Pensamiento

La democracia latinoamericana en el prisma de ilustres escritores

Omar Aouini

22/04/2021 - 05:00

 

La democracia latinoamericana en el prisma de ilustres escritores
Escritores del boom latinoamericano / Ilustración de The New York Times

 

El proceso de democratización en América Latina se llevó a cabo de un modo gradual y a lo largo de mucho tiempo. Tuvo lugar por un corto período después de la segunda guerra mundial, para desaparecer a finales de la década de 1940. Volvió a aparecer en el decenio de 1950; sin embargo, pronto los militares volvieron a apoderarse del gobierno en muchos países en los años sesenta y setenta del pasado siglo XX.1

De la década de los noventa hasta 2010, América Latina ha cumplido respetados avances en el camino de consolidar su proceso de democratización, a través de las elecciones libres y los progresos económicos. Las estadísticas de Freedom House de 2009 declaran que 25 países de los 35 fueron considerados libres o democráticos.2

Entre los factores de dicho proceso estuvo el nuevo rumbo que tomó la izquierda hacia el respeto de la democracia, y su abandono a sus tradicionales métodos golpistas contra la misma, como consecuencia de la consumación del comunismo internacional. Sin olvidar, desde luego, el desprestigio que tuvo el gobierno de los militares en los años setenta y ochenta.3

En este trabajo vamos a focalizarnos en las reflexiones de los mejores pensadores y escritores latinoamericanos sobre dos cuestiones: los preceptos básicos de la democracia, y los más destacados obstáculos con que se enfrenta ésta. Se trata de los escritores Carlos Fuentes, Octavio Paz y Mario Vargas Llosa, y el historiador y liberal mexicano Enrique Krauze Kleinbort.

Libertad y democracia: preceptos básicos

La libertad, según opina Carlos Fuentes, es un proceso de búsqueda que se extiende a lo largo de toda la vida humana, pues, “libertad es búsqueda de libertad”.4 Así, en su recorrido hacia la libertad, el hombre se hace libre y, por lo tanto, se hace hombre, como dice el escritor y político español Manuel Azaña.5 Por ello, el primer requisito de la libertad consiste en creer en ella y luchar para conseguirla.6

La libertad suele acompañar a la democracia hasta la total fusión, pero en realidad son dos términos distintos. La libertad incluye a la democracia, no lo contrario, y la democracia es un modo de percibir la libertad, creando principios, ideas, prácticas y procedimientos que la institucionalizan.7 Dicha institucionalización consiste en la regularización del poder,8 el respeto de los derechos culturales y políticos de los ciudadanos,9 y la difusión de los valores del consenso político.10 De este modo, se advierte que la democracia va más allá del sentido genérico que la limita a la organización de las elecciones, ya que “no sólo de urnas vive la democracia”,11 como asegura Carlos Fuentes. Lo que cuenta no sólo el día de las elecciones, sino más bien todo ese tiempo que precede a las mismas, donde se preparan las condiciones para su éxito, y que consiste en un largo proceso de respeto a los valores democráticos.12              

La democracia es concebida por Octavio Paz como una creación colectiva y popular, que trasciende su tradicional vinculación con la revolución industrial y el capitalismo.13 Fueron los griegos al principio y los europeos más tarde que inventaron la democracia, y en ambos casos, ésta fue el resultado de “la conjunción entre las teorías e ideas de varias generaciones y las acciones de distintos grupos y clases, como la burguesía, el proletariado y otros segmentos sociales”.14

La democracia cobra solidez y estabilidad cuando la sociedad adquiere un superior nivel de cultura democrática. Esto no es posible, según Mario Vargas Llosa, si la sociedad no está impregnada de una profunda vida espiritual y moral, proporcionada por la religión en la mayoría de los casos.15

Sin embargo, la existencia de la religión, representada por la Iglesia en Occidente, puede amenazar los valores intrínsecos de la democracia como “el pluralismo, la coexistencia en la diversidad, el derecho a la diferencia y a la disidencia”.16 La difícil coexistencia entre el Estado democrático y la Iglesia es debida al carácter no democrático de ésta, cuyos principios y verdades son divinos, absolutos.17 Por otro lado, para que la democracia tenga vigor y fuerza, es imprescindible un Estado fuerte, como dice Reyes Heroles, el mayor ideólogo del Partido Revolucionario Institucional (PRI) mexicano.18 Un Estado fuerte garantiza la aplicación de las leyes de un modo justo, y la distribución de la riqueza de una manera equitativa entre todos sus ciudadanos.

La sana y eficaz cultura democrática que deben tener los ciudadanos es la que emana de sus convicciones de los propios valores de la democracia, no del contraste que observan con los desastres que viven los demás pueblos en países como Irán, Cuba o Corea del Norte.19 Los pueblos no acostumbrados a la democracia pueden perderla con facilidad. Tanto los alemanes como los mexicanos quedaron alertados al despedir el autoritarismo por primera vez, y recibir la vida democrática: “Hemos vivido con ojos pelones, sin saber qué hacer con la democracia. De los aztecas al PRI, con esa pelota nunca hemos jugado aquí”, aclara Carlos Fuentes.20

Enrique Krauze defiende una democracia liberal basada en el pleno respeto de las mayorías a las minorías, la división de poderes, y “transparencia en el manejo de los dineros públicos”.21

Obstáculos ante la democracia latinoamericana

Carlos Fuentes piensa que la independencia les permitió a los países latinoamericanos liberarse del paternalismo español, pero, en cambio, cayeron en la anarquía, de la cual pronto se salvaron para caer en la dictadura.22 Porfirio Díaz, el dictador que gobernó México durante treinta y cuatro años (1876-1910), quiso dar a los mexicanos “progreso sin libertad”.23 El largo período de dictadura les aseguró también desarrollo económico y seguridad, pero no democracia.24

La democracia mexicana, y por extensión latinoamericana, es, según opina Carlos Fuentes, una democracia huérfana; esto es, una democracia separada de sus dos otros complementos: el desarrollo y la justicia. Son los tres imprescindibles árboles para la fuerza y el amparo de su nación.25 Ello constituye uno de los mayores problemas que enfrenta la democracia en América Latina.

La anarquía y la dictadura son dos males que marcaron la historia de los países latinoamericanos26 antes de estrenar la era democrática. Pero la democracia, como asegura Fuentes, desmanteló el Estado, cediendo el paso a otros males como el crimen.27 Como consecuencia de la debilidad del Estado, el poder judicial con todos sus componentes (jueces, abogados y tribunales) funcionaba muy mal: “Defensa imposible. Abogados mal pagados incapaces de defender a los inocentes. Jueces muertos de miedo. Jueces improvisados. Tribunales sin capacidad de trabajo. Testimonios falsos. Ninguna consistencia”.28

La debilidad del Estado produce un cierto vacío de poder, lo cual favorece la aparición de grupos criminales que procuran controlar algunas zonas del país. Ello es el caso de México, por ejemplo, donde han aparecido grupos criminales en el estado de Guerrero, como los de Guerreros Unidos, Los Rojos, el Cártel Independiente de Acapulco, La Barredora, que se disputan entre sí para comercializar la droga. Además, estas bandas criminales recurren a la extorsión para que los habitantes paguen “hasta el 10% de sus ingresos de renta anual por concepto de cobro de piso o derecho de uso de suelo”.29

Entre los obstáculos que enfrenta la democracia latinoamericana también está la deshonra de la clase política. Dicha clase confisca, según Vargas Llosa, la democracia para su propio provecho, excluyendo a los intereses del ciudadano. Una muestra del desprestigio de los políticos es el dictador peruano Fujimori (1990-2000).30 Ello crea una distancia entre los gobernantes y los gobernados que se traduce en un abismo de comunicación entre ellos, y da lugar, por lo tanto, a la pérdida de confianza en dichos gobernantes. Por eso, los ciudadanos acaban yendo “a las urnas a depositar su voto cada cierto tiempo, de manera mecánica”.31 Como resultado de la pérdida de confianza, el abstencionismo creció de un modo angustioso en algunas partes de América Latina,32 lo cual obstaculiza el normal desarrollo de la naciente democracia.

Muchos latinoamericanos han visto en la izquierda la alternativa de la pobreza y la dictadura al inaugurar la era democrática después de largos tiempos de gobiernos militares. En México, por ejemplo, la izquierda representada por el PRD (Partido de la Revolución Democrática) reproduce consignas viejas como la creación del estéril macroestado, después de las elecciones democráticas de 2000. Por ello, para Carlos Fuentes “la izquierda mexicana requiere una puesta al día que la conduzca por el camino de la socialdemocracia”.33

Fuentes aboga por una nueva “izquierda democrática postsoviética” latinoamericana, con menos carga ideológica y más atenciones sociales, como el trabajo, la vivienda, la libertad de expresión, etc., a fin de resolver la pobreza de unos doscientos millones de seres latinoamericanos.34 Su modelo en esto es el socialismo español que encarnaba Felipe González, y que representa con éxito el socialismo del siglo XXI y la izquierda democrática. Es una izquierda que establece un riguroso equilibrio entre el Estado y la empresa privada.35

Otro obstáculo que afronta la democracia latinoamericana, y que lo comparte con las democracias avanzadas, es la incapacidad de los partidos políticos para adquirir militantes. Para Mario Vargas Llosa, ello los transforma (a los partidos políticos) en meros grupos profesionales y burocráticos aislados del flujo popular necesario, y los impide cumplir con su función principal de “asegurar, de un lado, el pluralismo de ideas y propuestas, la crítica al poder y la alternativa de gobierno, y, de otro, (…) mantener un diálogo permanente entre gobernados y gobernantes, a escala local y nacional”.36

Algunos atribuyen este desgano popular a la ausencia de “líderes competentes” con auténtico carisma, pero Vargas Llosa asigna la carencia de dichos líderes a la indiferencia de los ciudadanos y su desinterés por la política y los partidos políticos.37

La corrupción, muy arraigada en los países latinoamericanos, es un peligro que amenaza su naciente democracia, lo cual desalienta a la opinión pública, según opina Mario Vargas Llosa.38 La corrupción expone al peligro la cohesión social e imposibilita la construcción de un sólido pacto social.39 Por ello, Vargas Llosa la considera peor que los demás crímenes de la dictadura militar de Manuel Apolinario Odría que gobernó el Perú entre 1948 y 1956, ya que “desde el centro del poder irradiaba hacia todos los sectores e instituciones, envileciendo la vida entera”40. El mayor factor de dicha corrupción es el narcotráfico que afecta a países como Colombia, Perú y México, constituyendo una verdadera fuerza económica que actúa junto al Estado, y “que puede pagar mejores salarios que el Estado, y que por lo tanto puede comprar jueces, policías, diputados, y constituirse en un poder paralelo”.41

Mario Vargas Llosa agrega otra explicación a la corrupción: la excesiva intervención del Estado que en América Latina es corruptora por tradición. La falta de respeto por la ley en los países latinoamericanos es otro factor de la corrupción. En realidad, las leyes se infringen porque son vistas como aparato para beneficiar a élites precisas, y enriquecer a los gobernantes, lo cual favorece el desprecio y el sentimiento de desconfianza en las mismas.42

Dichos males llevan al pueblo, agotado, empobrecido y aterrado, a aplaudir la vuelta de la dictadura.43 Por eso, uno de los personajes ficticios de la novela de Carlos Fuentes, La Silla del Águila, expresa sus temores de que los mexicanos van a optar por un régimen autoritario que les garantiza al menos seguridad, ante una democracia pasiva y débil,44 una “tan cacareada transición democrática de México”.45

Sin embargo, pese a dichos obstáculos, la democracia constituye el único camino seguro para la mejora de las condiciones de vida de los mexicanos. En México, el proceso de democratización ha podido “entorpecer” el levantamiento del subcomandante Marcos que encabezó en 1994 el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).46 Ello se manifiesta en el referéndum de 1995, donde el 95% de los votantes se mostraban a favor de que adoptase este partido “la vida política normal”.47

Un modelo que puede servir para la democracia latinoamericana es, según Carlos Fuentes, el ejemplo español, cuyos partidos políticos pusieron el beneficio de España y de la democracia por encima de sus propios intereses. Los españoles lograron superar los feroces cuarenta años de dictadura de Franco y establecer un verdadero Estado democrático.48

Conclusión

Entre los numerosos temas que han ocupado a los escritores latinoamericanos contemporáneos (Octavio Paz, Carlos Fuentes, Vargas Llosa…) están la libertad y la democracia. La democracia institucionaliza la libertad, dándole forma práctica a través de un conjunto de principios y procedimientos, como el respeto de la mayoría a la minoría, la división de poderes, el derecho a votar a los cargos públicos electos, el control del manejo de la riqueza pública, etc. Ello implica que la democracia va más allá de las elecciones que, en realidad, son uno de los procedimientos de realizar los valores democráticos.

La democracia, que nació en Grecia y en Europa se consolidaron sus principales fundamentos, es el fruto de los esfuerzos de todas las capas sociales: pensadores, burguesía, obreros, etc. Por eso, su solidez depende del nivel de cultura democrática que tiene la sociedad.

Al liberarse del paternalismo español en la primera mitad del siglo XIX, América Latina cayó en la anarquía y la dictadura. Esta última pudo garantizar a los pueblos latinoamericanos un cierto grado de seguridad y desarrollo económico, pero nunca democracia.

La democracia latinoamericana afrontó graves dificultades que van desde la debilidad del Estado hasta la corrupción. Como manifestación de la debilidad del Estado está la propagación del crimen. El desprestigio de la clase política es otro problema que amenaza el natural desarrollo de esta democracia, lo cual provoca la desconfianza de los ciudadanos en sus políticos. La izquierda fue una alternativa esperada por muchos latinoamericanos; sin embargo, para serla debe abandonar su excesiva carga ideológica y adoptar programas más sociales, eso es, debe seguir el camino de la socialdemocracia.

Junto a la debilidad del Estado, la fragilidad de los partidos políticos representa otro de los obstáculos que entorpecen esta naciente democracia. El factor principal de dicha fragilidad es su incapacidad para obtener militantes, lo cual los convierte en organismos burocráticos, y estorba su primordial papel de luchar por los valores democráticos.

La corrupción es uno de los mayores males que socavan la democracia latinoamericana. Es considerada como un crimen peor que las cometidas por las dictaduras militares por debilitar la cohesión social. La causa principal de la corrupción en muchos países latinoamericanos es el narcotráfico, que compite con el Estado en países como Colombia, Perú y México.

Estos males pueden llevar a los ciudadanos a lamentar la anterior situación de la dictadura, ante la paralización de la economía y la imposibilidad de una mejora de las condiciones de vida.

Sin embargo, no hay otro camino para un desarrollo económico y social sólido y duradero fuera de los valores y el sistema democráticos. Ello se revela en un caso cercano de los latinoamericanos, que es el ejemplo español y su transición de una larga y horrible dictadura a una fuerte y brillante democracia.

 

Omar Aouini

 

Bibliografía

Bethell, Ed: Historia de América Latina. 12. Política y sociedad desde 1930. Título original: The Cambridge history of America. VI. Latin America since 1930: Economy, Society and Politics. Traducción castellana de Jordi Beltrán. Editorial Crítica, Barcelona, 1997 (424 pgs.).

Fuentes, Carlos: Los cinco soles de México. Memoria de un milenio. Seix Barral, S.A., Barcelona, 2000 (430 pgs.).
La Silla del Águila. Alfaguara, Madrid, 2002 (376 pgs.).
En esto creo. Seix Barral, Barcelona, España, 2004 (358 pgs.).
La voluntad y la fortuna. Alfaguara, Madrid, 2008 (552 pgs.).

Palacios, Marco (director del volumen), y Gregorio Weinberg (codirector): Historia general de América Latina VIII. América Latina desde 1930. Ediciones Unesco/Editorial Trotta, España, 2008 (643 pgs.).

Paz, Octavio: El peregrino en su patria. Historia y política de México. Fondo de Cultura Económica, España, 1987 (766 pgs.).

Vargas Llosa, Mario: Conversación en La Catedral, Alfaguara, Madrid, 1999.
El lenguaje de la pasión. Ediciones El País, S. A. Madrid, 2000 (336 pgs.).

Fuentes electrónicas

Bonometti, Petra, y Susana Ruiz Seisdedos“La democracia en América Latina y la constante amenaza de la desigualdad”, 2010.

Krauze, Enrique: “La fragilidad democrática en Latinoamérica”, en la revista Letras Libres, enero de 2006.

Oficina de Programas de Información Internacional. Departamento de Estado de Estados Unidos“La democracia en síntesis”.

RT“Cientos de civiles se levantan en armas en el sur de México”.

Vargas Llosa, Mario: “La fragilidad democrática en Latinoamérica”, en la revista Letras Libres, enero de 2006.

 

Acerca del autor: Omar Aouini es profesor tunecino (1963) de literatura hispánica en la Universidad de Túnez. Ha publicado Puente,un manual de español como lengua extranjera para tres niveles (umbral, avanzado y superior). Autor de la novela en árabe La vuelta a Yemen. Ha traducido al árabe las novelas Réquiem por un campesino español, de Ramón J. Sender, y El túnel, de Ernesto Sábato. Ha publicado artículos sobre temas variados, como Gabriel García Márquez, el sufismo, la novela de la dictadura en América Latina y la inmigración árabe en América Latina, entre otros.

1 Comentarios


Omar aouini 14-04-2019 07:51 AM

Esta drmocracia es naciente y requiere mas cuidado social y oficial

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