Turismo

Providencia y Santa Catalina, el secreto del Caribe

María Mercedes Durán

01/09/2023 - 00:12

 

Providencia y Santa Catalina, el secreto del Caribe
Vista aérea de la Isla de Providencia, Colombia / Foto: archivo PanoramaCultural.com.co

 

La isla de San Andrés es, desde hace muchos años, una especie de walhaya criollo para los colombianos, destino ideal para las lunas de miel y los viajes románticos. Como puerto libre, siempre fue vista como el mejor destino de compras en Colombia.

Providencia y Santa Catalina, por su parte, son la parte “salvaje” del archipiélago, menos habitadas y alejadas del vórtice comercial que hace tan atractiva para algunos a su hermana mayor. Su encanto, hoy, sigue siendo el mismo: guardan buena parte de la cultura raizal, están más preservadas, no son comerciales y son más verdes.

Algunos datos indican que el archipiélago apareció por primera vez en los mapas en 1527, aunque algunas versiones afirman que Colón vio las islas en su cuarto viaje, en 1502. España las tomó oficialmente como posesión en 1510, pero sólo hasta que se hizo evidente su atracción para los nacionales de otros imperios, se promovió su población.

San Andrés, entonces conocida como Henrietta, fue la primera en albergar a los primeros marinos y aventureros ingleses y holandeses, mientras que en las otras dos islas –Old Providence y Santa Catalina- comenzaron a asentarse los primeros comerciantes y militares. Esa es la razón de que hoy el archipiélago sea el único territorio angloparlante de Colombia.

El pirata Henry Morgan hizo de estas islas su refugio entre 1660 y 1680. Desde allí planeó y llevó a cabo la toma de Panamá, como narró John Steinbeck en su obra “La taza de oro”. En las islas circulan historias sobre los tesoros que el capitán dejó enterrados, por lo que no deja de ser divertido recorrer los mismos caminos que los antiguos filibusteros.

A Providencia se llega en un corto vuelo desde San Andrés, a donde hay vuelos directos desde las principales ciudades de Colombia. Los alojamientos son de estilo isleño, sencillos pero confortables. El agua dulce, aunque no es escasa, no abunda; para prevenir escasez, por iniciativa de los isleños se construyó una represa, que vale la pena visitar.

Aunque la isla es pequeña, de apenas 17 km2, hay una carretera de circunvalación, a lo largo de la cual se aprecia la agreste topografía de la isla, así como su feraz vegetación de bosque seco tropical. Si se llega a mediados de junio, se podrá ser testigo del descenso de los cangrejos al mar, a desovar, un espectáculo inolvidable.

El asentamiento principal de Providencia es el Town, o Santa Isabel. Allí se encuentran las oficinas gubernamentales, los comercios más importantes y el cruce a la isla de Santa Catalina por el puente de los Enamorados. Otras agrupaciones son Old Town, Aguadulce, Casa Baja y Aguamansa. En dos de las más hermosas bahías, Suroeste y Manzanillo, hay sitios agradables donde comer y algunos alojamientos, a más de unas extensas e invitadoras playas, que no suelen estar atiborradas de turistas.

Un buen paseo es la subida al Peak, la mayor altura de la isla -un poco más de 300 mts.- que tiene como recompensa una fantástica vista de 360°.

La isla se puede recorrer a pie o en bicicleta, en moto, en carrito de golf o en automóvil, que se pueden alquilar. El buceo, la natación, el snorkel y la visita a los cayos –Cayo Cangrejo y los Tres Hermanos- son varias de las opciones que tienen los visitantes. Los buzos más avezados podrán ver las praderas marinas y la rica vida animal que sustentan, así como la barrera de arrecifes, una de las más extensas del hemisferio occidental.

Santa Catalina se recorre a pie. En el recorrido se llega al fuerte Warwick, donde están los restos de los cañones de Morgan. La playa es perfecta para el idilio: solitaria, de agua transparente, plena de vida marina. En la isla también se encuentran algunos alojamientos, elección ideal para quienes buscan un ambiente sereno y relajado.

En las islas hay que probar el rondón, cocido de pescado, cerdo y caracol en leche de coco, junto con plátanos, frutos del árbol del pan, yuca o ñame y batatas. Otros platos son la sopa de cangrejo negro, la bola de caracol frita en aceite de coco y el “minced fish”, una mezcla de pescado desmenuzado en un guiso criollo de cebolla, tomate, ajo, orégano y albahaca. Hay algunos buenos cafés, donde se pueden probar diferentes tortas y dulces, como la rica torta de plátano y el bizcocho de azúcar propios del lugar.

Otra opción es, en cualquiera de los establecimientos nativos en las playas, disfrutar de un fresquísimo pescado frito acompañado de patacón y arroz blanco.

En fin, si quieren descansar los ojos y la mente, Providencia y Santa Catalina, junto con su hermana San Andrés, son una atinada elección que, en el mar de los siete colores, abarca toda la gama de actividades de turismo ecológico y de playa que se pueden desear.

 

María Mercedes Durán Trujillo 

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