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Corpus Christi en Atánquez
Patrimonio cultural de la humanidad que en Atánquez se conserva, se quiere y se defiende.
Es la fiesta donde cada año se fortalece la religiosidad popular, la que emana cálidamente inundando el alma de gozo, fortaleza y fe. Es el encuentro del pueblo con su espiritualidad, creencias y tradiciones.
Donde se clama en silencio y fluyen realidades, se esparcen sentimientos de nostalgias bañados de esperanzas, se tejen verdades brindando emociones, se comparten trabajos, tristezas, alegrías, sueños, vivencias, se crean cuentos, mitos, leyendas, en torno a su existencia y su cultura.
Es allí, donde la semántica se queda en vilo sin poder expresar lo que siente un atanquero ante el altar en Corpus Christi, cuando percibe la presencia de Jesús Sacramentado.
Nativos creyentes, kukambas, negros, negritas, diablos, en íntima entrega postrados de rodillas ante la Divina Majestad, piden perdón, renuevan promesas, confiesan sus pecados, ofrecen sus triunfos, comulgan espiritualmente alabando y adorando al Santísimo Sacramento en el sublime misterio del Cuerpo de Cristo inmolado y minimizado presente en la Hostia Consagrada al celebrar la Eucaristía.
El pueblo impoluto, firme en sus creencias, con el don maravilloso de su fe, vibra ante este rito sin igual. El espíritu del nativo, avasallado, sosegado, con el corazón alborozado, se engrandece y se transporta al infinito.
El ritual se torna mítico. Mujeres, niños, jóvenes, adultos, ancianos, cumplen sagradamente sus mandas o promesas. Kukambas, diablos, negros y negritas con sus atuendos de vistosa policromía, danzan en la Eucaristía y acompañan la procesión llegando a cada altar al ritmo del tambor, caja y maracas, conservando su identidad y poseídos de un mágico realismo.
El coro entona cantos en latín o español. El sacerdote incensa a los altares, bendice al pueblo con la Custodia donde se encuentra la Hostia Consagrada. En contraste, los altares son elaborados creativamente con figuras bíblicas, sin vulnerar el norte religioso, lo que hace más interesante, fervorosa y elocuente la ceremonia.
Los negros y negritas que conforman el palenque entonan cantos lastimeros como el que dice: -“El año entrante vuelvo con la misma voluntad”-. Con esa férrea voluntad que los caracteriza siguen ofrendándose a Dios. En la octava repiten la ceremonia y la procesión se hace en el entorno de la plaza.
El olor de las flores que llevan en los atuendos se mezcla con el aroma del incienso. El pueblo se nutre de un olor a inmensidad, olor a pueblo con sabor a Atánquez. Solo Jesús Sacramentado comprende la grandeza de sus almas ante tan noble, sublime y majestuoso sacrificio, donde se le brinda un cálido y ferviente homenaje a la fe cristiana, a la vida y al amor.
Atánquez te espera en Corpus Christi este jueves 7 junio.
Graciela (Nena) Fuentes de Vergel
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