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Gitanos: érase una vez América

Ricardo Hernández

08/04/2024 - 05:15

 

Gitanos: érase una vez América
Representación de unos gitanos españoles por el artista Yevgraf Sorokin (1853)

 

La historia de los gitanos en América está enraizada en la propia historia de la conquista y de la colonización por las cuales diversas potencias europeas establecieron sistemas de dominación colonial en el continente americano, desde finales del siglo XV hasta el siglo XIX y donde los gitanos fuimos víctimas de nuestro destino.

En la actualidad, se estima que hay alrededor de 3 millones de gitanos/as en el continente americano, los países con más población gitana son Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, Chile, Ecuador, Estados Unidos, México y Uruguay.

Los primeros gitanos en América 

Es difícil afirmar quienes fueron los primeros gitanos que llegaron a América, pero gracias a Gómez Alfaro, en su libro “Escritos sobre gitanos” se resalta que en el segundo viaje que realizó Cristobal Colón a América, viajaba un matrimonio gitano de Triana, así mismo, en el tercer viaje, embarcaron Antón de Egipto, Macías de Egipto, Catalina de Egipto, María de Egipto… “Egipto” y “egipcianos” eran los nombres que recibían los gitanos en la Castilla de finales del siglo XV. A falta de cualquier otro dato, podría creerse que tanto Macías como Antón, Catalina y María de Egipto fueron los “primeros gitanos” que viajaron desde Europa hasta el Nuevo Mundo, partiendo desde Sanlúcar de Barrameda en 1498.

Fray Bartolomé de las Casas (1474-1566), futuro obispo de Chiapas y “protector de los indios”, subraya las dificultades que encontró Colón para completar aquella tercera expedición, tuvo que solicitar el auxilio de los Reyes Católicos para completar el embarque: “suplicó a los reyes que tuviesen por bien que los malhechores que en estos reinos hubiese, les perdonasen sus delitos, con tal condición que viniesen a servir algunos años en esta isla en lo que de su parte les mandase”.

Los monarcas autorizaron el embarque de 600 personas; considerando Colón muy difícil, cuando no imposible, encontrar a esas 600 personas, es como si hoy en día, se propusiera un viaje al “más allá”, no es fácil encontrar a tantas personas para tan arriesgada encomienda.

El 22 de junio de 1497, los Reyes Católicos firmaron un amplio indulto, del que sólo se exceptuaban algunos delitos considerados especialmente graves: herejía, traición, sodomía, etc. Dos años de estancia en la Española, por delitos pena capital, y un año en los demás supuestos, bastaban para limpiar el historial de aquellas personas y permitirles el regreso a Castilla. Antón, Macías, Catalina y María pertenecían, por tanto, al grupo de personas directamente afectadas por aquellas provisiones de 1497, sin que sepamos los hechos que motivaron su inicial condena, no dudaron en “subirse al barco” en búsqueda de su añorada libertad.

Las galeras es como “muerte civil”, dijo Miguel de Cervantes.

Las galeras fueron definidas como “infierno flotante”, en la que los “galeotes” (“condenados a remar en las galeras”) eran encadenados unos a otros, los latigazos y otros castigos corporales eran el pan de cada día, embarcaciones insalubres donde la muerte era saludada en muchos casos como una verdadera salvación. 

Las pragmáticas que condenan a galeras a los gitanos fueron abundantes: Carlos I y Doña Juana en Toledo y en1539, Felipe II en Toledo y el 11 de septiembre de 1560, Felipe III el 28 de junio de 1619, Felipe IV el 8 de mayo de 1633, Carlos II el 20 de noviembre de 1692 y el 12 de junio de 1695, Felipe V en enero y en mayo de 1717.

La pragmática de 1539 condenaba a galeras a todos los varones gitanos de 20 a 50 años, provocaría una inevitable actitud huidiza, así mismo la aparición de la condena a galeras para los varones obligaría a señalar castigos concretos para las mujeres. “Todas las veces que la ley dispone el envío a galeras para los varones, debe entenderse que para las mujeres se dispone la pena de azotes y el destierro”. 

En el siglo VIII, el conde de Campomanes recuerda que a lo largo de la historia muchos gitanos habían sido deportados “y allí se portaron como héroes, e inmortalizaron el nombre español: otros fueron transportados por el almirante don Cristóbal Colón para poblar la isla Española, y otras conquistas, en fuerza de la real cédula de 22 de junio de 1497”.

Mestizaje forzoso 

El mestizaje como fórmula ideal para extinguir a los gitanos había aparecido en una sesión que las Cortes de Castillas celebraron en Madrid el 19 de marzo de 1594. Los procuradores representantes de la ciudad de Burgos sugieren allí que el mejor remedio para el denominado problema gitano consistía en separar hombres y mujeres, colocándolos así en “provincias apartadas”, con graves penas para quienes abandonasen los lugares asignados. “De esta forma se casarían con labradores que viviesen con la orden y regla, con que viven los demás que están en servicio de Dios”.

Campomanes se refiere a la colocación de las doncellas gitanas “en estado de matrimonio”, expresión con la que se aludía a la interesada adopción de incentivos tales como dotes u otros premios a la nupcialidad. Don Lope de Sierra sería al respecto más drásticamente consecuente que su colega y que los procuradores burgaleses: la separación de gitanos y gitanas dificultaría los matrimonios endógenos y, dado que a los “payos” (“no gitanos”) les repugnaría presumiblemente cruzarse, la generación natural del grupo se extinguiría de la forma más sencilla del mundo.

El 1772, el Real Consejo de Castilla promulgó una providencia general para la “solución americana”:

“Los gitanos desaplicados, y díscolos de esta clase deberán ser destinados a servir de marineros por un número preciso de años, hasta que aprendan bien el oficio, y con el rigor se apliquen al trabajo; cumplido el tiempo pueden ser empleados en las maestranzas de los astilleros, en las fábricas de lona y jarcia, en las herrerías, y otros oficios de los departamentos de Marina. Los sobrantes, después de estar con toda la instrucción y seguridades referidas, podrían con provecho del Estado colocarse como pobladores interpolados con otras gentes honradas en nuestras colonias más distantes de la Luisana, orillas del río Orinoco, Bahía de San Julián o islas de Juan Fernández, para que sean vecinos útiles; y la misma remesa se puede hacer, luego que tengan la edad, instrucción y seguridad en sus buenas costumbres que quedan expresadas en los artículos antecedentes, de los muchachos y muchachas de todas las clases referidas, que nos hallen otra colocación en España, para poder aumentar aquellos establecimientos con unas gentes ahora perjudiciales, y que interpolados serán utilísimos, después que hayan recibido la enseñanza que queda prevenida. Se excusará siempre en las remesas, que con el tiempo se hicieren de algunas de estas personas a las citadas colonias, el dictado de gitanos, para que no lleven semejante nota de infamia a los dominios ultramarinos, y sean allí despreciados”.

El conde de Floridablanca había asumido en 1769 las tesis deportadoras de su entonces compañero en la fiscalía del Consejo, don Pedro Rodríguez Campomanes. Su carácter pragmático, sin embargo, no le impidió ser receptivo a la postura de Gálvez, en quien siempre había encontrado un leal colaborador para la ejecución de sus proyectos políticos sobre América. De esta forma, la pragmática de 19 de septiembre de 1783, que corona el expediente general de Gitanos iniciado veinte años antes, los dejará en la metrópoli, libres para elegir domicilio con la única excepción cautelar de la Corte y Sitios Reales. Suele decirse que esta pragmática supuso la igualación jurídica de los gitanos, cuyo abandono de “lengua, traje y modeles” permitiría aplicarles en lo sucesivo la legislación común “sin distinción de los demás vasallos”. De esta forma, la destinación forzosa al ejército, dispuesta por la ordenanza general de vagos, se abre como eventual castigo para un grupo legalmente excluido del servicio militar junto a otros colectivos calificados de “extracción infame” o cuyo oficio parecía “indecoroso”.

Otras migraciones gitanas 

Entre finales del XVII y mediados de siglo XIX se produjo otro movimiento hacia el oeste de una numerosa población gitana, huyendo de la esclavitud o bien aprovechando su abolición en Moldavia y Valaquia en 1860, o como consecuencia del recrudecimiento de la persecución en la Europa occidental (especialmente en Francia y Alemania). Los gitanos emigraron a América Latina en un número que sigue siendo un misterio. Según Koen Peeters, la independencia de Serbia en 1878 aceleró esa salida, y las causas que explican el nuevo éxodo masivo pueden ser varias:

“En primer lugar, a la presión de asimilación; en segundo lugar, a las nuevas posibilidades en sus actividades laborales; y, en tercer lugar, a motivos comunes a otros emigrantes de Serbia, como pueden ser, por un lado, la idea de que en el Nuevo Mundo tenían muchas posibilidades de conseguir grandes fortunas, las leyes que favorecieron la inmigración o también la aparición de nuevas posibilidades en lo que respecta a medios de transporte.”

Un gitano presidente 

A pesar de todas las vicisitudes el pueblo gitano en América existe y resiste, prueba de ello fue Juscelino Kubitschek, nació en Diamantina, ciudad ubicada en el estado de Minas Gerais, en el seno de una familia gitana por parte materna que fue quien lo crio. Fue presidente de Brasil entre los años 1956 a 1961. Kubitschek fue un médico y político brasileño que también se desempeñó en los cargos de alcalde de Belo Horizonte (1940-1945), gobernador de Minas Gerais (1951-1955) y en numerosas ocasiones ejerció cargos legislativos. 

El proyecto más reconocido de su gestión fue la construcción de la nueva capital, Brasilia (con el objetivo de poblar el interior del país). La inauguración de Brasilia mostró al mundo el potencial que tenía Brasil. Su mandato también es destacado por la legalidad y paz política que alcanzó durante su gestión, cuando Brasil venía de un difícil marco político.

Por último, debe destacarse la “Declaración de Quito” suscrita por los delegados del pueblo rom presentes en el “Foro Andino por la Diversidad y la Pluralidad” realizado entre el 16 y el 18 de noviembre de 2000 en Ecuador. 

Entre las muchas cuestiones que aborda la declaración, se hace un llamamiento a la solidaridad de todos los pueblos indígenas, a las comunidades afroamericanas y a los pueblos tradicionales que se han arraigado en el continente, y solicitan que apoyen, demandas y reivindicaciones encaminadas a conseguir que nuestro pueblo salga de la invisibilidad en que ha sido sumergido y se reconozcan y respeten, plena e integralmente, todos los derechos y que se puedan diseñar mecanismos y fórmulas de relacionamiento intercultural que no necesariamente impliquen nuestra asimilación ni la negación de nuestros valores identitarios.

Érase una vez América… Pero esto es otra historia.

 

Ricardo Hernández

Autor del blog “Pido la palabra”

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