Pueblos
¿Por qué Sincé… y por qué yo?
Yo bien hubiese podido nacer en cualquier parte del mundo. En España tal vez, entre guitarras flamencas y reburdeos de toros de lidia a orillas del rio Guadalquivir, en Francia cubierto por las borgoñas y alcornoques, bañado por vino añejo o quizás en Inglaterra revestido de títulos nobiliarios. Pero no, la divina providencia, para mi buena ventura, me mandó al mundo un día de agosto al despuntar el siglo a esta tierra en el centro de la sabana sucreña.
Ya he perdido la cuenta de cuántas veces me he hecho la pregunta “¿por qué Sincé…y porqué yo? La respuesta la encuentro a menudo cuando recorro las anchas calles del pueblo en las tardes calurosas buscando el poniente del sol, y más aún, cuando escribo mis añoranzas postreras en cuatro paredes mientras la ciudad sigue el curso de un día cualquiera. Ocurre que la lejanía en su mesiánica aparición me exhorta a contar las historias de una memoria colectiva, que no es más que la culminación de mis intensiones pues he nacido para contar historias y Sincé tiene todo lo que necesito. Sin embargo, no dejo de imaginar la fascinación de los escritores y poetas franceses, ingleses y españoles al conocer de boca de los abuelos las historias de Homero Solá, los cuentos de velorio, las decimas de “lo que nunca quiero ser” o la leyenda de la virgen. Pensarlo despierta aún más la necesidad de contarlas al mundo y, por lo tanto, me hace considerar a mi gente aún más especial, porque el frío parís, la colonial Madrid y el histriónico Londres, nada tienen que ver o envidiar al san Luis del viejo Bolívar grande.
Mis quimeras no se enredaron entre las marismas españolas, tuvieron la dicha de rozar el pasto verde de la tierra entre el canto de las garzas y chavarries, las guitarras que escuché de pequeño no entonaban rumbas sino porros y fandangos y los toros que veo se imponen en medio de un entramado de cañas erigidas tan imponentes como las ventas de Madrid. Las borgoñas y alcornoques no me abrazan con su sombra sino los camajorues, tréboles y guayacanes y el vino francés que hubo de bañarme, Dios, en su infinita clemencia, lo cambió por licor de caña tan vetusto como la mazamorra y la matanza del tigre. Mi título nobiliario no es otro que el estandarte de sabanero que llevo en la frente y en mi cabeza un sombrero vueltiao. Después de todo, los intereses del mundo exterior no son otros que atentar contra la historia y las costumbres de los pueblos, pero el mío no es otro que pelear contra ello, por lo tanto, llevo perenne el sonar de las gaitas y tamboras en su halito precolombino siendo mi eterna herencia intestada.
Yo no hubiese podido nacer sino entre trompos, bolitas de cristal, calles empedradas y caballitos de palo y vivir lo suficiente para luego contarlo. Mi alma sinceana y mi afán por volver la vista del mundo a esta tierra, imposibles de domeñar, son presa del paroxismo que me hace agradecerle lo que me ha dado. La brisa del parque principal acicate de excelsos compositores y opúsculo de literatos son la respuesta a mi pregunta. ¿porqué Sincé? Porque el mundo real está lejos de remozar con naturalidad las virtudes mágicas de un ocho de septiembre a las ocho de la noche. ¿porqué yo? Porque me siento incapaz de replicar las frías e inenarrables tardes que tienen otros lugares del mundo que no sean Sincé.
Hernán de La Ossa
Sobre el autor
Hernán De La Ossa Benítez
La bitácora del naufrago
Hernán Duley De La Ossa Benítez, nacido en Sincé, departamento de Sucre el 7 de agosto del 2000. Actual estudiante de la facultad de Ciencias jurídicas de la Universidad del Sinú, sede Montería. Escritor por vocación desde sus primeros años. Autor del libro “¿A dónde van las gaviotas?”, publicado por la editorial Torcaza en 2021. Asiduo lector de prensa, literatura contemporánea y amante de la poesía clásica. Poeta y columnista, refiere en sus líneas inquietudes sociales y exalta la cultura de la región sabanera con un ambiente raizal y espontáneo, sencillo y atrapante para el lector. Cursó bachillerato en el Liceo Panamericano campestre de la ciudad de Sincelejo, donde reafirmó su vocación de escritor.
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