Turismo
Nabusimake, la tierra donde nace el sol
A poco más de tres horas de Valledupar, la ciudad de Nabusimake es una joya para todo aquel que desee conocer la esencia de los nativos de esta tierra. Nabusimake es mucho más que un pueblo indígena. Es mucho más que la capital espiritual del pueblo arhuaco.
Es la tierra donde nace el Sol.
Pero todo paraíso tiene sus restricciones. Llegar al pueblo no es nada sencillo. La primera etapa consiste en alcanzar Pueblo Bello por carretera y, luego, emprender el ascenso por unas vías sinuosas y accidentadas que ponen a prueba la suspensión de los mejores todoterrenos.
La dificultad de acceso permite al viajero reflexionar sobre lo que ocurrió hace poco más de 250 años en estas tierras cuando, en su empeño por evangelizar a la población indígena, la corona española creó el pueblo de San Sebastián de Rábago en medio de un asentamiento arhuaco.
El tiempo ha transcurrido en las altitudes de la Sierra Nevada y, sin embargo, pese a la mayor de las voluntades, la tradición indígena se ha reafirmado hasta finalmente transformarse en la dominante. Nabusimake es hoy en día considerado como el lugar sagrado del pueblo arhuaco: todo un logro para un pueblo que lucha por la supervivencia de sus tradiciones y de su lengua.
En el ambiente se percibe ese recelo legado del contacto con la gran civilización (esa civilización que se extiende sin fin y acaba imponiendo sus valores). Acceder al pueblo de Nabusimake requiere no sólo el consentimiento de las autoridades locales (el cabildo), sino también un peaje de diez mil pesos. Algunas voces claman que los propios cabildos son los que rechazan la mejora del tortuoso camino, por miedo a que llegue de repente una avalancha de visitantes.
Todas estas circunstancias hacen de Nabusimake una tierra donde reinan la paz y el silencio. Un lugar para la contemplación y la meditación en el que se respira un aire puro y fresco, se pisa una hierba rasa y relajante, y se encuentra a un pueblo con unas costumbres diametralmente opuestas.
Aquí el tiempo parece haberse detenido y, sin embargo, nada es lo que parece. El concepto del tiempo es distinto. Tiene en cuenta a la naturaleza y los elementos que la componen. Simple diferencia de percepción. Los lugareños consideran que los visitantes –los hermanos menores– son los que se han extraviado y llevan un ritmo alocado, artificial y destructivo.
En Nabusimake las preguntas se interiorizan. El ruido del arroyo ayuda a centrarse en esa reflexión silenciosa y sentir la paz alentada por la falta de automóviles. Un hostal en las inmediaciones del pueblo indígena nos invita a saborear la comida típica de la costa cerca del río y descansar.
Se aconseja al viajero que pase, por lo menos, una noche en Nabusimake para compensar la dureza del viaje. También es recomendado llegar con una ofrenda (puede ser un matojo de hojas de coca fresca) que se entregará a la entrada del recinto custodiado. Aquí los símbolos tienen su valor. Y cada viaje ofrece la posibilidad de impregnarse de esa esencia mística.
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