Artes plásticas
Memorias de un mural emblemático en la Plaza Alfonso López
La desaparición del mural que adornaba la fachada del Concejo municipal de Valledupar, en la plaza Alfonso López, ha inducido a un ejercicio de memoria inevitable, pero también a unos serios cuestionamientos: ¿En qué momento esa obra ha pasado a ser algo prescindible? ¿Quién lo permitió? ¿La alcaldía, con su ataque directo a la obra, o la ciudadanía por no recordar lo suficientemente su importancia?
Su autor, Germán Piedrahita, fallecido en el año 2012, quedó atrapado en el olvido. Al igual que su obra. Es tan grande el descuido que, por efecto de errores concatenados y de una tradición oral que no ha permitido la revisión de los datos (al estilo de un dominó), el nombre original ha pasado de “Valledupar, sueño de dioses” a “Valledupar, Tierra de dioses”.
La ciudad de Valledupar cuenta con varios murales representativos del folclor vallenato pero, éste era el más destacado de todos. El que aportó riqueza e interpretación folclórica al paisaje que hoy representa la plaza Alfonso López.
De la misma forma, la fecha de su realización también terminó alterado por estas cadenas imprevisibles. El mural fue diseñado y pintado en el año 1997 (y no en 1997) por el gestor cultural Germán Piedrahita y un equipo de 4 artistas que se subieron al andamio: Alex Díaz Wity, John Arias, Shelon díaz Wity y Eduard Martínez.
El proyecto respondía a la necesidad de embellecer esa parte de la plaza y aportar un marco vivo y colorido detrás del monumento “Revolución en marcha” y el palo de mango.
El resultado fue una obra única, con carácter y orgullo, que adornó un punto clave de la ciudad y que ha sabido mantenerse a través del tiempo como una de las expresiones de mayor gusto.
En sus representaciones destacaban los mitos más representativos de la región: la leyenda vallenata y de Francisco el Hombre, pero también los principales símbolos de las etnias indígenas: el poporo y su vestimenta.
También resaltan la presencia de los elementos naturales característicos del Valle: la Sierra y el río, como fondo natural para todas las danzas típicas y los instrumentos. La vegetación y el agua permiten aportar serenidad y coherencia en una obra que incorpora muchos elementos.
Finalmente, el mural incluye el acordeón. El instrumento que representa el sentimiento de una región y se constituye como la base del festival vallenato.
Todos estos elementos fueron sido pintados siguiendo el modelo del cubismo: un estilo artístico que, en su momento, Germán Piedrahita consideró apropiado y que, a continuación, influyó en muchas representaciones locales.
La obra se realizó en un mes y medio, con un ritmo de trabajo continuo de casi doce horas, y tuvo que ser renovado en varias ocasiones para realzar los colores y la nitidez de ciertos componentes.
En esa restauración participó el autor de la obra, Germán Piedrahita, asesorando los técnicos en su actividad. La obra se mantenía fiel a sus inicios y sólo se había apreciado unos leves cambios en las tonalidades o trazos, hasta que la Alcaldía de Valledupar decidiera destruirlo sin previo aviso y con el simple uso de pintura blanca.
En su época, el coste de la obra fue discutido duramente por el artista que orquestó las obras ya que vio en esas cifras una cifra desorbitada. Veintiun años más tarde, esta misma obra ha dejado de formar parte del paisaje de la Plaza Alfonso López por un acto desconsiderado. La ciudadanía salió a la calle y se expresó en las calles para denunciarlo.
PanoramaCultural.com.co
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