, Manuel “el nene” Campo que luego siguió con esta tradición hasta la fecha su hijo Armando e Idelfonso Jiménez, entre otras cuerdas que cuidaban personas dedicadas a la tarea de adiestrarlos, de curarlos, de que los gallos tuvieran una buena alimentación para que se vieran siempre robustos, fuertes, su cuerpo compacto, alegres, de buen color el brillo de su plumaje, que estuvieran bien motilados y con buena presentación el día de la pelea.

César Muñoz, Ramón “monche” Arrieta, Lisímaco Manjarrés y otro que apodaban “Tres Palos”, entre otros, eran los encargados de todos estos cuidados, ellos eran los verdaderos galleros y esas eran sus funciones, era la rutina del buen gallero, estar siempre pendiente del cuidado de los gallos, de toparlos permanentemente, de cortarles la cresta, pesarlos, hacer que los gallos se mostraran orgullosos y valientes. Esos eran los verdaderos galleros. Los otros eran los dueños de los gallos.

Esos días la gallera, administrada por Mariano “compita” Velez, disponía de un buen variado servicio de bar y restaurante; el típico mondongo y el no menos tradicional sancocho de gallina, entonces de patio, eran los platos del día.

En el Estadio de béisbol Julio Silva Bolaño, antes Estadio Municipal, se llevaban a cabo los partidos oficiales del Campeonato Municipal de béisbol. Asimismo, venían equipos provenientes de Barranquilla como la novena “Astilleros” y equipos de Santa Marta que enfrentaban la Selección Ciénaga, organizada por el Comité Municipal de béisbol. También allí se realizaban los partidos preliminares de fútbol entre los seleccionados infantiles del Atlántico y “Los Cienagueritos” de esta localidad. Después se enfrentaban los seleccionados interdepartamentales de mayores de Ciénaga y del Atlántico, los oncenos Deportivo Caribe y el Atlético San Francisco, de Santa Marta, y los encuentros de fútbol femenino entre los equipos “Juventud Ciénaga” y
“Las Amantes del Deporte”, de la Zona Bananera. Los partidos de basquetbol entre conjuntos locales y de Santa Marta, se hacían en la cancha del Instituto San Juan del Córdoba, “Insacor”.

En las vísperas, el 23 después de celebrada la novena en la Parroquia San Juan Bautista, se daba comienzo a la quema de los juegos artificiales con especiales números pirotécnicos, lluvias de colores, cohetes de gran poder y otros, donde se utilizaban para su elaboración pegante, cola generalmente, pita, papel y las varillas que se conseguían de algunas palmas o también de junco, que daban gran colorido al acto. Después se procedía a la quema del castillo obsequiado, como tradicionalmente lo hacía, la Cafetería Almendra Tropical, cuyo agente principal era el señor Julio Medina Vizcaíno.

Ya el 24 de junio, desde muy tempranas horas, el día era saludado con toda clase de salvas. La banda de músicos daba mayor esplendor y alegría a la iniciación del gran día. A las nueve de la mañana se oficiaba la misa en la Iglesia San Juan Bautista, la cual era engalanada con flores de variados colores y decorada por las damas que hacían parte de la Junta. Seguidamente, se hacía sentir en toda la ciudad grandes detonaciones de los juegos artificiales que elaboraban Severo Núñez y Reginaldo Rudas, verdaderos expertos en este arte y técnica en su fabricación de explosivos; a las diez de la mañana se realizaban en el Camellón Pereira frente al Miramar, las pruebas de regatas entre veloces veleros de Ciénaga, y seguidamente, las competencias de natación entre los más destacados aficionados a este deporte entre quienes estaban José Antequera, Arturo Angulo, Alfonso Martínez de Pinillos, Alfredo Lomanto Morán, Emiliano Mendoza, Eduardo Tovar y Etelberto “cascarita” García, considerados “los duros del agua”, pertenecientes al Club Náutico Antillanos. Estos números eran organizados por el señor Alejandro Urieles.

Posteriormente, se realizaban las famosas carreras de caballos en el Callejón de Las Flores organizadas por Alfonso Mozo Ortega, su más entusiasta organizador, además de gran competidor y excelente jinete. También se realizaban en la calle Cauca (calle 12) o “de las carreras”, de ahí su nombre.

A las cinco de la tarde, al terminar las fiestas, salía la procesión. El pueblo tributaba una vez más el homenaje de respeto al Santo Patrono llevado en “andas” y a hombros de sus más fieles devotos en su recorrido por las principales calles de la ciudad al compás de toque de las marchas de la banda de música, y en medio del desfile que formaban las congregaciones religiosas, las autoridades civiles y militares, los colegios y la ciudadanía en general. Durante la procesión, los cohetes, bombas y choriceras, seguían sonando en la Plaza del Centenario.

Y en la noche, toda la gente se congregaba en la plaza de Ciénaga para disfrutar la buena música de la banda del maestro Heriberto Antequera y el espectáculo en la quema del castillo que indicaba la terminación de las fiestas de San Juan Bautista. Al terminar la quema del castillo, hecho de madera, guadua y alambre, de unos cuatro a cinco metros de alto y repleto de fuegos artificiales que salían continuamente disparados en todas direcciones iluminando la noche en la Plaza del Centenario, una estrella colocada en la parte superior del castillo se prendía lanzando juegos de luces multicolores y seguidamente se abría un rollo de tela especial con la imagen de San Juan Bautista, rodeado también de luces de diversos colores que permanecían un largo rato allí como venerando al Santo Patrono.

Hoy le cuenta uno todo esto a la juventud y cree que es mentira. Ya toda aquella tradición desapareció prácticamente por completo. Lo poco que aún queda de aquellas Fiestas de San Juan, ya no es con el mismo entusiasmo y fervor de antes, que, dentro del más religioso y sano esparcimiento, gozaban esos días dedicados a honrar al que pagó sus bondades, con su propia cabeza.

 

Edgar Caballero Elías

 

1 Comentarios


Ines Maria 01-07-2024 03:45 PM

Muy lindo ! Nos gustó mucho

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