Periodismo
Explotó la mugre del periodismo colombiano
“Los que trabajan profesionalmente en el campo de la comunicación social han de sentirse comprometidos en la formación y difusión de opiniones públicas conformes a la verdad y el bien” (S.S. Juan Pablo II).
En 1985, llegué a Valledupar a dedicarme a ejercer la comunicación (locutor/control) en la emisora de radio Ondas de Macondo, de propiedad de la familia Campo Soto, de línea política conservadora, quienes prácticamente me pagaron para que me familiarizara con la práctica de este oficio y eran, además, propietarios de una imprenta en el mismo edificio donde funcionaba Ondas de Macondo y otra emisora en Codazzi de nombre Radio Perijá, a donde fui a laborar tres meses después de haber llegado a Valledupar.
En esa época, me encontré con la historia de que las emisoras de radio llegaron a la capital del Cesar por el ingenio de un señor de nombre Germán Aristizabal, del que no tengo mayor información pero que, por el apellido, intuyo era de origen antioqueño.
Según la historia, el señor Aristizabal había fundado una emisora de nombre Radio Valledupar, que luego vendió a Jorge Dangond Daza, reconocido patriarca Conservador. Luego, fundó otra emisora que nombró como “La Voz del Cesar”, en la que tuve la fortuna de trabajar, ya con el nombre de RCN Cesar, perteneciente a la organización Ardila Lulle, para quienes era más importante, económicamente, la venta de gaseosas de su marca Postobón, con su embotelladora Gaseosas del Cesar. De hecho, la caja menor de la emisora dependía de la embotelladora y el gerente, que para entonces era mi buen amigo Santiago Marmolejo Moreno, parecía ser subalterno del gerente de Gaseosas del Cesar, de nombre Roberto Palacios, de origen antioqueño.
De RCN Cesar fui despedido, o no me renovaron el contrato, después de 5 años de servicios, por un desencuentro con el gerente en mención de Gaseosas del Cesar y con el Gerente de Sonolux, una disquera perteneciente, también a la organización Ardila Lulle; según me lo anticipó mi amigo Santiago Marmolejo al día siguiente de aquel incidente.
Para 1985, ya en Valledupar existían, además de las ya reseñadas, las estaciones de radio difusión Radio Guatapurí, todavía de propiedad de Don Manuel Pineda Bastidas, un ex militar que tenía el antecedente político de haber sido alcalde de la ciudad ye era el propietario de innumerables bienes materiales en Valledupar, hoy es propiedad de la familia Molina Araújo, con acciones de los herederos de Don “Pepe” Castro, patriarca político de extracción Liberal; La Voz del Cañaguate de propiedad de ex contralor de la república Aníbal Martínez Zuleta, patriarca político de extracción Liberal; Radio Reloj de la misma orbita de Radio Valledupar.
También existía en Valledupar un periódico, tipo tabloide, de nombre “El Diario Vallenato”, de orientación independiente que algunos llaman de izquierda, una escuela de periodismo escrito para muchos, entre ellos este servidor; de propiedad del periodista boliviano Gilberto Villarroel y la periodista vallenata “Lolita” Acosta Maestre. Después, al medio de los impresos, llegaron Diario del Caribe, Diario La Libertad, Vanguardia Liberal y El Pilón etc. A El Diario Vallenato, seguramente por su orientación “política”, lo asfixiaron económicamente hasta hacerlo desaparecer.
Posteriormente, fueron llegando las estaciones de radio del ámbito de la Frecuencia Modulada (FM) Guatapurí Estéreo del resorte administrativo de la matriz Radio Guatapurí del ámbito de la Amplitud Modulada (AM); Olímpica Estéreo, de propiedad de la familia Char de Barraquilla; Maravilla Estéreo de propiedad de la Familia Quintero Romero, con cabeza visible de Eloy “Chichí” Quintero Romero reconocido político de la región…
Lo anterior refleja lo que es un lugar común en todo el país, en donde se fueron concentrando los poderes (políticos, económicos y sobre los medios de comunicación, entre otros), lo que a la postre ha afectado la objetividad periodística donde ha explotado la camuflada subjetividad, ante la coyuntura de que los dueños de los medios de comunicación tradicionales, estimo que, temporalmente, han perdido el poder político; pero los periodistas, trabajadores de esos medios de comunicación tradicionales asumen que le deben obediencia a los dueños de esos medios, una forma de fidelidad laboral entendible en cualquier empleado, dado que admitimos que “no se puede pelear con la comida”, cuya mordaza fue mimetizada sin que nos diéramos cuenta por estar acostumbrados a orientar la información hacia donde le convenía a los dueños de los medios que hasta hace poco, en lo que tiene que ver con la Presidencia de la república, eran los mismos dueños del poder político.
Desde que los políticos descubrieron el poder de los medios de comunicación tradicionales (prensa escrita, radio y televisión), se lanzaron a poseerlos para controlarlos, basados en su poder político a través del cual tenían acceso a las instituciones y lo que, para un particular, de un momento a otro, era un imposible; para un político se convirtió en parte de sus privilegios y un arma más para manipular la opinión.
Por lo anterior, los dueños de esos medios de comunicación que, realmente, desde siempre han sido los verdaderos directores, aunque con subalterno fungiendo como tal, se dieron a la tarea de conformar sus “equipos periodísticos” con personajes proclives a sus ideologías e intereses, de tal manera que la tan cacareada objetividad, que fue frase de combate de los periodistas, dejo de existir o solo existía de forma aparente. Estos equipos “periodísticos” pasaron a asumir, en nombre de sus amos la lucha con sus contrarios y a cargar el rotulo, no de periodistas, sino de copartidarios y servidores de una causa política determinada.
Hoy se nota que la credibilidad de los medios de comunicación está en crisis, dado que proliferan las verdades aparentes y los periodistas, al servicio de los medios tradicionales de comunicación, han pasado de mostrar los distintos ángulos de la noticia a tergiversarla o a desfigurarla, en la “misión” de devolverle a sus patronos o jefes el poder político que han perdido, con seguridad, momentáneamente porque quienes se lo quitaron no tienen ni la fuerza ni la adherencia suficientes para conservarlo.
Es increíble que los periodistas no sean capaces de marcar los límites entre la Opinión y la Noticia o atribuyéndose “idoneidad” para controvertir la información desde puntos de vistas, a todas luces sesgados y/o amañados para donde les indica su línea política que se confunde con la línea editorial. Pero esto es el riesgo a que estábamos abocados desde que les fue permitido a los políticos concentrar los poderes, que trataran de manipular u orientar la opinión hacia donde los requieren sus intereses.
Otro “As bajo la manga” de los políticos es la inexistencia de la Tarjeta Profesional del Periodista, con lo que quedamos ejerciendo u oficio nos quita poder e independencia a los trabajadores de los medios de comunicación y con ello autoridad moral y profesional para exigir nuestros derechos, entre ellos a un trato digno y respetuoso.
Con las mordazas, las manipulaciones y la esclavitud disimuladas de los “periodistas”, quienes hemos dejado que se nos cuente como otros integrantes más de la servidumbre de los dueños de los medios de comunicación, como el capataz de sus fincas, el chofer o la muchacha del servicio, etc., está más vigente que nunca la afirmación del Maestro “Chelo” de Castro, que se convirtió en axioma y que una vez leí en una de sus columnas en el periódico El Heraldo: Hay periodistas que ganan más por lo que dice que por lo que callan”. Pero admito que callar es más digno que tergiversar, para tratar de manipular. Yo también he callado cosas que no he podido decir, sinceramente, porque “Casi todo basural, termina en un arenal. Si el asunto es ocultar, prudente es disimular”. Sin embargo, como entre cielo y tierra no hay nada oculto, hoy las verdades ocultas, por obra y gracias de las redes sociales, refugio de los “independientes”, que tampoco existen, están saliendo a la luz y, como afirmó un filósofo: “la mugre, por más que se oculte, apesta.
Lamentablemente, caímos en la dinámica de: “En este mundo traidor nada es verdad ni es mentira, todo es según el color y el cristal con que se mira”, que se opone a la objetividad. Pero admito que “no hay que ser como el perro desagradecido, que muerde la mano del amo que le alimenta”.
Juan Cataño Bracho
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